La puerta se abrió, Enrique corrió a su encuentro, se miraron fijamente, ella desvió la mirada y caminó hacia las escaleras. Él se apresuró a detenerla, le dolía su inferencia, comenzaba a desesperarse ante su negativa a conversar.—¿Dónde estuviste?—Con Rosalía, lo sabías.—¿Solo ella?—Comí con Gabriel, ¿algún problema?—¿A caso quieres dejarme en ridículo? ¿Otra vez Gabriel? ¿Tenías que ir a su casa?Se arrepintió enseguida porque se dejaba en evidencia.Lucia se detuvo, bajó los dos escalones que había subido y lo enfrentó acercandose mucho a él.—¿Me vigilabas?—Tienes protección, es mi deber protegerte.—¿Portegerme o vigilarme?—¿Por qué fuiste a su casa?—Porque hablamos largo y tendido y no podíamos quedarnos más horas en el restarante, ¿qué no es obvio? ¿O me quieres acusar de infiel para emparejar las cosas?—¿Por qué? ¿Debo preocuparme?—No, él es como mi hermano, ya te lo he dicho, y no soy como tú.—¡Yo no te fui infiel!—No importa, tienes razón, solo soy una esposa po
La sala era amplia, Enrique estaba sentado junto al presidente del partido absorto en sus pensamientos, hacía una semana que había vuelto a la oficina, ya habían pasado más de quince días desde que Lucia le habló por última vez con más de dos frases, aunque fuera discutiendo, desde ese día ella no le dirigió una palabra más allá de las necesarias.Estaba pasando por una ruptura sin que nadie pudiera comprenderlo, porque su esposa estaba a su lado y esperando un hijo.—Enrique, ¿estás de acuerdo?—Disculpa, León —dijo incorporandose en la silla y mirando al hombre canoso.—Decía que tenemos que aprovechar a nuestra estrella, no es momento para un segundo mandato como alcalde, vas directo a la candidatura de la gobernación, no tengo dudas de estás listo para más.—Gracías por la confianza. No me molestaría un segundo período como alcalde y madurar más el camino hacia la gobernación.—La gente te quiere, y vas a ser padre, tu mujer está embarazada, para cuando la campaña empiece ella esta
Seguían durmiendo en cuartos separados, pero desayunaban juntos, uno que otro día, aunque fuera para la prensa, tomaban la comida juntos, y otra cosa que hacían juntos era la parte favorita de Enrique: ir al médico para los evaluaciones de rutina de Lucia, como ese día que esperaban conocer por fin el sexo del bebé.—¿Estás lista? —preguntó recargado del marco de la puerta de la habitación de Lucia. Ella alzó el rostro y asintió.—Sí, estoy nerviosa —admitió tras sonreir.—¿Quieres saber hoy? ¿Lo dejamos para que sea sorpresa? ¿Quieres que yo sepa?Lucia hizo una mueca de fastidio.—Quiero saber de una vez, si necesitas después podemos fingir una revelación de sexo para la prensa.Emrique se echó a reir.—Has aprendido mucho, coincido, ya quiero saber hoy, realmente quiero lo que tu quieras.Ella sonrió y bajó la cabeza.—Vamonos a la cita con nuestro bebé —dijo.Sentados juntos en la parte de atrás del auto se miraron sin decirse nada, Lucia se había vuelto más abierta con él de nuev
Lucia se cubrió el cuerpo por completo con la sábana echada sobre su cama, lloraba desconsolada mientras su padre le explicaba que su ahijado debía casarse para bien de su campaña política y que ya se había comprometido a casarla con él.—Es mi ahijado, vi crecer a ese muchacho, ni que fuera un extraño.—¿Por qué no tiene novia? —preguntó.—Él es muy particular, solo quiere a alguien que no lo moleste, ya sabes, una esposa de verdad es un compromiso muy grande, sí lo sabré yo, amo a tu santa madre, pero es demandante, Enrique quiere que le tomen su foto de casado, pero no quiere a la esposa.—No quiero hacerlo, papá. Tendré mucha exposición, me juzgarán.—Hija, no, él se ocupará de eso. Con nadie puede hacer este acuerdo, no confía en nadie, confía en mí.Lucia descubrió su rostro y se limpió las lágrimas.—¡Ay!, Papá, no quiero hacerlo, lo siento, que se busque a otra.Su padre suspiró con desesperó y miro al techo con una expresión desencajada en el rostro y se llevó las manos al cab
Lucia se admiró en el espejo, su cabello castaño claro se veía como paja, estaba reseco y sin vida, su cuerpo era demasiado delgado y no tenía ropa bonita que ponerse, suspiró angustiada pensando en qué ponerse, aunque su matrimonio sería falso, ella aspiraba al menos no ser humillada.Tocaron a su puerta, contuvo el aliento.—Pase —dijo en voz baja.La puerta se abrió y vio el rostro adusto de su madrastra, la miró de arriba abajo con asco. Recorrió la habitación con sus ojos y se cruzó de brazos.—Rosalía vendrá por lo de tu compromiso. Ella te prestará algo decente que ponerte.Lucia pasó saliva y afirmo sin responder. Rosalía era la hija de su madrastra Rosa, era una chica un año mayor que ella, esbelta, bonita, inteligente, con una carrera exitosa como modelo, delante de su padre la trataba bien, aunque realidad era cruel con Lucia, la hacía sentir miserable cada vez que podía, pensó que ella habría sido mejor pareja para Enrique Aristegui, pero ya estaba comprometida con un millo
Enrique llegó sobre la hora, odiaba la impuntualidad, pero Rebeca lo retuvo en la cama más tiempo del que él sabía que podía compartirle, era la última vez que la vería, aunque no se lo dijo, ella era caprichosa e impredecible, no sabía cómo le caería su próximo compromiso así que prefirió ahorrarse los detalles.Necesitaba una esposa, y no la buscaría entre las muchas amantes que tenía, entre las que lo seguían como moscas y lo alababan constantemente, prefería alguien a quien ni conociera bien, que no lo conociera y tuviera pretensiones con él, alguien que no tuviera escándalos ni pasado y fuera bien recibida por los electores, no sabía quién podía llenar esas condiciones hasta que su hermano Jaime le recordó a la hija de su padrino.—¿La hija?, No, ¿Rosalía? Estás loco, demasiado llamativa, es modelo, no, para nada, no puede ser ella ni alguien como ella —respondió tajante.—No, esa es la hija de Rosa, hablo de la hija de Mario: no recuerdo como se llama, que no sale nunca, se la pa
Lucia temblaba por completo, Enrique le dijo cosas horribles y ella solo podía pensar en que él la miró como si fuera una loca, le dio órdenes que siguió sin quejarse y sintió vergüenza de ella, cuando él le dijo que ponerse, fue cuando se dio cuenta de lo inapropiado de la ropa que le prestó Rosalía, solo quería humillarla.Los ojos se le querían llenar de lágrimas, pero se quedó tranquila mirando la escena en la que por primera vez un hombre estaba sentado a su lado como su pareja, decía que sería su esposo, además lo encontraba bello, sus cabellos dorados y sus ojos grises junto con su barba bien cuidada le daban un porte elegante, caminaba con gracia y se movía como un rey, mientras ella sentía que ni sabía caminar.—La campaña va bien, aún no quiero anunciar lo del compromiso —dijo su supuesto novio mirando a todos, era un actor excelente, la ignoraba, pero hacia como si la tomara en cuenta, la miraba de reojo y hablaba de ella como si se tuvieran mucha confianza.—Pero entendí qu
Abrió los ojos y vio el rostro angustiado de Gabriel. Este sonrió al verla despertar, aunque no perdió el gesto de preocupado.—¿Te sientes bien?—Sí. —¿Debes ir al médico?—No, solo han sido los nervios. Me voy a casar, al verme en el vestido me vi en la boda con gente mirándome. Fue todo.Él sobó su brazo y besó su mejilla con intensidad, sintió mariposas en el estómago como cuando la besó Enrique.—Debes comer bien, hacerte tus chequeos y bueno, entiendo que estés nerviosa por la boda. Es normal.—No sé sí estoy preparada para la prensa. Tengo un poco de miedo —confesó.—¿Lo hablaste con Enrique?Lucia alzó un hombro y suspiró.—Él se va a ocupar, tendré asesores y esas cosas.—Entonces estarás bien, él sabe lo que hace. Estarás muy cuidada y protegida. Solo déjale saber siempre que te causa ansiedad, él te cuidará.Lucia sonrío deseando que fuera cierto, quizás por el bien de su campaña lo haría.—Gracias, Gabriel, por tu apoyo.—Siempre, Luci. Para ti siempre.Sonó su teléfono,