La sala era amplia, Enrique estaba sentado junto al presidente del partido absorto en sus pensamientos, hacía una semana que había vuelto a la oficina, ya habían pasado más de quince días desde que Lucia le habló por última vez con más de dos frases, aunque fuera discutiendo, desde ese día ella no le dirigió una palabra más allá de las necesarias.Estaba pasando por una ruptura sin que nadie pudiera comprenderlo, porque su esposa estaba a su lado y esperando un hijo.—Enrique, ¿estás de acuerdo?—Disculpa, León —dijo incorporándose en la silla y mirando al hombre canoso.—Decía que tenemos que aprovechar a nuestra estrella, no es momento para un segundo mandato como alcalde, vas directo a la candidatura de la gobernación, no tengo dudas de estas, listo para más.—Gracias por la confianza. No me molestaría un segundo período como alcalde y madurar más el camino hacia la gobernación.—La gente te quiere, y vas a ser padre, tu mujer está embarazada, para cuando la campaña empiece ella est
Seguían durmiendo en cuartos separados, pero desayunaban juntos, uno que otro día, aunque fuera para la prensa, tomaban la comida juntos, y otra cosa que hacían juntos era la parte favorita de Enrique: ir al médico para las evaluaciones de rutina de Lucia, como ese día que esperaban conocer por fin el sexo del bebé.—¿Estás lista? —preguntó recargado del marco de la puerta de la habitación de Lucia. Ella alzó el rostro y asintió.—Sí, estoy nerviosa —admitió tras sonreír.—¿Quieres saber hoy? ¿Lo dejamos para que sea sorpresa? ¿Quieres que yo sepa?Lucia hizo una mueca de fastidio.—Quiero saber de una vez, si necesitas después podemos fingir una revelación de sexo para la prensa.Enrique se echó a reír.—Has aprendido mucho, coincido, ya quiero saber hoy, realmente quiero lo que tú quieras.Ella sonrió y bajó la cabeza.—Vámonos a la cita con nuestro bebé —dijo.Sentados juntos en la parte de atrás del auto se miraron sin decirse nada, Lucia se había vuelto más abierta con él de nuevo
Enrique no podía contener los nervios, tomó su teléfono para llamar a Lucia, cuando vio con asombro como su chófer se desviaba del camino, miró hacia atrás, se alejaban de los escoltas de su familia, quedaba solo con el de la alcaldía a un lado de él.—Dije que a casa, mi esposa está sola —dijo desesperado.—Lo siento, alcalde.—¿Qué es lo que sientes?, obedece ahora —gritó.Sintió un puntazo en el cuello, se llevó una mano allí, empezó a ver borroso, el sonido de un pitido de fondo lo aturdía, solo podía pensar en Lucia, que estaba sola en casa y que la situación era tensa y confusa, se desplomó.Despertó en una habitación de cuatro por cuatro, estaba acostado sobre una cama de cemento, estaba oscuro, apenas una luz tenue se colaba por una ventana alta, se levantó aturdido y recorrió con las manos las paredes hasta que consiguió una puerta.—¿Quién está ahí? ¡Abran esta m*****a puerta ahora! No saben con quién se han metido —gritó.—¡Cállese, alcalde! La persona interesada en hablar c
Lucia apretó la mano de Gabriel, aún no despertaba, sin embargo, dejaron que lo viera, Enrique se mantenía a su lado.—Ya está fuera de peligro, dijo Rosa.Enrique se quedó mirándola de forma fija, apretó la otra mano de Lucia, quien volvió a verlo y le sonrió.—Gracias por esto, gracias por acompañarme.Él la besó en la mejilla.—Mi amor, nunca te dejaría sola.Rosa alzó la vista y le sonrió a Enrique, se limpiaba unas lágrimas.—Rosa, puede venir un momento, por favor —le pidió para conversar afuera, la mujer aceptó, caminaron hacia al final del pasillo antes de que Enrique le dijera algo, pues él no quería que Lucia escuchara algo, lo último que quería era alterarla en su estado.—Gracias Enrique, por todo, sin tu ayuda no sabríamos como actuar.—¿Dónde está Arsenio? ¿Dónde?La mujer abrió los ojos y se echó hacia atrás, se puso seria, su expresión afligida cambió por una de nerviosismo.—No lo sé, es decir, sí, pero está haciendo unos negocios en Puerto Rico.—¿Negocios de qué? No
Después de bañarse, Lucia se sentó a comer en la habitación de hotel con Enrique, quien seguía inquieto por el descubrimiento del paradero de su padrino y padre de su esposa. No había forma de que Rosa, su esposa, estuviera involucrada.—¿Has sabido de tu padre?—No, Rosa me dice que está de viaje por negocios.—¿Eso te dijo?—Sí, es que no he logrado hablar con él, ella me dice que le llama una vez a la semana que no hay mucha señal dónde está.—Ah, ya veo. Supongo que sí está bien entonces.Lucia asintió, bostezó, Enrique se levantó de la silla y la besó en la frente.—Ve a descansar, deberías estar durmiendo, nos tocó comer tarde, pero ya es hora de que duermas.—Métete a la cama conmigo, por favor.—No salgas del hotel, así te llamen Rosa o Rosalía, por favor, quiero que estés aquí.—Sí, pero acuéstate conmigo.Así lo hizo, se acostó con ella, acarició su cabello, su panza y pensaron en posibles nombres para el futuro bebé hasta que ella se quedó dormida.Salió de la habitación de
Un año y medio después.Lucia cargaba en brazos al pequeño Enrique Junior, quien miraba toda la decoración a su alrededor con confusión.—¿No te gusta, bebé?El niño arrugó el gesto y se abrazó a ella.—Señora, el candidato ya viene —dijo el nuevo jefe de campaña de Enrique, Lucia, afirmó con la cabeza e hizo que el pequeño Enrique se volviera hacia las cámaras.Era la celebración de su primer año, y el lanzamiento oficial de la campaña de Enrique para la gobernación.Lucia suspiró recordando como un día lloró en su cama por tener que casarse con él, como otro día se ilusionó por la forma en la que compartían aun cuando él se negaba a aceptar que entre los dos saltaban chispas, no tardaron en enredarse y ceder a la tensión sexual que había entre ellos, y después se volvieron inseparables.No todo fue color de rosa, recordó el llanto, las mentiras y las inseguridades que le generó la relación con Enrique.También recordó lo peor, la traición de Rosa y Rosalía, dejó de sonreír al record
Lucia se cubrió el cuerpo por completo con la sábana echada sobre su cama, lloraba desconsolada mientras su padre le explicaba que su ahijado debía casarse para bien de su campaña política y que ya se había comprometido a casarla con él.—Es mi ahijado, vi crecer a ese muchacho, ni que fuera un extraño.—¿Por qué no tiene novia? —preguntó.—Él es muy particular, solo quiere a alguien que no lo moleste, ya sabes, una esposa de verdad, es un compromiso muy grande, si lo sabré yo, amo a tu santa madre, pero es demandante, Enrique quiere que le tomen su foto de casado, pero no quiere a la esposa.—No quiero hacerlo, papá. Tendré mucha exposición, me juzgarán.—Hija, no, él se ocupará de eso. Con nadie puede hacer este acuerdo, no confía en nadie, confía en mí.Lucia descubrió su rostro y se limpió las lágrimas.—¡Ay!, Papá, no quiero hacerlo, lo siento, que se busque a otra.Su padre suspiró con desespero y miro al techo con una expresión desencajada en el rostro y se llevó las manos al ca
Lucia se admiró en el espejo, su cabello castaño claro se veía como paja, estaba reseco y sin vida, su cuerpo era demasiado delgado y no tenía ropa bonita que ponerse, suspiró angustiada pensando en qué ponerse, aunque su matrimonio sería falso, ella aspiraba al menos no ser humillada.Tocaron a su puerta, contuvo el aliento.—Pase —dijo en voz baja.La puerta se abrió y vio el rostro adusto de su madrastra, la miró de arriba abajo con asco. Recorrió la habitación con sus ojos y se cruzó de brazos.—Rosalía vendrá por lo de tu compromiso. Ella te prestará algo decente que ponerte.Lucia pasó saliva y afirmo sin responder. Rosalía era la hija de su madrastra Rosa, era una chica un año mayor que ella, esbelta, bonita, inteligente, con una carrera exitosa como modelo, delante de su padre la trataba bien, aunque realidad era cruel con Lucia, la hacía sentir miserable cada vez que podía, pensó que ella habría sido mejor pareja para Enrique Aristegui, pero ya estaba comprometida con un millo