Lucia se miraba al espejo mientras las mujeres encima de ella terminaban su maquillaje, se sentía frustrada de no poder hablar con nadie de su situación. Paso toda la mañana recordando la mirada retadora de Enrique, su frialdad por momentos, y lo imponente que se veía, la noche anterior salió como fue planificado, posaron sin parar para las cámaras y para la prensa y entre ellos pareció quedar todo claro, él insistía en dejarle a ella muy declarada la situación: no eran una pareja de verdad.Pero ese era el día de su boda, no podía echarse abajo, recibió los tratamientos de belleza que fueron agendados para ella: pies, manos, spa, masajes, rostro. Su piel se veía más sana y brillante que nunca, así como su cabello y sus labios, el maquillaje que le hacían era profesional. Lucia volvió la cabeza hacia la puerta cuando vio a Gabriel, con un gesto simple le pidió a las mujeres que los dejaran solos un momento.Gabriel pasó a la habitación y se situó detrás de ella, la miró en el espejo mi
Se concentró de tal manera en la ceremonia que el sacerdote debió repetir de nuevo que el novio podía besar a la novia, el corazón de Lucia se mantenía acelerado, ya llevaba en su dedo una alianza, ya el sacerdote los había nombrado marido y mujer, Enrique con delicadeza se acercó a ella y apartó el velo de su rostro, él alzó las cejas y se quedó mirándola a los ojos por fracciones de segundo, repasó todo su rostro y se inclinó sobre ella para dejarle un beso tierno sobre los labios. Ella contuvo el aliento y con los ojos cerrados esperó a que el beso terminara.—Vivan los novios —gritaron al unísono mientras de fondo sonaba una canción barroca.Enrique sonrió con amplitud y apretó su mano con fuerza, la miró y ella le devolvió la mirada como buscando respuesta sobre qué hacer en adelante.—Lo hicimos, está hecho, eres mi esposa —dijo sonriente mientras alzaba su mano y reía en dirección de los asistentes a la boda. Ella se limitó a asentir, dejó de sonreír cuando vio entre los presen
Lucia estaba tensa, no podría dormir hasta que Enrique saliera del baño, respiraba de forma pesada y pensó que él se daría cuenta de su nerviosismo, no quería que se confundiera o siguiera pidiéndole que no se enamorara de él.Escuchó la puerta del baño abrirse, paso saliva y cerró los ojos, aspiró el aire del ambiente, olía a jabón de tocador y a loción para caballeros, contuvo la respiración por un segundo, escuchó como él se movía por la habitación hasta que por fin sintió su peso junto a ella, él suspiró con dramatismo al acostarse.—Buenas noches, esposa —dijo, ella prefirió no responder para hacerse la dormida.Sintió la mano de él sobre su cara, Lucia se sobresaltó por lo fría que esta estaba, Enrique estalló en risas.—Sabía que estabas despierta, ¿por qué no me respondes?—Tengo mucho sueño, Enrique, no seas desconsiderado —respondió avergonzada.—Y madrugaremos mañana para tomar un vuelo. Buenas noches, esposa —repitió.—Buenas noches, Enrique.—Hoy es nuestra noche de bodas
Enrique estaba relajado, dentro de todo eran días que de verdad utilizaría para descansar y la compañía de Lucia le resultaba agradable, no sentía las presiones de las relaciones reales, y podía ser más como era sin cámaras. Sabía que debía de tener cuidado, Lucia era apenas una chica y podía ilusionarse fácilmente con él. No quería complicar las cosas.Ya no negaba que su nueva esposa le atraía físicamente, la encontraba linda y dulce, despertaba en él un instinto por cuidarla y protegerla, pensó que tendría que obligarse a verla como una hermana o una prima, no podía verla de otro modo ni caer en la tentación de seducirla, el encargado del lugar los recibió y les dio un recorrido por la posada en la que se quedarían por su luna de miel, quedaba justo frente a la playa, alejada del resto de las posadas, tenían servicio privado para que no los molestaran, ni la prensa pudiera tomarles fotos.—Tendremos que caminar hacia la parte común y dejarnos fotografiar —dijo a Lucia, quien asintió
Lucia quería llorar, sintió una mezcla de emoción inexplicable por el contacto físico con Enrique y que por momentos se sintió real, nunca antes había besado a alguien, nunca antes la habían besado así, se dejó llevar por el momento, pero su esposo por conveniencia solo le recordó lo obvio: ella no era nadie para él. Contuvo las lágrimas hasta internarse en la cabaña donde había al menos más de una habitación, había acomodado las cosas de ambos en una sola, sin embargo, ella tomó alguna ropa para dormir y se fue a la habitación contigua, era pequeña y suficientemente cómoda para una persona.Vio a Enrique caminar directo hasta el balcón trasero de la posada que daba a las montañas alrededor de la pequeña isla. Se veía serio y molesto, en lo que Lucia pudo encerrarse en la habitación, se dejó llevar por la vergüenza y lloró con amargura sintiéndose tonta, por momentos se dormía, al despertar recordaba el beso y lloraba de nuevo, sintió tanta vergüenza por las palabras de Enrique que jur
Enrique comenzaba a sudar a mares, estaba mareado y con náuseas, un intenso dolor de cabeza se apoderó de él, sentía que se iba a desmayar, solo buscaba una silla para sentarse, sintió los brazos delgados de Lucia tratando de sostenerlo.—¿Qué pasó?—Algo me picó, me duele. —¡Ah! —gritó Lucia —, ha sido una serpiente ahí está.—Debes llevarme a emergencias.—No sé manejar.—Sabes, claro que sabes, yo te diré, yo te guio, ahora, vamos…—Vamos, sí, vamos —repitió nerviosa.—Las llaves están en la habitación, mesa de noche.La vio correr hacia la habitación en su ropa para dormir, nerviosa y asustada, era normal, pero se preocupó de que ella de verdad lo pudiera llevar a tiempo a emergencias, pensaba si podría manejar así con el dolor intenso en el pie.Ella apreció con una chaqueta de él encima y las llaves, se acercó a él e intentó levantarlo de la silla, se apoyó en ella y así salieron, la vio cerrar la posada y avanzar con hacia la camioneta que había alquilado él más temprano. Lo ay
Cuando Lucia despertó ya Enrique estaba de pie conversando con un médico, ella se incorporó de forma rápida y se bajó de la cama. Se abrazó a ella misma tratando de sacudir la somnolencia que aún sentía.—Su esposa despertó —dijo el médico. Ella se acercó con timidez, Enrique la abrazó a él y besó sus cabellos.—Buenos días, dormilona, el convaleciente era yo —bromeó.—Quedé noqueada ¿Todo bien, doctor?—Sí, actuaron a tiempo. Todo está bien, pueden ir a casa tranquilos, enviamos a alguien a chequear el lugar, el peligro fue removido, pero es raro que haya habido una serpiente allí. No debería haber más. Mil disculpas, candidato, espero que no salga espantado corriendo de nuestro pueblo.—Sí, algo no soy, es cobarde, claro que nos quedamos.—Bienvenidos, que disfruten mucho las playas y atracciones, estamos hablando —se despidió.—Así que nos quedaremos —comentó Lucia, en el fondo deseaba pasar más tiempo en ese lugar calmado y hermoso.—Sí, tengo una imagen que mantener ¿Te molesta?—
Él sabía que era un error, no debió involucrarse con ella así, pero no pudo resistirse, no quería resistirse a su cuerpo, su inocencia y a la belleza inexplorada ante él, besó sus labios repetidas veces convenciéndose a sí mismo de que mantendría el control de la situación, no quería que ella se confundiera, eso complicaría las cosas.Se sentía bien a su lado, era una chica agradable y sencilla, él tenía una vida agitada y la presencia de Lucia en su vida era como una bocanada de aire fresco. Se quedaron dormidos sin siquiera notarlo, para cuando él abrió los ojos, ella había recogido todo, se había bañado y preparaba un desayuno.—Buenos días, dormilón —dijo ella burlona.—Quiero darme un chapuzón en la playa ¿Me acompañas?—Muero de hambre, mejor después, ya va a estar el desayuno.Él le sonrió y salió hacia la playa, se metió en el mar y disfrutó del contacto de su piel con el mar y la brisa de la mañana con olor a sal. Sonrió sabiendo que estaba solo y nadie lo miraba, haber estado