Estarán juntos en su luna de miel, solos en un pueblo olvidado por Dios, creo que están empezando a conocerse y llevarse mejor. Enrique es un zorro viejo y Lucia muy inocente. ¿Qué creen que pase?
Enrique estaba relajado, dentro de todo eran días que de verdad utilizaría para descansar y la compañía de Lucia le resultaba agradable, no sentía las presiones de las relaciones reales, y podía ser más como era sin cámaras. Sabía que debía de tener cuidado, Lucia era apenas una chica y podía ilusionarse fácilmente con él. No quería complicar las cosas.Ya no negaba que su nueva esposa le atraía físicamente, la encontraba linda y dulce, despertaba en él un instinto por cuidarla y protegerla, pensó que tendría que obligarse a verla como una hermana o una prima, no podía verla de otro modo ni caer en la tentación de seducirla, el encargado del lugar los recibió y les dio un recorrido por la posada en la que se quedarían por su luna de miel, quedaba justo frente a la playa, alejada del resto de las posadas, tenían servicio privado para que no los molestaran, ni la prensa pudiera tomarles fotos.—Tendremos que caminar hacia la parte común y dejarnos fotografiar —dijo a Lucia, quien asintió
Lucia quería llorar, sintió una mezcla de emoción inexplicable por el contacto físico con Enrique y que por momentos se sintió real, nunca antes había besado a alguien, nunca antes la habían besado así, se dejó llevar por el momento, pero su esposo por conveniencia solo le recordó lo obvio: ella no era nadie para él. Contuvo las lágrimas hasta internarse en la cabaña donde había al menos más de una habitación, había acomodado las cosas de ambos en una sola, sin embargo, ella tomó alguna ropa para dormir y se fue a la habitación contigua, era pequeña y suficientemente cómoda para una persona.Vio a Enrique caminar directo hasta el balcón trasero de la posada que daba a las montañas alrededor de la pequeña isla. Se veía serio y molesto, en lo que Lucia pudo encerrarse en la habitación, se dejó llevar por la vergüenza y lloró con amargura sintiéndose tonta, por momentos se dormía, al despertar recordaba el beso y lloraba de nuevo, sintió tanta vergüenza por las palabras de Enrique que jur
Enrique comenzaba a sudar a mares, estaba mareado y con náuseas, un intenso dolor de cabeza se apoderó de él, sentía que se iba a desmayar, solo buscaba una silla para sentarse, sintió los brazos delgados de Lucia tratando de sostenerlo.—¿Qué pasó?—Algo me picó, me duele. —¡Ah! —gritó Lucia —, ha sido una serpiente ahí está.—Debes llevarme a emergencias.—No sé manejar.—Sabes, claro que sabes, yo te diré, yo te guio, ahora, vamos…—Vamos, sí, vamos —repitió nerviosa.—Las llaves están en la habitación, mesa de noche.La vio correr hacia la habitación en su ropa para dormir, nerviosa y asustada, era normal, pero se preocupó de que ella de verdad lo pudiera llevar a tiempo a emergencias, pensaba si podría manejar así con el dolor intenso en el pie.Ella apreció con una chaqueta de él encima y las llaves, se acercó a él e intentó levantarlo de la silla, se apoyó en ella y así salieron, la vio cerrar la posada y avanzar con hacia la camioneta que había alquilado él más temprano. Lo ay
Cuando Lucia despertó ya Enrique estaba de pie conversando con un médico, ella se incorporó de forma rápida y se bajó de la cama. Se abrazó a ella misma tratando de sacudir la somnolencia que aún sentía.—Su esposa despertó —dijo el médico. Ella se acercó con timidez, Enrique la abrazó a él y besó sus cabellos.—Buenos días, dormilona, el convaleciente era yo —bromeó.—Quedé noqueada ¿Todo bien, doctor?—Sí, actuaron a tiempo. Todo está bien, pueden ir a casa tranquilos, enviamos a alguien a chequear el lugar, el peligro fue removido, pero es raro que haya habido una serpiente allí. No debería haber más. Mil disculpas, candidato, espero que no salga espantado corriendo de nuestro pueblo.—Sí, algo no soy, es cobarde, claro que nos quedamos.—Bienvenidos, que disfruten mucho las playas y atracciones, estamos hablando —se despidió.—Así que nos quedaremos —comentó Lucia, en el fondo deseaba pasar más tiempo en ese lugar calmado y hermoso.—Sí, tengo una imagen que mantener ¿Te molesta?—
Él sabía que era un error, no debió involucrarse con ella así, pero no pudo resistirse, no quería resistirse a su cuerpo, su inocencia y a la belleza inexplorada ante él, besó sus labios repetidas veces convenciéndose a sí mismo de que mantendría el control de la situación, no quería que ella se confundiera, eso complicaría las cosas.Se sentía bien a su lado, era una chica agradable y sencilla, él tenía una vida agitada y la presencia de Lucia en su vida era como una bocanada de aire fresco. Se quedaron dormidos sin siquiera notarlo, para cuando él abrió los ojos, ella había recogido todo, se había bañado y preparaba un desayuno.—Buenos días, dormilón —dijo ella burlona.—Quiero darme un chapuzón en la playa ¿Me acompañas?—Muero de hambre, mejor después, ya va a estar el desayuno.Él le sonrió y salió hacia la playa, se metió en el mar y disfrutó del contacto de su piel con el mar y la brisa de la mañana con olor a sal. Sonrió sabiendo que estaba solo y nadie lo miraba, haber estado
Lucia despertó sonriendo, Enrique besaba cada parte de su piel, se aferró a sus cabellos con los ojos aún cerrados y jadeó ante las sensaciones que su esposo le estaba proporcionado con su boca y sus caricias. Relamió sus labios y se retorció debajo de él. Estaba feliz, ese era el último día de su luna de miel que no pudo ser mejor: lo hacían a cada rato, en la playa, sobre la arena, en la cama, en el sofá, en la cocina, en el yate, además pasearon tomados de manos y dándose mimos por todo el lugar.—Debemos hacer maletas —le dijo Lucia.—Aguafiestas.Él subió hasta colocarse a la altura de su rostro, besó sus labios y sonrió con picardía. Ella se aferró a sus hombros.—Fue fácil controlarte aquí que solo estaba yo, volverás a tu vida normal ¿Pondrás mantener tu promesa de no acostarte con ninguna otra?Enrique se inclinó sobre ella y besó sus labios con intensidad, se enredaron en un beso profundo, se separaron para tomar aliento, ella rio mientras él se le quedó mirando con una media
Lucia bajó las escaleras luciendo un vestido verde de seda y su cabello recogido en un moño bun desordenado, maquillada y con tacones, luciendo diamantes y una sonrisa, Enrique la miró atento, recordó lo mal vestida que estaba cuando la conoció y aun así se veía bonita, pero ahora su esposa se veía despampanante, reconoció que ella había ganado confianza y se felicitó sintiéndose orgulloso porque ese fue un logro de él, así que quería verlo.La esperó a pie de la escalera tendiendo su mano, le sonrió con amplitud, ella le devolvió la sonrisa, le besó la mano y la miró a los ojos de forma seductora.—Señora Aristegui, se ve hermosa.—Gracias, futuro alcalde.Él no resistió y cedió a su deseo de abrazarla y besarla en los labios delante de los presentes, notó como su esposa miró hacia dónde se encontraba Gabriel, pasó saliva, le pareció curioso.—¿Te avergüenzo, esposa?—No, es que me siento rara —dijo y se echó a reír, Enrique la tomó del brazo y caminó con ella saludando a todos.Rosal
Lucia despertó con la cabeza de Enrique entre sus piernas, arqueó la espalda y jadeó al sentir el contacto de su lengua tibia dentro de su intimidad, se aferró a los cabellos de su esposo y se agitó al ritmo del placer que la lengua de él le daba.Enrique se puso a su altura, jadeante y con la mirada llena de deseo, bajó y besó sus pechos, regresó a sus labios, la besó.—Así sabes, sabes riquísimo.Ella se carcajeó, se colgó de su cuello.—Este es el mejor trabajo del mundo, es el mejor trato de mi vida.—Prepárate para más —dijo, alzo sus piernas y se adentró en ella con rapidez, Lucia cerró los ojos y se dejó llevar por el acto. Se agarró con fuerzas de los brazos de él.—¡Oh! Enrique, ¡Oh!—No me dejes marcas en los brazos —dijo él con dificultad, ella rio y beso sus labios.—Pensando en la campaña en todo momento.—Shhh... Te estoy follando, amor.Rieron, cuando acabaron, ella se subió sobre él, se echó el cabello hacia atrás, Enrique se quedó mirando su cuerpo, sus pechos.—Eres b