Capítulo 5

Abrió los ojos y vio el rostro angustiado de Gabriel. Este sonrió al verla despertar, aunque no perdió el gesto de preocupado.

—¿Te sientes bien?

—Sí. 

—¿Debes ir al médico?

—No, solo han sido los nervios. Me voy a casar, al verme en el vestido me vi en la boda con gente mirándome. Fue todo.

Él sobó su brazo y besó su mejilla con intensidad, sintió mariposas en el estómago como cuando la besó Enrique.

—Debes comer bien, hacerte tus chequeos y bueno, entiendo que estés nerviosa por la boda. Es normal.

—No sé si estoy preparada para la prensa. Tengo un poco de miedo —confesó.

—¿Lo hablaste con Enrique?

Lucia alzó un hombro y suspiró.

—Él se va a ocupar, tendré asesores y esas cosas.

—Entonces estarás bien, él sabe lo que hace. Estarás muy cuidada y protegida. Solo déjale saber siempre que te causa ansiedad, él te cuidará.

Lucia sonrío deseando que fuera cierto, quizás por el bien de su campaña lo haría.

—Gracias, Gabriel, por tu apoyo.

—Siempre, Luci. Para ti siempre.

Sonó su teléfono, no acostumbraba tener uno, pero fue una de las exigencias de Enrique. 

—Hola.

—¿Dónde estás? —preguntó Enrique.

—Con Gabriel, buscando el vestido de novia.

—¡Vaya! Qué sorpresa. Está bien. Pasaré por ti, debemos comer juntos. Pásame la dirección.

—¿Ya?

—Sí, ya preparé la prensa para eso. Supongo que andas vestida normal si andas con Gabriel. No te pongas nunca nada que te diga Rosalía.

—Sí, supongo que estoy bien.

—Voy por ti, pásame la dirección.

Lucia colgó y se quedó mirando a Gabriel.

—Enrique vendrá por mí, debo pasarle la dirección ¿Me ayudas?

—Por supuesto, preciosa, y quítate el vestido, no querrás que te vea con él, no aún.

Ella sonrió y le entregó su teléfono, Gabriel le pasó la dirección a Enrique y la ayudó a levantarse para que se cambiara. Esperó a su lado a que Enrique pasará por ella.

—Todo va a estar bien, Lucia. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, sé que vivo en Francia, pero que eso no sea un impedimento para que nos comuniquemos.

—Te hablaré seguido, lo prometo.

Su hermanastro volvió a darle un beso en la mejilla y la abrazó, se estremeció de nuevo en sus brazos y agradeció que viviera lejos, de lo contrario estaría muy enamorada de él.

Un auto negro se detuvo frente a tienda, se bajó Enrique con ropa casual, se acercó y saludó a Gabriel y besó en los labios a Lucía, quien contuvo el aliento.

—Gracias por cuidármela, la necesito.

—Vayan —dijo Gabriel sonriente.

Lucia se subió al auto con él y mantuvo la mirada gacha.

—Como estás ahora, estás perfecta. Sobria, es un estilo que ahora llaman: lujo silencioso, va de vestir marcas costosas a las que no se les ve la etiqueta siquiera, sin diseños simples y sencillos. Será tu estilo.

Lucia alzó los hombros. Le daba igual.

—Tu hermanastra no es buena. No dejaré que me joda a través de ti. No le creas nada y está pendiente con ella.

—Está bien —respondió Lucia.

—Gabriel, en cambio, es bueno, déjate ayudar por él. Lo apruebo.

Lucia lo miro con algo de recelo. Pensó que era muy engreído, ¿Quién se creía para aprobar o desaprobar con quién se relacionaba?

—Esto es complicado, Lucia. Mi carrera se puede destruir por una tontería que haga yo, o tú. Sé que no tienes escándalos ni nada, pero tampoco puedes ser racista ni nada de eso, un equipo creará tus redes sociales y manejara tu imagen pública y también privada.

—No soy racista.

—¿Transfobia? ¿Homofóbica? ¿Xenófoba?

—Nada de eso.

—¿Qué piensas del aborto?

Lucia se revolvió en el asiento, paso saliva.

—No sé. No tengo una opinión.

Enrique suspiró y estacionó el auto. La ayudó a bajarse y la tomó de la mano para conducirla hasta el restaurante. No pasaron desapercibidos para nadie. 

Se sentaron en la mesa e hicieron su pedido. Enrique pidió por ella sin siquiera dejarla hablar o preguntarle qué quería.

—Bien, Lucia. Sí, una chica es abusada y queda embarazada y quiere abortar porque no soporta vivir con el fruto de su abuso que no supera ¿Qué dirías de eso?

Alzó los hombros y se mordió el labio inferior.

—Ya es una vida. Podría darlo en adopción.

—¿Abortarlo no?

—No la juzgaría si lo hace, lo entendería, pero procuraría que no lo hiciera si pudiera evitarlo. 

—Pero es su cuerpo. Tiene derecho a decidir sobre el, ella y solo ella.

—La criatura en su vientre también tiene un cuerpo sobre el que no le dejan decidir.

Enrique sonrió y suspiró.

—No te preocupes, tu posición pública será la que concuerde con mi discurso y mis políticas, puedes tener una opinión personal, pero nunca la compartas con nadie, salvo conmigo. No puedes seguir a ciertas organizaciones, ni apoyar ciertos discursos.

Ella abrió mucho los ojos y suspiró con dramatismos sin dejar de mirarlo. Se sintió abrumada, por tanto.

Él se carcajeó.

—Descuida, mi Luci. Sé qué se suena abrumador y quizás lo sea. Pero para eso tengo un ejército por equipo, se ocuparán de eso. Todo saldrá bien, sé que no me dejaras mal. Por eso esto es un trabajo, tendrás tus ingresos, muy buenas compensaciones, sé que lo harás bien, te estuve investigando, eres una santa prácticamente. 

—¿Y si no ganas? 

Se carcajeó.

—Ganaré y después ganaré la reelección y después la gobernación.

—Eso es mucho tiempo.

—Para entonces estarás lo suficientemente cómoda conmigo, estaremos cómodos los dos con cada uno y podremos ser padres ¿Quieres ser madre?

Lucia abrió mucho los ojos y sus labios se quedaron entreabiertos a punto de decir algo, pero bajó la mirada y alzó los hombros.

—Supongo.

—Podremos hacerlo por inseminación, o al viejo estilo, cómo te sientas cómoda, cuando te sientas cómoda.

Afirmó y se tensó tanto que las manos le dolían de tanto apretar el cubierto. ¿En qué locura se había metido? ¿Quería ser madre? ¿Lo quería a él como el padre de sus hijos? Ya no podría decidir nada sobre su vida. Le pertenecía a él.

—¿Aspiras a más? —preguntó tensa.

—¿Cómo la presidencia? ¿Por qué no? Pero es muy temprano para hablar de eso contigo.

—Esto sería para toda la vida.

—Para toda la vida, Lucia.

No estaba preparada para oírlo de boca de él. ¿Podría soportarlo?, se preguntó bajando la mirada.

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