Abrió los ojos y vio el rostro angustiado de Gabriel. Este sonrió al verla despertar, aunque no perdió el gesto de preocupado.
—¿Te sientes bien?
—Sí.
—¿Debes ir al médico?
—No, solo han sido los nervios. Me voy a casar, al verme en el vestido me vi en la boda con gente mirándome. Fue todo.
Él sobó su brazo y besó su mejilla con intensidad, sintió mariposas en el estómago como cuando la besó Enrique.
—Debes comer bien, hacerte tus chequeos y bueno, entiendo que estés nerviosa por la boda. Es normal.
—No sé si estoy preparada para la prensa. Tengo un poco de miedo —confesó.
—¿Lo hablaste con Enrique?
Lucia alzó un hombro y suspiró.
—Él se va a ocupar, tendré asesores y esas cosas.
—Entonces estarás bien, él sabe lo que hace. Estarás muy cuidada y protegida. Solo déjale saber siempre que te causa ansiedad, él te cuidará.
Lucia sonrío deseando que fuera cierto, quizás por el bien de su campaña lo haría.
—Gracias, Gabriel, por tu apoyo.
—Siempre, Luci. Para ti siempre.
Sonó su teléfono, no acostumbraba tener uno, pero fue una de las exigencias de Enrique.
—Hola.
—¿Dónde estás? —preguntó Enrique.
—Con Gabriel, buscando el vestido de novia.
—¡Vaya! Qué sorpresa. Está bien. Pasaré por ti, debemos comer juntos. Pásame la dirección.
—¿Ya?
—Sí, ya preparé la prensa para eso. Supongo que andas vestida normal si andas con Gabriel. No te pongas nunca nada que te diga Rosalía.
—Sí, supongo que estoy bien.
—Voy por ti, pásame la dirección.
Lucia colgó y se quedó mirando a Gabriel.
—Enrique vendrá por mí, debo pasarle la dirección ¿Me ayudas?
—Por supuesto, preciosa, y quítate el vestido, no querrás que te vea con él, no aún.
Ella sonrió y le entregó su teléfono, Gabriel le pasó la dirección a Enrique y la ayudó a levantarse para que se cambiara. Esperó a su lado a que Enrique pasará por ella.
—Todo va a estar bien, Lucia. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, sé que vivo en Francia, pero que eso no sea un impedimento para que nos comuniquemos.
—Te hablaré seguido, lo prometo.
Su hermanastro volvió a darle un beso en la mejilla y la abrazó, se estremeció de nuevo en sus brazos y agradeció que viviera lejos, de lo contrario estaría muy enamorada de él.
Un auto negro se detuvo frente a tienda, se bajó Enrique con ropa casual, se acercó y saludó a Gabriel y besó en los labios a Lucía, quien contuvo el aliento.
—Gracias por cuidármela, la necesito.
—Vayan —dijo Gabriel sonriente.
Lucia se subió al auto con él y mantuvo la mirada gacha.
—Como estás ahora, estás perfecta. Sobria, es un estilo que ahora llaman: lujo silencioso, va de vestir marcas costosas a las que no se les ve la etiqueta siquiera, sin diseños simples y sencillos. Será tu estilo.
Lucia alzó los hombros. Le daba igual.
—Tu hermanastra no es buena. No dejaré que me joda a través de ti. No le creas nada y está pendiente con ella.
—Está bien —respondió Lucia.
—Gabriel, en cambio, es bueno, déjate ayudar por él. Lo apruebo.
Lucia lo miro con algo de recelo. Pensó que era muy engreído, ¿Quién se creía para aprobar o desaprobar con quién se relacionaba?
—Esto es complicado, Lucia. Mi carrera se puede destruir por una tontería que haga yo, o tú. Sé que no tienes escándalos ni nada, pero tampoco puedes ser racista ni nada de eso, un equipo creará tus redes sociales y manejara tu imagen pública y también privada.
—No soy racista.
—¿Transfobia? ¿Homofóbica? ¿Xenófoba?
—Nada de eso.
—¿Qué piensas del aborto?
Lucia se revolvió en el asiento, paso saliva.
—No sé. No tengo una opinión.
Enrique suspiró y estacionó el auto. La ayudó a bajarse y la tomó de la mano para conducirla hasta el restaurante. No pasaron desapercibidos para nadie.
Se sentaron en la mesa e hicieron su pedido. Enrique pidió por ella sin siquiera dejarla hablar o preguntarle qué quería.
—Bien, Lucia. Sí, una chica es abusada y queda embarazada y quiere abortar porque no soporta vivir con el fruto de su abuso que no supera ¿Qué dirías de eso?
Alzó los hombros y se mordió el labio inferior.
—Ya es una vida. Podría darlo en adopción.
—¿Abortarlo no?
—No la juzgaría si lo hace, lo entendería, pero procuraría que no lo hiciera si pudiera evitarlo.
—Pero es su cuerpo. Tiene derecho a decidir sobre el, ella y solo ella.
—La criatura en su vientre también tiene un cuerpo sobre el que no le dejan decidir.
Enrique sonrió y suspiró.
—No te preocupes, tu posición pública será la que concuerde con mi discurso y mis políticas, puedes tener una opinión personal, pero nunca la compartas con nadie, salvo conmigo. No puedes seguir a ciertas organizaciones, ni apoyar ciertos discursos.
Ella abrió mucho los ojos y suspiró con dramatismos sin dejar de mirarlo. Se sintió abrumada, por tanto.
Él se carcajeó.
—Descuida, mi Luci. Sé qué se suena abrumador y quizás lo sea. Pero para eso tengo un ejército por equipo, se ocuparán de eso. Todo saldrá bien, sé que no me dejaras mal. Por eso esto es un trabajo, tendrás tus ingresos, muy buenas compensaciones, sé que lo harás bien, te estuve investigando, eres una santa prácticamente.
—¿Y si no ganas?
Se carcajeó.
—Ganaré y después ganaré la reelección y después la gobernación.
—Eso es mucho tiempo.
—Para entonces estarás lo suficientemente cómoda conmigo, estaremos cómodos los dos con cada uno y podremos ser padres ¿Quieres ser madre?
Lucia abrió mucho los ojos y sus labios se quedaron entreabiertos a punto de decir algo, pero bajó la mirada y alzó los hombros.
—Supongo.
—Podremos hacerlo por inseminación, o al viejo estilo, cómo te sientas cómoda, cuando te sientas cómoda.
Afirmó y se tensó tanto que las manos le dolían de tanto apretar el cubierto. ¿En qué locura se había metido? ¿Quería ser madre? ¿Lo quería a él como el padre de sus hijos? Ya no podría decidir nada sobre su vida. Le pertenecía a él.
—¿Aspiras a más? —preguntó tensa.
—¿Cómo la presidencia? ¿Por qué no? Pero es muy temprano para hablar de eso contigo.
—Esto sería para toda la vida.
—Para toda la vida, Lucia.
No estaba preparada para oírlo de boca de él. ¿Podría soportarlo?, se preguntó bajando la mirada.
Dos semanas después. Lucia miraba a Enrique mientras tomaban la comida, él se movía con gracia y sonreía amable a todos a los que se le acercaban, la miraban con curiosidad y ella desviaba la mirada incómoda. Cuando las personas que se habían acercado a él para saludarlo y tomarse fotos se alejaron, él se le quedó mirando con intensidad. —Vaya que hay que hacer mucho trabajo contigo, me gusta un poco que eres como un lienzo en blanco. Ella afirmó avergonzada, sabía que se había comportado como una montuna en la mesa. Batió su cabello y se concentró en la comida. —Tienes lindo rostro —le dijo Enrique sin dejar de mirarla, ella sintió como sus mejillas ardieron y pasó saliva, alzó la mirada para que sus ojos color miel se encontraran con los suyos, él le sonrió con picardía, debió notar el rubor de sus mejillas. —Gracias, supongo. —Con los asesores correctos serás un icono de moda y elegancia en esta ciudad, serás muy distinguida. Elegí bien, aunque sabes, yo no me acordaba de ti,
Como prometió Enrique al día siguiente la pasó a recoger personalmente para llevarla a la fundación, Lucia se detuvo frente al espejo, maquillo sus ojos y labios, se colocó polvo y arregló su cabello como le habían enseñado, se puso una camisa blanca de mangas largas y pantalones de mezclilla, se puso zapatos de tacón blanco, bajó las escaleras de la casa y sintió nervios ante la imagen que comenzaba a proyectar, era ella, pero más sofisticada, su cabello suelto tenía más vida y brillaba como nunca.Enrique la esperaba en la sala, se levantó del sofá al verla, no había nadie más por lo que los besos de apariencias no eran requeridos. Ella le sonrió mientras él se limitó a asentir, caminó hacia la puerta con decisión, y se detuvo para que ella pasara.Caminó a su lado y vio el auto que los esperaba. Un par de hombres esperaban sosteniendo la puerta para ellos, se subieron y cerraron la puerta, el chofer se puso en marcha y el par de hombres se subieron a otro auto.—¿Sabes manejar? —p
Lucia no dejaba de mirar la hora y el teléfono, esperaba que Enrique le escribiera, pues no tenía como irse, no acordó con él como hacerlo, no tenía dinero, no sabía pedir un taxi y no conocía las rutas de la ciudad, se odió por torpe y pensó como último recurso llamar a su padre.Experimentó el nerviosismo de no saber qué hacer cuando llegara la hora de salida. Se sintió torpe y desvalida y no era más que su culpa por no comportarse como una adulta funcional, entonces sonó su teléfono, era Enrique.—Paso por ti en quince minutos —dijo.—Perfecto, gracias —respondió aliviada y feliz de que su problema se solucionara. Él no la dejaría allí después de todo, era como su pequeño proyecto y seguramente querría verificar con ella como le fue en el día.Se preparó para esperarlo y cuando fue la hora le llegó un mensaje donde le indicaba que estaba afuera esperándola. Ella se subió al auto y cuando sus miradas se encontraron supo que aún él parecía preocupado por algo.—¿Cómo te fue? —preguntó
Tocaron a su puerta, Lucia seguía echada sobre su cama, sosteniendo su estómago y manteniéndose con los ojos cerrados por el dolor tan intenso que sentía. Estaba nerviosa, sabía que eran los nervios. Se levantó con dificultad y abrió la puerta, su padre, Rosa y Rosalía la miraba con caras de asombro.—Te ves horrible —dijo su madrastra.—Esto no hay como arreglarlo ni con cien mascarillas, estás pálida, ojerosa, no es que seas bonita, pero te ves demasiado fea para casarte con un hombre como Enrique —dijo Rosalía mientras se cruzaba de brazos.Su padre negó reprobando su apariencia.—Pasé la noche vomitando, es que…—No te justifiques, hija, hoy es la cena previa a la boda, el ensayo, la prensa estará hoy, mírate, la cara hinchada, tampoco has cumplido con tus deberes, Enrique está decepcionado —Explicó su padre.Lucia se dio la vuelta por si las lágrimas la traicionaban, ella se decepcionó primero de él, además, sí estaba hinchada y ojerosa porque desde aquella conversación con su pro
Enrique quedó gratamente sorprendido con la apariencia de Lucia, se veía sencilla, pero elegante, muy bonita y la vez sensual, la miró de reojo, ella iba seria y bastante retraída, hacía días que no la veía o sabía de ella, pues se internó su casa y solo iba a trabajar y de regreso a su casa. Supuso que tenía que ver con el adelanto de la boda, debió ponerse nerviosa y él entendía la situación, aunque esperaba que pronto todo volviera a la normalidad.Como pensó, el anuncio de su boda lo disparó en las encuestas, dejando atrás a su contrincante más cercano, nadie en la ciudad e incluso el país hablaba de otra cosa que no fuera sobre la boda de Enrique Marino Aristegui y su discreta y misteriosa prometida.—Todo marcha bien, Lucia —dijo para buscarle conversación a la chica que, aunque no era de mucha conversación, había logrado abrirse con él.—Así vi en el correo, me llegaron los resultados de las encuestas —respondió ella con parquedad sin mirarlo.—Fue buena idea adelantar la boda,
Lucia miró hacia los lados con incomodidad, no quería que la vieran persiguiendo a su futuro marido tras bastidores, esperaba con ansias a que la puerta se abriera.—Voy enseguida —respondió.Ella suspiró y cerró los ojos.«Claro que está encerrado allí con la rubia».Se abrió la puerta y ella sintió como su corazón se aceleró, alzó el mentón y contuvo el aliento, él la miró a los ojos al salir, se veía imperturbable como era siempre, la rubia se adelantó con ademán exagerado mientras mantenía una sonrisa irónica en la cara, se acomodó la ropa, sacudió su cabello y limpió sus labios, Lucia cerró los ojos y desvió la mirada, escuchó como la chica se alejaba sin despedirse.—No es lo que parece —dijo enseguida Enrique con tono seguro.Lucia lo miró a los ojos y aun cuando su cuerpo temblaba, le sostuvo la mirada y se mantuvo entera.—Supongo que es alguna de las chicas con las que te verás de forma muy disimulada para poder mantener esta farsa, está bien, no es mi problema, pero tu famil
Lucia se miraba al espejo mientras las mujeres encima de ella terminaban su maquillaje, se sentía frustrada de no poder hablar con nadie de su situación. Paso toda la mañana recordando la mirada retadora de Enrique, su frialdad por momentos, y lo imponente que se veía, la noche anterior salió como fue planificado, posaron sin parar para las cámaras y para la prensa y entre ellos pareció quedar todo claro, él insistía en dejarle a ella muy declarada la situación: no eran una pareja de verdad.Pero ese era el día de su boda, no podía echarse abajo, recibió los tratamientos de belleza que fueron agendados para ella: pies, manos, spa, masajes, rostro. Su piel se veía más sana y brillante que nunca, así como su cabello y sus labios, el maquillaje que le hacían era profesional. Lucia volvió la cabeza hacia la puerta cuando vio a Gabriel, con un gesto simple le pidió a las mujeres que los dejaran solos un momento.Gabriel pasó a la habitación y se situó detrás de ella, la miró en el espejo mi
Se concentró de tal manera en la ceremonia que el sacerdote debió repetir de nuevo que el novio podía besar a la novia, el corazón de Lucia se mantenía acelerado, ya llevaba en su dedo una alianza, ya el sacerdote los había nombrado marido y mujer, Enrique con delicadeza se acercó a ella y apartó el velo de su rostro, él alzó las cejas y se quedó mirándola a los ojos por fracciones de segundo, repasó todo su rostro y se inclinó sobre ella para dejarle un beso tierno sobre los labios. Ella contuvo el aliento y con los ojos cerrados esperó a que el beso terminara.—Vivan los novios —gritaron al unísono mientras de fondo sonaba una canción barroca.Enrique sonrió con amplitud y apretó su mano con fuerza, la miró y ella le devolvió la mirada como buscando respuesta sobre qué hacer en adelante.—Lo hicimos, está hecho, eres mi esposa —dijo sonriente mientras alzaba su mano y reía en dirección de los asistentes a la boda. Ella se limitó a asentir, dejó de sonreír cuando vio entre los presen