Epílogo, segunda parte

Esa noche, tras cenar y bailar con sus colegas, Margarita llegó al hotel en el que se hospedaba arrastrando los pies. Cayó rendida en un profundo sueño en cuanto su cuerpo tocó el colchón y, al otro día se despertó agitada, lista para continuar con una segunda jornada.

Ese día era más apretado que el anterior y su asistente ingresó a su cuarto con el desayuno. No tendrían tiempo de desayunar tranquilas y debían alistarse para participar de la esperada cosecha.

Margarita pensó que había bebido mucho la noche anterior y se sintió mareada en cuanto se levantó de la cama. Se dio un par de tumbos por los muros del dormitorio y se encerró en el baño para bañarse y recomponerse.

Mientras el agua caliente le tocaba la nuca

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