Epílogo, primera parte

A pocos meses del inicio de clases, Margarita mostró grandes avances para con el idioma que deseaba aprender. Su esposo fue un maestro firme y la ayudó cada vez que ella lo requirió, también sus suegros, quienes fueron profesores pacientes y divertidos.

Su suegra no regresó a trabajar para Santa Marta y decidió conservar su puesto en Santa Margarita, junto a su único hijo y su hermosa esposa, además, estaba impaciente porque los nietos llegaran y quería ser la primera en conocer la gran noticia.

Su esposo, claro, tuvo que respetar sus decisiones. Si bien, volvieron a vivir juntos como en los viejos tiempos, sus caminos se dividían cada día al despertar, pero aquello resultó positivo para los dos, puesto que la distancia por largas horas les ayudaba a extrañarse, aunque fuese en lo más

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