Llave

Lucca la levantó por la espalda con mucho cuidado e hizo malabares para abrir la puerta trasera del coche y subirla allí.

La cabeza de Margarita dio tumbos por todos lados, aun cuando Lucca intentó ser cuidadoso.

Nunca había visto a una mujer desmayada y no tenía idea qué hacer ni a quien llamar, así que solo la recostó en el interior del auto y esperó a que la magia ocurriera.

Las piernas le quedaron colgando hacia afuera, pero nada de eso importó y Lucca rodeó el auto para revisarle la boca. Algunas gotas de sangre le afloraban por entremedio de los labios y, tras revisarla con cuidado, entendió que la joven se había mordido la lengua.

Se tuvo que reír cuando supo de donde provenía la sangre. Hablaba tanto y tantas incoherencias que se había mordido su propia lengua.

Se rio solo, mirándola desmayada.

No bastó mucho para que el calor de media mañana y el encierro del coche la obligaran a despertar sudada y pegoteada.

Se levantó con torpeza y lentitud; sintió el dolor del golpe que s
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