A Margarita cada día se le hizo más difícil, peor con la presión de Américo, el argentino odioso que no estaba dispuesto a ceder y que insistía cada día para conseguir lo que él quería.Ese día, Margarita se sintió más confundida. Era viernes y cada vez estaba más cerca del almuerzo familiar al que había sido invitada.Corrección: obligada a asistir.Los viernes, la joven nunca iba a almorzar puesto que, en las noches, salía con sus amigas a cenar y de fiesta, así que acumuló las ganas de comer para la noche.Además, tenía mucho trabajo pendiente y no quería quedarse horas extras allí; quería salir temprano e irse de compras.Necesitaba un lindo vestido veraniego para la comida del domingo. Algo blanco, algo llamativo.Margarita se escondió en el baño cuando su jefe se despidió de ella antes de irse a almorzar.Le había dejado un suave beso en la mejilla y un delicado toque en la cintura, algo que le había causado dos cosas realmente confusas.Se mojó con agua fría la nuca y respiró p
Cuando Margarita vio a su jefe desmayado, se puso pálida y temió lo peor.—¡Lucca! —exclamó espantada y corrió para socorrerlo—. ¿Está bien? —preguntó nerviosa tocándole las manos.Nunca había visto a un hombre en aquellas condiciones. Él negó y estiró la mano con dificultad para señalar su escritorio.—Agua —susurró él con la garganta seca.—¿Qué? —preguntó ella, temblando completa.—Agua —repitió él con dificultad.Ella se levantó a tropezones para servirle un vaso con agua desde el dispensador.Corrió para llevárselo y, aunque trató de ofrecérselo para que él lo recibiera, no hubo caso y Margarita terminó poniéndolo en sus labios para que el pobre debilitado de Lucca bebiera.Le sostuvo la nuca con una mano y le ayudó a beber, complicada por volver a tocarlo.Tenía un cabello sedoso y un aroma muy particular. Intentó no sentirse tan mareada como él y trató de mantener el control.—¿Ya se siente mejor? —preguntó con ese sentimiento de culpa que no la dejaba sosegarse.—No —ronroneó
Margarita se subió a un bus de recorrido largo y viajó amargada en la parte trasera; miró por la ventana durante todo el trayecto y maldijo entre dientes atrayendo la atención de los pasajeros, esos que la observaban con curiosidad.Se bajó antes de la parada que le correspondía. Quería caminar y pensar. Estaba tan congestionada emocionalmente en ese momento que, tenía los ojos vidriosos y deseaba llorar y no parar.Se metió en un centro comercial y se compró un helado de chocolate con chips de chocolate y con una gruesa cobertura de chocolate.Se lo comió sin culpa, soltando suspiros doloridos que le subían por la garganta.Estaba segura de que nunca había sido humillada ni tratada de una forma tan grotesca y le dolían los hechos.Recordar la voz de la madre de Lucca, pidiéndole que se marchara y la odiosa voz del argentino burlándose de sus desgracias, solo empeoraba las cosas.Caminó por fuera del edificio en el que residía, pero fue cobarde y no quiso entrar.Tenía claro que, Paul
Se escondió en el baño para darse una ducha de agua fría y luego se encerró en su habitación privada para llorar producto de la vergüenza que sentía.Si el Che la había visto arrodillada frente a Lucca y metida entre sus piernas, significaba que el lunes todos iban a pensar que era una lame bolas, y no en un buen sentido, sino, en el sentido pervertido.Pasó dos horas eligiéndose un atuendo adecuado para irse de fiesta y prefirió un atrevido vestido ajustado que iba muy bien con su estado de ánimo.Se maquilló, se alisó el cabello rubio y salió de su dormitorio, lista para ahogarse en alcohol y borrar toda la semana. Empezar de cero y con el pie derecho.—Estoy lista —dijo la salir de su cuarto.—Bien, Marga, ya era hora —bromeó Paula poniendo los ojos en blanco y cerró la persiana de la sala para agarrar sus pertenencias y abandonar el departamento.Ella también vestía un atuendo seductor. Una minifalda ajustada y un top liso que acentuaba su linda cintura.July siempre se asesaba y
—Margarita… —susurró el adormilado hombre al otro lado de la pantalla.Ella escuchó su voz ronca y entendió que era real. No era un sueño erótico ni una alucinación por beber tanto.No le dio tiempo de hablar, ni de pensar y finalizó la llamada de forma insistente.Presionó tantas veces la tecla para terminar el video llamado que el teléfono se le cayó de las manos y tuvo que gatear por la alfombra, desnuda, para buscar su móvil y desactivarlo antes de que el hombre le regresara la llamada o se atreviera siquiera a escribirle.La borrachera se le espantó en ese momento, cuando entendió lo que había hecho y se sentó en la cama a mirar el teléfono con culpa.Tenía tanta vergüenza que no podía pensar en otra cosa que no fuera en el orgasmo que había sentido mirando una estúpida foto inmóvil.Como sus amigas se habían metido a la cama para dormir después de bailar por casi cuatro horas, se fugó hasta el cuarto de baño que las tres compartían y se hundió en la bañera por algunos minutos, c
Al otro lado de la pantalla, Lucca escribió y reescribió decenas de veces una respuesta para ella. No sabía exactamente qué decirle. Tenía miedo de que lo malinterpretara y las cosas se tornaran complicadas dentro de la oficina. No sabía que quería.No podía negar que su relación con la joven le gustaba. Ella era simple, pero muy difícil de leer. Lucca la sentía como un desafío. Un desafío misterioso y realmente bonito.Cuando pasaba las mañanas con ella, organizando el trabajo y hablando sobre el futuro de su agenda, se olvidaba incluso de Lidia y de su enfermedad.Se olvidaba de todas esas preocupaciones con la que había crecido y se dejaba llevar por su serenidad y naturalidad.Estaba confundido y muy atemorizado. No estaba acostumbrado al rechazo y, si bien, todas las mujeres de los viñedos Santa Marta le miraban con hambre, Margarita no y a veces sentía que él no era lo que ella buscaba.Que no era lo suficientemente bueno para alguien como ella.Se armó de valor y le dio una r
A Margarita le hacía bien visitar a sus padres y a sus hermanos.Cuando estaba con ellos, rodeada de altos árboles frutales y de los escandalosos, pero diminutos perros de la casa, sentía que se unía otra vez a la chica que era, a la chica que había dejado atrás para buscar independencia.Su madre siempre le preparaba ensalada de huevo y tomate. Le preparaba los mejores cafés que había probado en su vida y cuando anochecía y sus revoltosos hermanos se iban a la cama, la acompañaba a mirar el cielo estrellado.Se tumbaban en el suelo mojado y miraban el cielo, conforme conversaban y ella se aliviaba.Margarita se quedó a dormir aquella noche con sus padres.Tuvo que compartir la cama con Julieta, su hermana de diecisiete años. Le trenzó el cabello hasta las dos de la madrugada y conversaron de las conquistas de Julieta en la secundaria.Cuando Margarita regresaba a casa, sus padres y hermanos comprendían bien que atravesaba por un mal momento y no le hacían preguntas de ningún tipo, so
Los padres de Margarita no pudieron reaccionar ante dicha escena. En vez de eso, se quedaron aturdidos y miraron todo el acto con diversión.Nunca habían visto a su hija desmayarse y, en ese instante, no supieron qué hacer. Podían correr a auxiliar a Margarita o ayudar al muchacho que estaba siendo devorado por una perra en celo, pero en vez de eso, no hicieron nada.—¡No, Dulce bella princesa Leia! —gritó la madre de Margarita y con un mantel de cocina le dio unos cuantos azotes a la enloquecida perra.Lucca le había agarrado el cuello a la perra para quitársela de encima, pero el animal le había clavado bien los dientes en el pantalón y gruñía cada vez que buscaba agarrar más y más.Los hermanos menores de Margarita corrieron con una manguera hacia donde ellos se encontraban y no dudaron en disparar un grueso chorro de agua que mojó a Lucca por entero.El hombre incluso se ahogó con el agua que le caía por la cara, pero la operación de los niños tuvo éxito y la perra se echó a corre