36

El reloj marcaba las dos de la madrugada cuando Anya empujó la puerta del dormitorio de Leonard.

El sonido de la tormenta afuera cubría el leve crujido de la madera bajo sus pies descalzos. La mansión estaba en absoluto silencio, pero su corazón latía como un tambor en sus oídos. Él estaba ahí. Sentado en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos, como si estuviera luchando contra algo dentro de sí mismo.

Sus ojos se levantaron cuando sintió su presencia. Se congeló al verla de pie en la penumbra, con la tenue luz del pasillo iluminando su silueta. Llevaba una camisa demasiado grande para su cuerpo, que apenas le llegaba a la mitad de los muslos. Descalza.

Leonard sintió un golpe seco en el estómago.

—Anya… —su voz fue un gruñido bajo, tenso.

Ella cerró la puerta detrás de sí con un clic, aislándolos del mundo exterior. Sus labios se curvaron en una sonrisa temblorosa mientras avanzaba lentamente, sin apartar la mirada de él.

—Estoy cansada de fingir que no quiero esto —susur
Glenmarts

¡ohhhh! Leonard no pudo contenerse, pero tiene miedo de que todo se sepa... ¡L@s leooo! Gracias por leer!

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