La espuma flotaba en la superficie del agua, iluminada tenuemente por la luz cálida de unas velas dispuestas alrededor de la bañera de hidromasaje. El aroma a rosas y sándalo impregnaba el ambiente, mezclándose con la fragancia de la piel de Lilia.Con dedos pacientes, desató los lazos de su vestido, dejando que la tela resbalara lentamente por su cuerpo hasta caer a sus pies. Un beso leve, como una brisa cálida, se posó en su clavícula. Luego otro, más abajo. Sus labios eran lentos, tortuosamente suaves, descendiendo por su piel desnuda mientras sus manos se deslizaban por su espalda, despojándola de la última prenda que la cubría.—Eres un adicto al control —susurró ella, con la respiración entrecortada, cuando él la tomó por la cintura para ayudarla a entrar en el agua.Nikolai sonrió de lado. Sus ojos centelleaban con diversión y deseo.—Solo contigo.El agua caliente la envolvió como un abrazo, pero nada se comparaba con las manos firmes de él, que recorrían su espalda con suaves
La noche era fría y silenciosa. Desde su encierro en la mansión de Alessandro, Anya se había acostumbrado a mirar la calle a través de los barrotes de la gran reja que la separaba de la libertad. Sabía que no podía escapar, que las cámaras y los guardias vigilaban cada uno de sus movimientos, pero, aun así, cada noche se permitía soñar con la posibilidad de que alguien viniera por ella.Esa noche, el destino pareció responderle.A lo lejos, entre las sombras de la calle solitaria, una figura se acercaba con pasos decididos. Al principio, pensó que era solo un hombre más caminando en la fría madrugada, pero cuando la luz de una farola iluminó su rostro, su corazón se detuvo por un instante.Leonard.El nudo en su garganta se deshizo en lágrimas silenciosas. Se llevó una mano a los labios, temblando, y corrió hasta la reja.—¡Leonard! —susurró con desesperación, como si temiera que alguien más pudiera escucharla y arrebatarle ese momento.Él se detuvo frente a la reja y la miró con una e
Alessandro prácticamente lanzó a Anya dentro de la habitación. Ella tropezó y cayó sobre la cama, con el pecho agitado y el miedo brillando en sus ojos. Antes de que pudiera incorporarse, escuchó el sonido metálico del cerrojo asegurándose desde afuera.Se quedó sentada, con la respiración entrecortada, apretando los puños sobre las sábanas. Se acercó a la puerta, golpeándola con rabia.—¡Maldito seas, Alessandro! ¡No puedes tenerme aquí como una prisionera! —gritó, pero no hubo respuesta. Solo el eco de su propia voz en la inmensidad del silencio.Mientras tanto, Alessandro caminaba con pasos pesados hacia su despacho. Cerró la puerta de un golpe y se dejó caer en su silla de cuero, pasando ambas manos por su rostro. Estaba enojado. Con ella. Con él mismo. Con todos.Anya lo desquiciaba. Su mera presencia lo ponía en conflicto con su deber y con sus propios sentimientos. Estaba enamorado de ella. Lo había sabido desde hacía tiempo, pero admitirlo era una condena.El rostro de su madr
El club clandestino vibraba con el estruendo del jazz desafinado que resonaba entre las paredes de ladrillo rojo. La atmósfera cargada de humo hacía juego con las miradas codiciosas de los hombres que llenaban el lugar. Todo en aquel lugar gritaba peligro, y Lilia lo sabía. Pero seguir allí era un mal necesario.—Te pedí que bailaras para ellos, Lilia, no que tomes decisiones por tu cuenta —el jefe del club, Valentín, golpeó la mesa con fuerza, sus ojos oscuros reflejando su impaciencia.—No soy un objeto, Valentín. No voy a bailar para un grupo de desconocidos solo porque tú quieras mantenerlos contentos. Ya hago suficiente —replicó ella, su voz firme aunque sus manos temblaban de furia contenida. Había lidiado con hombres como él toda su vida; hombres que confundían su fuerza con una invitación para doblegarla.El enfrentamiento provocó que varias cabezas en el lugar se giraran hacia ellos, pero fue una mirada en particular la que quedó clavada en Lilia. Nikolai Volkov, sentado en u
—He investigado sobre ti. Sé de tu talento como bailarina, sé del esfuerzo incansable que haces para cuidar de tu familia. Y también sé que estás al borde del colapso financiero y que tienes a tu hermana en la cárcel por culpa de un mafioso.Lilia se tensó. Que este hombre supiera tanto sobre ella la ponía en guardia, pero no sabía cómo escapar de lo que parecía ser un interrogatorio calculado.—¿Qué es lo que quiere de mí? —preguntó, tratando de sonar fuerte, aunque su corazón latía con fuerza.Nikolai la miró directamente a los ojos, con una intensidad que parecía perforar cualquier barrera que intentara construir.—Quiero ofrecerte un trato. Necesito que seas mi esposa durante un año, alguien que esté bajo mi protección completa. A cambio, me aseguraré de que tú y tu familia nunca tengan que preocuparse por nada.El silencio era casi ensordecedor. Lilia no sabía cómo reaccionar. La propuesta era tan inesperada como asfixiante.—¿Esposa? —repitió, confundida.— ¿Qué le pasa?—Signifi
Nikolai había escogido el lugar con cuidado. Un almacén abandonado, lejos de las miradas curiosas y empapado con el aire de peligro que le convenía a la ocasión. Las paredes desgastadas y el eco de cada paso daban a la reunión un aura de tensión que era casi palpable. Lilia lo seguía de cerca, obligada por los hombres de Nikolai, quien no parecía dispuesto a dejarla escapar de su control. Ella había jurado no mostrar miedo, pero cada movimiento de la noche la estaba poniendo a prueba.—¿Por qué debo estar aquí? —exigió saber, con la voz firme pero la mirada nerviosa moviéndose entre las sombras del lugar.Nikolai no la miró, pero su tono fue inamovible. —Es mejor que veas por ti misma cómo funcionan estas cosas. Así, la próxima vez pensarás dos veces antes de desafiarme.Antes de que pudiera replicar, las enormes puertas metálicas se abrieron con un chirrido y un grupo de hombres entró en formación meticulosa. En el centro, Aleksei Romanov avanzaba con la seguridad de un depredador en
De regreso en la mansión de Nikolai, la grandeza del lugar no hacía más que aumentar la sensación de encierro para Lilia. Cada rincón estaba decorado con un lujo intimidante, rebosante de detalles meticulosamente cuidados; todo parecía un reflejo de la personalidad de su dueño, calculador y dominante. La opulencia no era un consuelo, sino una prisión dorada que la hacía añorar la simplicidad de su antigua vida. En el centro del inmenso salón principal, bajo la cálida luz de una araña de cristal que parecía flotar sobre ellos, Nikolai aguardaba, exultante de una tranquilidad que parecía inquebrantable.Lilia, sin embargo, estaba lejos de compartir esa calma. Tan pronto como entró, las puertas dobles se cerraron detrás de ella con un eco que le retumbó en el alma. Se plantó firme en el centro del salón, su mirada encendida con una rebeldía nacida tanto del miedo como de su indomable espíritu.—Exijo saber por qué haces esto —soltó con dureza, cruzando los brazos con un gesto desafiante.
Nikolai avanzó con calma felina, cerrando la puerta tras de sí. Cada paso acortaba la distancia entre ellos, y Lilia sintió que el aire se volvía espeso, cargado de algo electrizante, algo que la volvía inquieta.Ante ella, extendió un contrato. Lilia sabía lo que significaba.—Te propongo un trato, Lilia. Uno en el que ambos ganamos.Lilia tan solo lo miró con ojos asustados.—Quiero dejar algo claro. —Nikolai rompió el silencio, su voz profunda poblando cada rincón del despacho. Con un gesto tranquilo, empujó un bolígrafo hacia ella. —Te protegeré, pero las condiciones tienen que estar claras, incluso por escrito. Un acuerdo matrimonial. Sin ceremonias, sin compromisos reales. Solo un año y después, serás libre.Lilia arqueó una ceja, cruzando los brazos con una mezcla de incredulidad y desafío. Había algo en su tono que sugería que este acuerdo era más por estrategia que por cualquier otra razón; probablemente algún capricho legal que beneficiaría a Nikolai en su feudo de caos. Pero