Dos meses después...Lilia deja a Alan en el colegio, observando cómo entra corriendo con su mochila rebotando en la espalda. Una sonrisa se dibuja en su rostro al verlo tan entusiasmado por comenzar su día. Aunque la separación diaria le deja un ligero nudo en el pecho, se consuela pensando en lo feliz que él está.Tras un profundo suspiro, enciende el motor de su carro y conduce en dirección al hospital. Se siente muy feliz porque ya no tiene que tomar el bus para transportarse. Todo el sacrificio valió la pena: meses de ahorrar cada centavo, rechazar invitaciones a salidas y trabajar horas extra finalmente dieron fruto. Ahora puede disfrutar de su carro. No es lujoso ni muy moderno, pero está en buenas condiciones y no consume mucho combustible.—¡Hola, Lilia! —la aborda Patricia con una sonrisa amigable, en cuanto ella llega al hospital.—¿Cómo estás, Patty? —le devuelve el saludo con una sonrisa cálida, mientras sus ojos reflejan un brillo de alegría tras ver a su compañera.—Sal
El vacío le apuñala el pecho, una estaca helada que le corta la respiración. Siente el deseo punzante de regresar con Bratt, de pedirle una oportunidad más. Sin embargo, una fuerza invisible la retiene, una barrera que no logra comprender. Se pregunta si es la culpa, el eco constante de su pasado, o el temor a que Bratt vuelva a herirla. Tal vez sea simplemente la necesidad de paz, de un nuevo comienzo lejos de todo. Quizás, se dice, no necesita a un hombre para sentirse completa.«Pero lo amo», se repite en silencio, una confesión amarga que le quema por dentro.Lo ama. Esa es la verdad que la avergüenza, la cruda realidad que la persigue. Ama al hombre que fue el primer amor de su amiga, el mismo hombre que fue su amante mientras ella estuvo casada con Adrián.—Lo nuestro no funcionaría… —dice con un hilo de voz, el sufrimiento marcando cada sílaba. Se resigna a esa idea, pero en lugar de la ansiada calma, solo encuentra más dolor, un vacío aún más profundo.***Un mes después...—M
Los temblores que sacuden su cuerpo delatan el tiempo que ha pasado bajo la ducha, el agua confundiéndose con las lágrimas que aún resbalan por sus mejillas.Ni siquiera la espuma abundante ha logrado disipar la sensación de vacío y arrepentimiento que la invade. Se siente manchada.—¿Qué me pasa? ¿Es un pecado estar con alguien que no sea Bratt? —Detesta la idea de que su cuerpo y sus recuerdos parezcan pertenecerle solo a él, que su corazón se niegue a aceptar que no están destinados a estar juntos—. ¿Por qué tuve que conocerte, Bratt?La frustración la embarga, transformando sus pensamientos en un torrente de reproches. Ahora lo sabe con certeza: ama a Bratt como nunca antes ha amado. Podría estar con Raymond, con cualquier otro, pero su corazón sigue anclado a él.—Quizás me equivoqué con Raymond —murmura, el remordimiento punzándola.El viaje de regreso transcurre en un silencio denso. Raymond está inquieto, temiendo romper la quietud y escuchar de labios de Lilia la confirmación
El dedo tembloroso presiona la opción de llamada y, de inmediato, ella escucha el timbre por medio de los auriculares que se aferran a sus orejas.Desde que percibe que la llamada entra, Lilia empieza a hablar sin esperar a que su objetivo conteste:—Adrián, necesito que te quedes con Alan por unos días más, por favor.—¿Por qué? ¿Acaso te piensas ir de rumba con el noviecito de pacotilla que ahora tienes? —Su respuesta tosca sale de impulso, con un tono de reclamo que irrita a Lilia. —¡Escúchame! —lo interrumpe, alterada—. No te importa a dónde ni con quién iré, ya que es mi problema. Así como Alan es mi hijo y yo tengo que encargarme la mayor parte de él, tú también tienes la responsabilidad de cuidarlo. » ¿Crees que con verlo cada quince días cumples con tu rol de padre? ¡Pues no! Estoy harta de tener que sacrificarme todo el tiempo mientras tú vives tu vida tan tranquilamente. Te quedarás con él y no me joderás con preguntas que no vienen al caso porque, ¿adivina qué?, ¡soy libr
El camino se hace más largo de lo que debería. Las manos, que se encuentran aferradas al timón del carro, le tiemblan con la misma intensidad que le late el corazón.—Sé dónde encontrarte, ¿ahora qué? —Ella se muerde el labio inferior, gracias al nerviosismo que siente en ese momento.Le encantaría ir a aquella ciudad de imprevisto e ignorar que no tiene dinero suficiente para sobrevivir allí, como tampoco un lugar dónde hospedarse. Se pasaría por alto esos detalles si no fuera por Alan, quien ya no puede quedarse un día más con Adrián porque tiene que ir a la escuela.—Debo calmarme... —se anima a sí misma.Tiene la tentación de ir por el niño, ya que se encuentra en Diamond con su padre; sin embargo, no se siente de ánimos para el interrogatorio de Adrián, así que mejor esperará a que él lo lleve a casa.Debajo de las gotas tibias que salen del grifo, ella maquina la manera de ir por Bratt, pero ¿qué le dirá? Él se veía muy enojado aquella mañana, además, pudo ver la misma expresión
Lilia observa el paisaje natural con una sonrisa en la cara. La brisa le levanta las pocas hebras que se han salido de su coleta alta, debido a que está expuesta a ella porque se encuentra en la parte trasera de una camioneta, junto a un grupo de doctores y enfermeros.La carretera pierde el pavimento y frente a ellos se abre un sendero terroso. El vehículo hace movimientos bruscos por causa de las piedras que han sido desparramadas en la calle, con la intención de que el lodo no impida el tránsito. Aunque, debido a la sequedad, en vez de lodo hay polvo, cuyas partículas son levantadas por el viento caliente y los tambaleos de la camioneta.—¡Llegamos! —anuncia uno de ellos, tras parquearse frente a un consultorio pequeño, con varias casetas y una clínica móvil de remolque.Lilia descubre que hay muchas personas —tanto adultos como niños— que circulan allí en orden y hacen largas filas, para poder acceder a los médicos y enfermeros que asisten al gran flujo de pacientes.La lástima y
Todo su alrededor empieza a desvanecerse y se torna irreal, como si fuera una imagen borrosa, un fondo difuminado que resalta un único elemento: Bratt.Los nervios, cuan viles enemigos, dejan en evidencia lo mucho que su encuentro la afecta, al no ser capaz de controlar los temblores de su cuerpo, la manera violenta en que su pecho sube y baja ni la sofocación en su forma de respirar. Es como si, de imprevisto, en su interior se desatara un huracán de emociones que empieza a arrasar con toda la compostura que desea mantener. Su corazón, cuyos latidos aumentan con una intensidad tormentosa, reconoce a ese hombre que siempre ha sido su dueño.Lilia, aunque lucha contra sus emociones, no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas. Por lo menos, ha logrado contenerlas allí.«Es él...», piensa, aterrada.Los músculos se le tensan, por lo que sus extremidades no reaccionan, y la mente se le ha quedado en blanco. ¿Qué debe hacer? La última vez que lo vio, Bratt estaba muy enojado y dece
Temprano en la mañana, cuando por fin su turno ha terminado y puede regresar a la posada para descansar, Lilia se toma una avena caliente, que buscó en la cafetería, mientras se conduce a la salida del hospital.Está tan agotada que siente que podría dormirse en cualquier momento.—Lilia... —La voz de Bratt la despabila, pero ella no se atreve a encararlo. No después de que él se fuera con otra mujer a hacer quién sabe qué.—Me voy a dormir a la posada porque me toca turno en la tarde —responde con un tono brusco.—No tendrás ningún turno hoy, necesitas descansar.—Ya me anoté, Bratt.—Me importa una mierda. Tú te vienes conmigo. —Él se le coloca en frente para mirarla a la cara.—¿Qué? —interpela, estupefacta—. ¿Por qué tendría que irme contigo? ¡Déjame en paz!—¡Con un demonio, Lilia! Tienes una semana entera trabajando día y noche. ¿Cuál es la necesidad de que te brinques los descansos?—No es tu asunto, Bratt. Es que ni siquiera entiendo por qué me estás jodiendo cuando deberías e