89. Frente con el diablo

—Señora Altagracia —cuando Santiago pronuncia es notable el susto en el tono que lo agobia. Su rostro está bajo los efectos todavía de la dolencia, y sigue un poco pálido. Cuando vuelve a nombrarla, el miedo en sus ojos se hace presente—. Es usted, señora Altagracia.

—No vengo a acusarte de nada…—Altagracia toma una de sus manos—, pero tienes qué ayudarme ahora mismo. Me hice pasar por una mujer mucho tiempo. Esa mujer a la que le hablaste es Ximena Serrano. Soy ella. Pero ella ya no existe y soy yo a la única que le debes confesar la verdad. No puedes seguir mintiendo, y tampoco esperar más tiempo para confesar, Santiago.

Santiago no palidece por su recuperación que le quita las fuerzas, sino por las palabras, las órdenes de Altagracia. Él no esperaba que justo hoy encontraría a nada más ni nada menos que a la señora Altagracia. La mujer qué mucha gente quería muerta.

—Me confesaste que te habían obligado. Fuiste envenenado, te intoxicaron para qué no hablaras, pero vives. Que siga v
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