96. Convencida de la verdad

Y así la sonrisa más hermosa qué puede haber visto le pertenece a éste ángel qué tan rápido como un destello de la estrella más resplandeciente de la noche que acompaña a un deseo. Altagracia no recuerda cómo se respiraba.

Sus manos sudan, más de lo qué pensó. La palabra salió de su boca sin pensarlo, y mientras se fija aún más en la sonrisa del precioso bebé frente a sus ojos, sus manos empiezan a sudar peor qué antes. La necesidad por cargarlo, por sostenerlo entre sus brazos carcome los pensamientos de Altagracia. No sabe qué hacer salvo dejar que lágrimas se escapen. Un tierno sonido deja la vocecita del bebé frente a ella, y el corazón salta disparado ansioso.

Jazmín se aleja de ella cuando estira la mano hacia Matías.

Altagracia parpadea, las lágrimas saliendo de ellas. La expresión de confusión y desesperación aparece en Jazmín.

—Lo l-lamento, yo —Altagracia se le quiebra la voz, volviendo a Matías. Se agarra de las manos cuando sus ojos se transforman en un anhelo desesperado—
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