101. Hermosa realidad

—¿Eres tú…? —la voz de Altagracia vuelve a acortarse peor que antes.

Sus manos tiemblan con el toque de Gerardo y ni siquiera es suficiente para confirmar éste sueño. Supone que sigue dormida, porque nada de esto puede ser real. Luego de tanto dolor, observar la única salida directa hacia su felicidad es un presagio que no sabe cómo tomar. Son sus lágrimas la respuesta de su enorme dolor, su sorpresa, su felicidad. Abraza a su bebé mientras la piel de Gerardo sigue en contacto con la suya.

— Por Dios, dime qué eres tú…

—Necesitamos irnos de aquí, anochecerá. Fernando —la voz de Gerardo retumba una vez más y el escalofrío en Altagracia la deja atontada, en un puente movedizo donde apenas puede estar de pie. Pero la mano de Gerardo jamás deja su cintura y la mueve suavemente hacia la otra camioneta de la que hablaba Fernando—. Prometo contarte toda una vez estemos lejos de aquí, cielo. Pero confía en mí.

—Gerardo —Altagracia pronuncia como si se ahogara, mirándolo otra vez. Una iniguala
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