97. No se repetirá el calvario

Altagracia se adentra al carro, acomodando a Matías entre sus brazos con un Gilberto tan horrorizado que no sabe ni qué decir cuando tanto Azucena como Altagracia entran al vehículo.

—¡Arranca! —Azucena le exige a un Gilberto apenas sabiendo lo qué ocurre a su alrededor. Pero lo hace. Acelera al instante—. No puedo creerlo —Azucena se gira hacia su hermana—. ¡Altagracia, explícamelo…!

Pero Altagracia sólo tiene la atención en el bebé. En estos momentos puede admirarlo mejor qué antes, y cada rincón de él es perfecto. La gente puede decir que está loca, que no es verdad…pero ella no lo cree. Ella está totalmente segura del bebé que acurrucado empieza a bostezar en sus brazos.

¿Cómo podría olvidar esos grandes ojos que vieron el mundo por primera vez cuando ella más lo necesitaba? ¿Cómo podría olvidar la única luz que la mantuvo de pie en esos oscuros días? Con sus nudillos acaricia la piel suave de la mejilla de Matías.

Altagracia sonríe mientras la nostalgia, la emoción, la adrenalina
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