92. Una hermandad que necesitaba

—Azucena, hija. Espera, por favor.

—¡No quiero hablar con nadie, abuela! —Azucena exclama, desapareciendo hecha un mar de lágrimas en el pasillo que da a la finca.

Aleida la sigue por detrás, con la mano en el corazón, totalmente asustada. Altagracia se acaba de ir acompañada por Rita, y la fiesta terminó siendo un desastre. Los invitados tomaron sus cosas, entre impresionados y conmovidos de molestia por ser parte de éste show. Aleida pudo ver a un Ignacio azotado también por la sorpresa desapareciendo por el mismo lugar que tomó Altagracia.

—¿Qué acabas de hacer? ¿Estás loca? —Juan Carlo agarra del codo a Ana una vez más, empcujándola hacia su cuerpo. Sus dientes rechinan con la fuerza de su enojo e incredulidad. Ésta revelación lo tiene al borde de la locura—. ¡¿Qué mierda acabas de hacer?!

—Esa mujerzuela estuvo todo éste tiempo pisando nuestra casa para que nadie se diera cuenta de quien realmente era. ¡No ves qué se metió aquí y mintió! ¡Sigue siendo Altagracia! ¡Ximena es Altag
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