76. Una confesión apresurada

En la mesa todos están presentes. Azucena no deja de hablar con Rita, y de vez en cuando Altagracia le da una mirada a su abuela, quien con una sonrisa pequeña le demuestra que todo está bien. Pero Altagracia sabe que casi nada está bien.

Delante de todos es una desconocida. Y ella misma se siente una desconocida. Como quisiera abrazar a su hermana pequeña y demostrarle que sigue aquí. O simplemente tirar todo y continuar con su vida.

Suspira. Es algo difícil de hacer. Mucho está en juego. Y alguien tiene qué rendir cuentas a lo que le sucedió a su hijo y a ella.

Se limpia las comisuras con la servilleta, notando la mirada de vez en cuando de Ana. Juan Carlo está en el asiento principal, hablando sin parar. Puede decir con certera que no reconoce a su primo. Pero la soberbia de Juan Carlo no está dentro de su mente ahora. Tiene mucho en qué pensar.

—Si me disculpan —se pone de pie, llamando la atención de todos en la mesa. Sonríe a Rita.

—¿Ya te vas? ¿No comerás todo tu plat
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