80. El hilo que une a un padre con su hijo
—¿Y esto es, señora Soledad? ¿Esto qué es?

Guadalupe no ha dejado de temblar desde que recibió las instrucciones de Soledad. Una sola cosa quiere hacer si todo resulta ser real. Soledad está sonriente, peinando el cabello que le cae a los hombros al pequeño Matías. Éste día ha estado totalmente atenta al bebé, dejándola afuera tanto de la preparación de las comidas como de elegir su ropa después del baño.

Está en el umbral de la puerta, mirando a Matías y luego a Soledad, quien tararea una canción de cuna al niño.

—Es un cepillo—Soledad le responde, sin mirarla—. Es lo que necesitaremos.

—¿Y qué es lo que quiere hacer con eso…?

Soledad, sin dejar de sonreír, la mira en silencio.

—No te hagas la tonta, Guadalupe —Soledad se coloca de pie, cargando a Matías entre sus brazos. Hoy, el niño ha estado más tranquilo que nunca, y sólo mira a Soledad con atención. Soledad le arregla la chaqueta que le ha puesto—. No podemos perder más tiempo. Ya es hora de irnos.

—Pero, señora…—Guadalupe
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