Una y otra vez Guadalupe lee el papel entre sus manos. Si ella pudo sospechar que había algo extraño en el pequeño Matías, alguien pudo haberlo notado. Y todo lo que la señora Soledad estaba haciendo era por esa duda.Guadalupe alza la mirada hacia Matías, quien se remueve poco a poco en su cuna y con sus puñitos empieza a restregarse el rostro. Se acerca hacia él con cuidado, mirándolo con los ojos abiertos. Podría creer que todo esto es un sueño. Pero entonces Matías abre sus ojos adormilando, bostezando, y Guadalupe vuelve a soltar otro sonido de sorpresa.—Esto no puede ser posible —murmura Guadalupe. Mira el papel, luego mira a la puerta—. Si ese señor es tu padre, mi corazón. Entonces tu mami es…—Guadalupe se lleva las manos a la cabeza—, la difunta señora Altagracia…Un ruido lejano la saca de su ensoñación. La señora Soledad sigue afuera ¿Qué hará con este resultado? ¿A quién le dirá? ¿Se lo confesará al señor Rafael? ¡No se debe ser muy tonto para no darse cuenta! que Matías
El chófer de Gerardo, como lo pidió, maneja sin decir una palabra y en una distancia considerable al carro sospechoso.Gerardo no ha quitado la mirada de encima, receloso, desconfiado y malhumorado por haber visto a Matías llorando. La extrañeza de no haber visto a su nana fue motivo para no bajarse del coche desde el otro lado de la calle. Soledad en un carro policial y el extraño comportamiento que tuvo con el hombre en traje negro fue pruebas para dudar. Y el extraño comportamiento del hombre teniendo en brazos a Matías creó un impulso extraño en él.Algo malo está ocurriendo. ¿A dónde carajos llevan a ese pequeño?—Señor, ¿Quiere que estacione una cuadra más atrás? Entró a un garaje.Gerardo observa el reloj en su muñeca. Ha estado solo por estos días ya que Víctor sigue en México. Fernando debe ya haber llegado a Nueva York. La herida, apenas sanando, sigue siendo una molestia. Pero cualquier incomodidad se marchó por completo desde que puso los ojos en Matías: un ardor de rabi
La petulante voz de Ana es extraña para ella, ya que es la primera vez que la oye hablar así. Puede entenderlo de cierta manera ya que se dirige desprestigiosa a Ximena, no a ella directamente. Pero aún así, las palabras sobre “Altagracia” tienen doble sentido, no lo duda.Altagracia intenta sonreír disimuladamente. Y la mueca es impredecible. Está incómoda por esta conversación, y más por la presencia de Sebastián en Villalmar.—Sí, claro —responde Altagracia, bebiendo un poco de agua.No se le quita a Ana la sonrisa del rostro.—El doctor Sebastián hizo un gran trabajo, y ese mérito de querer salvar a Altagracia jamás se lo hemos recompensado. Hizo lo que estaba al alcance de sus manos, y es entendible que no quiere hablar de eso. Tan sólo decía que Altagracia siempre estará presente en nuestros corazones —Ana se limpia las comisuras de los labios con una servilleta.—Le arrebataron la vida a mi hermana de una forma cruel. Estoy segura que pudo haberse salvado si hubiese lle
La capilla formada para la unión de Ana y Juan Carlo ha sido diseñada en poco tiempo, y se encuentra frente a los árboles adornados que dan un toque acogedor. Villalmar tiene un gran contraste con la decoración. Luces guindando entre los árboles que de noche iluminarán el lugar. El camino que recorrerá Ana es de escalones de piedra que la guiarán hasta encontrarse con su prometido. El lugar de recepción muestran mesas de cinco a seis asientos, con arreglos florares blancos y dorados en el centro. Diseños de linternas doradas sobrevuelan sus cabezas, separadas la una de la otra ubicadas en el patio. Un enorme ramo de rosas blancas está en el centro, cerca de la fuente, aumentando la belleza de ésta linda recepción. Altagracia sostiene una carta de invitación frente a ella, en una esquina, a solas. Mira todo el ambiente con ojos nostálgicos, y en el fondo, muy feliz por Ana. Éste cabello falso tiene un moño a lo alto, y el tocado de flores le da ese aire angelical al peinado. Su v
Los jadeos impresionados no tardan en hacerse presente. Rostros conmocionados, murmullos rápidos que se expanden desde todos los extremos. Nadie esperaba algo así, y mucho menos lo esperaba Altagracia, rígida en el lugar sin dejar de ver conmocionada a Ana. Frágil se siente, de pronto. Como si el mundo hubiese dejado de existir. Los murmullos intensificándose con cada pasar de los segundos. El eco que dejó Ana con su declaración se expende por todos los lugares. En la soledad de su horror, Altagracia da un paso hacia atrás. —No —Altagracia mueve la cabeza. Su voz es incapaz de calmarse. Rota por el susto, observa a Ana para buscar una explicación—. No es verdad-—Fingió su muerte —Ana se gira a los espectadores. Unos más sorprendidos qué otros. Algunas personas empiezan a tomar fotografías de cada ángulo posible. Otras personas se levantan, y las mujeres presentes comienzan a cuchichear con manos en la boca. La música se detiene, y Juan Carlo, sentado tras la mesa, está tan pá
El abrazo de Ignacio no es lo que esperaba. Su mundo hecho pedazos otra vez la envuelven en una manta de horror, presa en lo que tanto quiso evitar. —Altagracia —su nombre en labios de Ignacio es una daga en el corazón. Ignacio ahora toma su rostro bañado en lágrimas secas—. Todo éste tiempo creí que habías muerto…Altagracia pide auxilio a gritos dentro de ella. Esto no puede estar pasando.«No, no» se repite. —Necesitamos hablar. Necesitas decirme qué fue lo que ocurrió y porqué decidiste hacer esto —Ignacio la toma de los brazos. Una expresión de total sorpresa inundándolo—. ¿Por qué lo hiciste?—No puedo dar explicaciones ahora. No puedo —Altagracia de quita las manos de Ignacio, adentrándose a la mansión con todas las miradas en ella. Pero Ignacio no se queda atrás. La persigue, y al llegar a la sala, él la vuelve a llamar—. No es el momento.—Todo el mundo acaba de ver que estás viva, Altagracia. Esto es —Ignacio la gira por el hombro. Es notable un pequeño destello de d
—Señora Altagracia —cuando Santiago pronuncia es notable el susto en el tono que lo agobia. Su rostro está bajo los efectos todavía de la dolencia, y sigue un poco pálido. Cuando vuelve a nombrarla, el miedo en sus ojos se hace presente—. Es usted, señora Altagracia.—No vengo a acusarte de nada…—Altagracia toma una de sus manos—, pero tienes qué ayudarme ahora mismo. Me hice pasar por una mujer mucho tiempo. Esa mujer a la que le hablaste es Ximena Serrano. Soy ella. Pero ella ya no existe y soy yo a la única que le debes confesar la verdad. No puedes seguir mintiendo, y tampoco esperar más tiempo para confesar, Santiago.Santiago no palidece por su recuperación que le quita las fuerzas, sino por las palabras, las órdenes de Altagracia. Él no esperaba que justo hoy encontraría a nada más ni nada menos que a la señora Altagracia. La mujer qué mucha gente quería muerta.—Me confesaste que te habían obligado. Fuiste envenenado, te intoxicaron para qué no hablaras, pero vives. Que siga v
Lo primero que hace Jazmín muy temprano en la mañana es mover las cortinas ligeramente para que la luz del sol se entrometa en la ventana, y así ilumine el nuevo cuarto donde duerme un hermoso bebé.Se da la vuelta. En sus manos lleva unas mantas y una toalla suave para la hora de la ducha del bebé, pero supone que eso no lo hará ella, sino Gerardo. Él entrará a la habitación en cualquier momento, así que debería apresurarse. Se coloca frente a la cuna del bebé para admirarlo dormir. Sólo ha pasado un día desde que llegó aquí, pero no han ido al departamento, aunque todo el edificio ya sea de GerardoEl bebé sigue durmiendo tranquilamente. Es un hermoso niño, quizás, el más bello que haya visto. Pese a que no es de pediatría, puede ver que es un niño sano, sin problema alguno. Sonríe un poco.Jazmín es consciente de todo el problema en el que está metido Gerardo. Aunque sólo actúa como su enfermera personal, no puede ignorar lo que eso se trata. Para Jazmín, Gerardo Montesinos es un ho