83. Contratiempo

Una y otra vez Guadalupe lee el papel entre sus manos. Si ella pudo sospechar que había algo extraño en el pequeño Matías, alguien pudo haberlo notado. Y todo lo que la señora Soledad estaba haciendo era por esa duda.

Guadalupe alza la mirada hacia Matías, quien se remueve poco a poco en su cuna y con sus puñitos empieza a restregarse el rostro. Se acerca hacia él con cuidado, mirándolo con los ojos abiertos. Podría creer que todo esto es un sueño. Pero entonces Matías abre sus ojos adormilando, bostezando, y Guadalupe vuelve a soltar otro sonido de sorpresa.

—Esto no puede ser posible —murmura Guadalupe. Mira el papel, luego mira a la puerta—. Si ese señor es tu padre, mi corazón. Entonces tu mami es…—Guadalupe se lleva las manos a la cabeza—, la difunta señora Altagracia…

Un ruido lejano la saca de su ensoñación. La señora Soledad sigue afuera ¿Qué hará con este resultado? ¿A quién le dirá? ¿Se lo confesará al señor Rafael? ¡No se debe ser muy tonto para no darse cuenta! que Matías
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