En la mesa todos están presentes. Azucena no deja de hablar con Rita, y de vez en cuando Altagracia le da una mirada a su abuela, quien con una sonrisa pequeña le demuestra que todo está bien. Pero Altagracia sabe que casi nada está bien. Delante de todos es una desconocida. Y ella misma se siente una desconocida. Como quisiera abrazar a su hermana pequeña y demostrarle que sigue aquí. O simplemente tirar todo y continuar con su vida. Suspira. Es algo difícil de hacer. Mucho está en juego. Y alguien tiene qué rendir cuentas a lo que le sucedió a su hijo y a ella. Se limpia las comisuras con la servilleta, notando la mirada de vez en cuando de Ana. Juan Carlo está en el asiento principal, hablando sin parar. Puede decir con certera que no reconoce a su primo. Pero la soberbia de Juan Carlo no está dentro de su mente ahora. Tiene mucho en qué pensar. —Si me disculpan —se pone de pie, llamando la atención de todos en la mesa. Sonríe a Rita. —¿Ya te vas? ¿No comerás todo tu plat
Los ojos de Altagracia parpadean ante la luz del sol cuando sale al patio. El fiscal Omar está en los asientos más arriba, y desde la distancia él la logra ver. Por lo que es notable como pide disculpas a los caballeros que están alrededor para acercarse a ella. Altagracia se detiene, una opresión que acaba de abalanzarse a ella yaciendo en todo su pecho, y no la deja continuar.No es hasta que puede ver la mirada de escrutinio del sr Omar, acercándose con la mano puesta en el arma de su funda que logra botar el aire en ráfagas de segundos.—Señorita Ximena.—Lamento interrumpirlo, pero no le quitaré mucho tiempo, señor Omar. Le pido encarecidamente que me escuche —ella duda en sí girar por su hombro. Encontrar a Ignacio sería peor que antes. No lo intenta, y continúa—. No hemos visitado a la mujer de la que la hablé. Pidió que esperará algunos días. Ya han pasado tres días desde entonces.—¿Habla de aquella mujer cuya hermana supuestamente tiene algo qué ver con esto?—Necesito habla
Compañías Reyes siempre ha tenido una gran influencia en casi todos los ámbitos en el que se destaca, siendo una empresa de renombre en el área de los negocios. Mantener una compañía tan enorme cuesta, pero para Altagracia, la única heredera por ley, jamás fue una tarea difícil. Sin embargo, la toma de poder siempre trajo inconvenientes en la relación de la familia. Joaquín Reyes lo sabe. En la sala de reuniones principal de la compañía se encuentran los involucrados en el tema familiar, incluyendo sus cinco hijos, sobrinos, y sus nietos. Y algunos que otro gerente sin relación familiar.—Señor Reyes, avisó que quería tener una reunión con la directiva —el encargado de las finanzas le habla al anciano Joaquín frente a una pantalla, donde se muestra la noticia que causó más calma que sorpresa.Todas las miradas caen en Joaquín, incluyendo las de sus hijos mayores. Roberto siempre en silencio y Eduardo mirando con la barbilla alzada en la espera de lo que tanto quiere que diga su
Desesperanza consigue Altagracia al tocar el suelo de Villalmar. El fiscal Omar la acompañó a la estación policial donde él le planteó cómo cambia la búsqueda del niño ahora que existe una posible sospechosa. No todo puede estar perdido, ¿Verdad?Lo sabe. La cercanía de su bebé. Sabe que está cerca de conseguirlo y eso mueve montañas, muros. Algo le hace creer, algo que no sabe que es, pero que como un ancla en el mar se queda clavado justo en su corazón. Tendrá a su niño en brazos cueste lo que cueste.Gertrudis, por quien pregunta para contarle todo lo que sucedió, no está en Villamar. Ni siquiera está en Mérida.—¿A dónde fue? —Altagracia está consternada por saberlo. La ausencia de Gertrudis es extraña, su única testigo.Amablemente le responde una de las mujeres qué ya conoce, encargada de todo lo que tenga qué ver con la comida y el cuidado de los jardines que tanto adoraba su madre Mariana. Se llama Rocío.—Nos dijo que regresaría a ciudad de México, señorita. Le pidió permiso
—¿Y esto es, señora Soledad? ¿Esto qué es? Guadalupe no ha dejado de temblar desde que recibió las instrucciones de Soledad. Una sola cosa quiere hacer si todo resulta ser real. Soledad está sonriente, peinando el cabello que le cae a los hombros al pequeño Matías. Éste día ha estado totalmente atenta al bebé, dejándola afuera tanto de la preparación de las comidas como de elegir su ropa después del baño. Está en el umbral de la puerta, mirando a Matías y luego a Soledad, quien tararea una canción de cuna al niño. —Es un cepillo—Soledad le responde, sin mirarla—. Es lo que necesitaremos. —¿Y qué es lo que quiere hacer con eso…? Soledad, sin dejar de sonreír, la mira en silencio. —No te hagas la tonta, Guadalupe —Soledad se coloca de pie, cargando a Matías entre sus brazos. Hoy, el niño ha estado más tranquilo que nunca, y sólo mira a Soledad con atención. Soledad le arregla la chaqueta que le ha puesto—. No podemos perder más tiempo. Ya es hora de irnos. —Pero, señora…—Guadalupe
Altagracia se coloca el sombrero, jalando las riendas de su caballo por uno de los caminos alejados de la sombra que se vuelve Villalmar. Ayer salió a la ciudad, sin ninguna noticia de Maura, la hermana de Mirabel. Casi puede creer que esa mujer se desvaneció por las sombras. O Mirabel le está mintiendo. Cualquiera de las dos, son razones para volverse loca.Necesita un poco de aire para calmarse. Algo malo presiente en su pecho. Antes de su boda con Gerardo también lo creía, pero si algo ha fallado es en hacerle caso a sus instintos. Si Dios está de su lado, ¿Por qué se le hace tan difícil elegir el buen camino?Sus ojos están en sus botas.No puede continuar así.Tiene qué acabar con esto. Y debe ser razonable.—¿A gusto estando sola?Altagracia mueve un poco la cabeza hacia arriba. La mirada que le devuelve Gerónimo es de tranquilidad, a una distancia considerada ya que también va en su caballo. Se siente a gusto consigo misma. Encontrar a Gerónimo luego de lo que pasó hace un par
Por la impresión que causa en su abuela solo se extiende un gran y profundo silencio. Un solo suspiro no basta. Algo tan pesado yace en sus hombros que ya ni fuerzas tiene para continuar. —¿Estás segura de eso? —Aleida acaricia su cabello—. Será…un cambio para todos los que te conocen. —Lo estoy —Altagracia se coloca la mano en el pecho, acariciando el lado de su corazón herido—. Ya no quiero más mentiras. Yo soy una mentira, abuela. Y…tratar de disfrazarme para no sentir dolor no funciona. Sólo me hace más daño. Colocándose de pie, le sonríe un poco a su abuela.—Sólo tengo que elegir el momento adecuado. Sé que muchas cosas cambiarán cuando lo haga y eso me aterra un poco —Altagracia camina hacia su perchero. Desde la ventana logra visualizar el patio donde un camión descarga arreglos de flores y tela blanca—. ¿Qué es eso? —Ana y Juan Carlo —Aleida responde porque el sonido del camión de descarga recorre toda la casa—. Se casan en tres días aquí en Villalmar. Los dedos d
Una y otra vez Guadalupe lee el papel entre sus manos. Si ella pudo sospechar que había algo extraño en el pequeño Matías, alguien pudo haberlo notado. Y todo lo que la señora Soledad estaba haciendo era por esa duda.Guadalupe alza la mirada hacia Matías, quien se remueve poco a poco en su cuna y con sus puñitos empieza a restregarse el rostro. Se acerca hacia él con cuidado, mirándolo con los ojos abiertos. Podría creer que todo esto es un sueño. Pero entonces Matías abre sus ojos adormilando, bostezando, y Guadalupe vuelve a soltar otro sonido de sorpresa.—Esto no puede ser posible —murmura Guadalupe. Mira el papel, luego mira a la puerta—. Si ese señor es tu padre, mi corazón. Entonces tu mami es…—Guadalupe se lleva las manos a la cabeza—, la difunta señora Altagracia…Un ruido lejano la saca de su ensoñación. La señora Soledad sigue afuera ¿Qué hará con este resultado? ¿A quién le dirá? ¿Se lo confesará al señor Rafael? ¡No se debe ser muy tonto para no darse cuenta! que Matías