Desesperanza consigue Altagracia al tocar el suelo de Villalmar. El fiscal Omar la acompañó a la estación policial donde él le planteó cómo cambia la búsqueda del niño ahora que existe una posible sospechosa. No todo puede estar perdido, ¿Verdad?Lo sabe. La cercanía de su bebé. Sabe que está cerca de conseguirlo y eso mueve montañas, muros. Algo le hace creer, algo que no sabe que es, pero que como un ancla en el mar se queda clavado justo en su corazón. Tendrá a su niño en brazos cueste lo que cueste.Gertrudis, por quien pregunta para contarle todo lo que sucedió, no está en Villamar. Ni siquiera está en Mérida.—¿A dónde fue? —Altagracia está consternada por saberlo. La ausencia de Gertrudis es extraña, su única testigo.Amablemente le responde una de las mujeres qué ya conoce, encargada de todo lo que tenga qué ver con la comida y el cuidado de los jardines que tanto adoraba su madre Mariana. Se llama Rocío.—Nos dijo que regresaría a ciudad de México, señorita. Le pidió permiso
—¿Y esto es, señora Soledad? ¿Esto qué es? Guadalupe no ha dejado de temblar desde que recibió las instrucciones de Soledad. Una sola cosa quiere hacer si todo resulta ser real. Soledad está sonriente, peinando el cabello que le cae a los hombros al pequeño Matías. Éste día ha estado totalmente atenta al bebé, dejándola afuera tanto de la preparación de las comidas como de elegir su ropa después del baño. Está en el umbral de la puerta, mirando a Matías y luego a Soledad, quien tararea una canción de cuna al niño. —Es un cepillo—Soledad le responde, sin mirarla—. Es lo que necesitaremos. —¿Y qué es lo que quiere hacer con eso…? Soledad, sin dejar de sonreír, la mira en silencio. —No te hagas la tonta, Guadalupe —Soledad se coloca de pie, cargando a Matías entre sus brazos. Hoy, el niño ha estado más tranquilo que nunca, y sólo mira a Soledad con atención. Soledad le arregla la chaqueta que le ha puesto—. No podemos perder más tiempo. Ya es hora de irnos. —Pero, señora…—Guadalupe
Altagracia se coloca el sombrero, jalando las riendas de su caballo por uno de los caminos alejados de la sombra que se vuelve Villalmar. Ayer salió a la ciudad, sin ninguna noticia de Maura, la hermana de Mirabel. Casi puede creer que esa mujer se desvaneció por las sombras. O Mirabel le está mintiendo. Cualquiera de las dos, son razones para volverse loca.Necesita un poco de aire para calmarse. Algo malo presiente en su pecho. Antes de su boda con Gerardo también lo creía, pero si algo ha fallado es en hacerle caso a sus instintos. Si Dios está de su lado, ¿Por qué se le hace tan difícil elegir el buen camino?Sus ojos están en sus botas.No puede continuar así.Tiene qué acabar con esto. Y debe ser razonable.—¿A gusto estando sola?Altagracia mueve un poco la cabeza hacia arriba. La mirada que le devuelve Gerónimo es de tranquilidad, a una distancia considerada ya que también va en su caballo. Se siente a gusto consigo misma. Encontrar a Gerónimo luego de lo que pasó hace un par
Por la impresión que causa en su abuela solo se extiende un gran y profundo silencio. Un solo suspiro no basta. Algo tan pesado yace en sus hombros que ya ni fuerzas tiene para continuar. —¿Estás segura de eso? —Aleida acaricia su cabello—. Será…un cambio para todos los que te conocen. —Lo estoy —Altagracia se coloca la mano en el pecho, acariciando el lado de su corazón herido—. Ya no quiero más mentiras. Yo soy una mentira, abuela. Y…tratar de disfrazarme para no sentir dolor no funciona. Sólo me hace más daño. Colocándose de pie, le sonríe un poco a su abuela.—Sólo tengo que elegir el momento adecuado. Sé que muchas cosas cambiarán cuando lo haga y eso me aterra un poco —Altagracia camina hacia su perchero. Desde la ventana logra visualizar el patio donde un camión descarga arreglos de flores y tela blanca—. ¿Qué es eso? —Ana y Juan Carlo —Aleida responde porque el sonido del camión de descarga recorre toda la casa—. Se casan en tres días aquí en Villalmar. Los dedos d
Una y otra vez Guadalupe lee el papel entre sus manos. Si ella pudo sospechar que había algo extraño en el pequeño Matías, alguien pudo haberlo notado. Y todo lo que la señora Soledad estaba haciendo era por esa duda.Guadalupe alza la mirada hacia Matías, quien se remueve poco a poco en su cuna y con sus puñitos empieza a restregarse el rostro. Se acerca hacia él con cuidado, mirándolo con los ojos abiertos. Podría creer que todo esto es un sueño. Pero entonces Matías abre sus ojos adormilando, bostezando, y Guadalupe vuelve a soltar otro sonido de sorpresa.—Esto no puede ser posible —murmura Guadalupe. Mira el papel, luego mira a la puerta—. Si ese señor es tu padre, mi corazón. Entonces tu mami es…—Guadalupe se lleva las manos a la cabeza—, la difunta señora Altagracia…Un ruido lejano la saca de su ensoñación. La señora Soledad sigue afuera ¿Qué hará con este resultado? ¿A quién le dirá? ¿Se lo confesará al señor Rafael? ¡No se debe ser muy tonto para no darse cuenta! que Matías
El chófer de Gerardo, como lo pidió, maneja sin decir una palabra y en una distancia considerable al carro sospechoso.Gerardo no ha quitado la mirada de encima, receloso, desconfiado y malhumorado por haber visto a Matías llorando. La extrañeza de no haber visto a su nana fue motivo para no bajarse del coche desde el otro lado de la calle. Soledad en un carro policial y el extraño comportamiento que tuvo con el hombre en traje negro fue pruebas para dudar. Y el extraño comportamiento del hombre teniendo en brazos a Matías creó un impulso extraño en él.Algo malo está ocurriendo. ¿A dónde carajos llevan a ese pequeño?—Señor, ¿Quiere que estacione una cuadra más atrás? Entró a un garaje.Gerardo observa el reloj en su muñeca. Ha estado solo por estos días ya que Víctor sigue en México. Fernando debe ya haber llegado a Nueva York. La herida, apenas sanando, sigue siendo una molestia. Pero cualquier incomodidad se marchó por completo desde que puso los ojos en Matías: un ardor de rabi
La petulante voz de Ana es extraña para ella, ya que es la primera vez que la oye hablar así. Puede entenderlo de cierta manera ya que se dirige desprestigiosa a Ximena, no a ella directamente. Pero aún así, las palabras sobre “Altagracia” tienen doble sentido, no lo duda.Altagracia intenta sonreír disimuladamente. Y la mueca es impredecible. Está incómoda por esta conversación, y más por la presencia de Sebastián en Villalmar.—Sí, claro —responde Altagracia, bebiendo un poco de agua.No se le quita a Ana la sonrisa del rostro.—El doctor Sebastián hizo un gran trabajo, y ese mérito de querer salvar a Altagracia jamás se lo hemos recompensado. Hizo lo que estaba al alcance de sus manos, y es entendible que no quiere hablar de eso. Tan sólo decía que Altagracia siempre estará presente en nuestros corazones —Ana se limpia las comisuras de los labios con una servilleta.—Le arrebataron la vida a mi hermana de una forma cruel. Estoy segura que pudo haberse salvado si hubiese lle
La capilla formada para la unión de Ana y Juan Carlo ha sido diseñada en poco tiempo, y se encuentra frente a los árboles adornados que dan un toque acogedor. Villalmar tiene un gran contraste con la decoración. Luces guindando entre los árboles que de noche iluminarán el lugar. El camino que recorrerá Ana es de escalones de piedra que la guiarán hasta encontrarse con su prometido. El lugar de recepción muestran mesas de cinco a seis asientos, con arreglos florares blancos y dorados en el centro. Diseños de linternas doradas sobrevuelan sus cabezas, separadas la una de la otra ubicadas en el patio. Un enorme ramo de rosas blancas está en el centro, cerca de la fuente, aumentando la belleza de ésta linda recepción. Altagracia sostiene una carta de invitación frente a ella, en una esquina, a solas. Mira todo el ambiente con ojos nostálgicos, y en el fondo, muy feliz por Ana. Éste cabello falso tiene un moño a lo alto, y el tocado de flores le da ese aire angelical al peinado. Su v