28

Tan pronto estuvo a cubierto, la dejé para buscar algo de comer. Y al regresar con dos conejos, vi que había abrigado a la yegua y tenía un pequeño fuego encendido. Se había sentado entre las raíces, bien envuelta en su manto, con un saco de tela que olía a queso, pan y carne cocida en su falda.

—Come tú los conejos, mi señor —sonrió—. Yo ya tengo aquí mi cena.

Me eché a un par de pasos a comer, y apenas terminé, me acerqué más a ella. Como siempre que iba en cuatro patas, Risa comprendió mi intención sin necesidad de palabras y me hizo lugar entre las raíces. Me acomodé rodeando su cuerpo con el mío por detrás, mi cabeza asomando por sobre su hombro.

Risa volvió la cara para mirarme de reojo y me ofreció un bocado de carne fría, que le arrebaté de entre sus dedos, haciéndola reír. Pronto terminábamos sus provisiones, y Risa hizo a un lado el saco vacío con un bostezo que no logró reprimir.

Le olí la cara y le lamí la mejilla con suavidad. Ella me echó lo

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP