SeleneNo pude evitar tragar saliva al escuchar su amenaza tan específica, y asentí bajando la cabeza sin pronunciar palabra. Desde luego que me aseguraría de que nada le sucediera al pequeño Turik. Me gustaba mi piel justo donde estaba, gracias.Seguimos recogiendo a cada lobito y cuando estuvimos completos fuimos directo al huerto de hortalizas. Los pequeños se divertían sacando zanahorias de la tierra, mientras que mi mente se encontraba lejos, muy lejos.—¿Pasa algo? —preguntó la joven loba a mi lado—. No tengo mucho tiempo de conocerte, pero te noto muy preocupada.—Ah… yo… —balbuceé—. Estaba pensando en algo que escuché en la asamblea… —No mentí del todo. Los lobos habían dicho algo que había estado rondando en mi cabeza desde entonces—. ¿Qué es un Sigma? —pregunté, y hasta los pequeños lobos voltearon para verme con sus ojitos bien abiertos.Kaiya vaciló al escucharme y bajó la voz cuando me respondió:—Un Sigma es un lobo solitario muy peligroso —reflexionó—. Son despiadados,
SeleneLa mañana llegó como de costumbre, iluminando la habitación a través de las cortinas del ventanal. Desperté enseguida y me levanté de la cama con prisa, intentando ganarles a las mucamas que siempre entraban sin permiso a mi recámara. Corrí al cuarto de baño, y cuando comencé a desvestirme para asearme, las tres chicas entraron saludando tan alegres como siempre:—Buenos días, su majestad.Entorné los ojos con fastidio. ¿Acaso toda la vida sería así? Ya estaba harta de ser tratada como una inútil. Me moría por poder hacer las cosas por mí misma y sentir que mis manos habían sido hechas para algo más que para entrelazarlas frente a mi regazo o saludar a las multitudes que no tenían ni idea de quién era realmente yo. Ni siquiera yo misma me conocía.—Buenos días —respondí cortésmente.—Hoy luces divina —espetó una de ellas con labia—. Se te ve descansada.—Por supuesto que estoy descansada, si no me dejan hacer nada —increpé con molestia, provocando que las jóvenes jadearan sorpr
SeleneContinuamos lavando vegetales y haciendo conservas de frutas para almacenar. Kaiya me enseñó a curtir pieles y a cómo coser mis propios diseños de ropa, aunque me explicó que, al llegar los cazadores, las pieles se repartían entre las hembras de mejor posición, y algunas de ellas eran lo suficientemente agradecidas para obsequiarle sus sobras a las hembras Omega de la manada. Los machos podían conseguir sus propias piezas.—En ese caso, creo que me quedaré desnuda —resoplé entornando los ojos.Nadie en la manada me conocía, o tenía la menor intención de conocerme, ¿por qué razón me regalarían algo, lo que fuera?—Yo te compartiré todo lo que a mí me den, no te preocupes. —Me dio un abrazo fraternal que me hizo sentir aún mejor—. Ya se les pasará, créeme, conmigo eran igual.—¿Contigo? —cuestioné—. ¿Acaso no naciste en esta manada?—Hum… no —respondió, alejándose de mí—. Yo también tengo poco tiempo en esta manada.—¿Cómo llegaste aquí?, si se puede saber.—Mi antigua manada me
IlanDespués de la discusión con Ainara, el grupo comenzó a dispersarse y a reunir a las presas, listos para regresar a la aldea. Me quedé en mi sitio, observando el cadáver del oso frente a mí y pensando en cierta jovencita humana por la que acababa de arriesgar, no solo mi vida, sino la de todos mis hermanos. Las cosas pudieron haber salido verdaderamente mal; el oso pudo haber sido más rápido y entonces no hubiera habido poder en el mundo que me ayudara a salir de sus feroces garras.¿Qué me estaba haciendo esa niña de ojos cafés y sonrisa tímida? Un Alfa experimentado como yo no podía permitirse distracciones de ese tipo; no podía simplemente actuar sin pensar en las consecuencias, mucho menos cuando se trataba de cuestiones de vida o muerte, como el enfrentarme a un oponente más fuerte que yo.«Ay, Selene, ¿qué estás haciendo conmigo?».—¿Estás bien, hermano? —La voz de Garo me sacó de mis pensamientos. Sacudí mi cabeza para alejar el recuerdo de esos ojos que me volvían cada vez
IlanEl lugar estaba en silencio cuando entré, pero ni bien crucé la estancia cuando Selene salió del dormitorio y corrió en mi dirección. Me sorprendí al sentirla trepar a mi cuerpo de un salto, como si fuera un koala, y me congelé en mi sitio cuando su calor se fundió con el mío en el abrazo más íntimo que había compartido con alguien después de Nami.Su aliento en mi cuello me provocó un escalofrío que atravesó mi columna y de pronto me sentí tan expuesto y pudoroso, como si nunca hubiese estado desnudo frente a las hembras de mi manada.—¡Estás bien! —exclamó con emoción—. Lo estás, ¿cierto? —preguntó, explorando mi rostro y mi cuerpo, sin dejarme responder. Yo estaba simplemente hipnotizado, casi sin poder respirar debido a su atrevimiento.No sabía ni siquiera qué decir. La humana inspeccionó la piel de mi espalda hasta cerciorarse de que no estuviera herido y, cuando se dio cuenta de que no era así, clavó su nariz en mi cuello haciéndome estremecer y mi cuerpo reaccionó sin pod
SeleneLa petición del padre de Ilan me dejó congelada en mi sitio, y la idea de diversión que vino a mi mente me transportó a Freud. A sus manos estrujando mi cuerpo, su boca maltratando mi piel hasta el punto de hacerla sangrar y las fuertes embestidas que me hicieron desear bañarme en ácido solo para reemplazar el asco por dolor; preferiría mil veces sentir sus golpes a tener que volver a ser desgarrada en cuerpo y alma por otro hombre.Antes me ahogaría en el río que volver a pasar por lo mismo.—Los espero en el salón —advirtió el lobo, saliendo de la cabaña, y en cuanto cerró la puerta, mis piernas fallaron, y me dejé caer en el suelo, temblando de terror.Me hice un ovillo, abrazada a mi cuerpo, y dejé fluir mi llanto sin control. No podría hacerlo, no otra vez, por favor. La sola idea de otros hombres paseando sus manos como tentáculos por mi piel…—¡No puedo! —chillé—. No puedo hacerlo, Ilan, prefiero morir. ¡Mátame por favor! —supliqué.—Selene, no es lo que piensas —dijo, t
SeleneMe atreví a mirarlo después de unos segundos en los que todos se quedaron en silencio, esperando mi reacción. Le lancé una mirada furiosa que hizo jadear a algunos y reír a otros, pero no a Ilan, él bajó la mirada a su plato y comenzó a llenarlo de todo lo que había en la mesa, completamente indiferente a mí.—No lo repetiré, humana —espetó sin dirigirme la mirada.—Sí, Alfa —respondí tajantemente, pero no me moví. Me estremecí al sentir unas manos sujetando mis hombros desde la espalda y casi solté un grito, pero lo reprimí al darme cuenta de que se trataba de Kaiya.—Vamos, Selene, no busques problemas —murmuró a mi oído. Me dejé guiar por ella hasta la parte trasera del salón y me alineé junto a las otras Omegas.—¿Por qué ustedes no están en la mesa? —pregunté en voz baja.—Por la jerarquía —dijo una. Haru, recordé—. Nosotras somos las últimas en comer.Miré a mi amiga en busca de respuestas, ella suspiró antes de comenzar a explicarme:—La jerarquía es la forma de organiza
IlanLa mirada decepcionada de Selene carcomió mi pecho y dejó un vacío difícil de llenar. Me enfurecía tener que humillarla de la forma en que lo había hecho, pero el que mi padre estuviera tan pendiente de mis movimientos ya me tenía nervioso. Sabía que solo estaba esperando a que cometiera el más mínimo error para echarme en cara lo equivocado que estuve al traer a Selene a la aldea y, para ser sincero, yo mismo comenzaba a preguntarme por qué lo había hecho.La joven tenía mi cabeza dando vueltas y, desde que tuve la estupenda idea de probar sus labios, no había vuelto a pensar en otra cosa más que en esa boca tan dulce y en la manera tan perfecta en la que se había acoplado a la mía. Ese había sido el peor de todos mis errores; una imprudencia que de seguro terminaría pagando muy caro.Evité a toda costa observarla comer, pues sabía que sus lágrimas me afectarían como nada y corría el riesgo de olvidarme de todo y mandar al diablo a mi padre y a toda la manada de ser necesario co