Capítulo XXII

Selene

Una tonta sonrisa bailaba en mis labios desde que Ilan salió de la cabaña y me dejó para que preparara su desayuno. No sabía por qué, o desde cuándo, pero empezaba a gustarme mucho estar cerca de él. Cada vez que sus dedos rozaban mi piel, algo en mis venas se encendía y en mi estómago revoloteaban decenas de mariposas; era una locura. Nunca había sentido algo ni remotamente parecido.

Me dispuse a buscar en la pequeña cocina lo necesario para preparar la comida para ambos. No sabía exactamente qué le gustaba a Ilan, o qué acostumbraban a comer en la manada, pero seguro con el tiempo aprendería.

Tiempo. Hacía apenas un día me encontraba llorando, deseando escapar de la manada y regresar a mi mundo, y ahora estaba aquí, feliz de hacer el desayuno para mi nuevo dueño y pensando en un futuro a su lado.

«¿Qué cambió entre los dos para empezar a pensar de esa manera?», me pregunté, pero la respuesta llegó sola: no estaba pensando, eso era… estaba sintiendo. Y mucho.

Aún existía en mi
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