Capítulo XXIV

Selene

La mañana llegó como de costumbre, iluminando la habitación a través de las cortinas del ventanal. Desperté enseguida y me levanté de la cama con prisa, intentando ganarles a las mucamas que siempre entraban sin permiso a mi recámara. Corrí al cuarto de baño, y cuando comencé a desvestirme para asearme, las tres chicas entraron saludando tan alegres como siempre:

—Buenos días, su majestad.

Entorné los ojos con fastidio. ¿Acaso toda la vida sería así? Ya estaba harta de ser tratada como una inútil. Me moría por poder hacer las cosas por mí misma y sentir que mis manos habían sido hechas para algo más que para entrelazarlas frente a mi regazo o saludar a las multitudes que no tenían ni idea de quién era realmente yo. Ni siquiera yo misma me conocía.

—Buenos días —respondí cortésmente.

—Hoy luces divina —espetó una de ellas con labia—. Se te ve descansada.

—Por supuesto que estoy descansada, si no me dejan hacer nada —increpé con molestia, provocando que las jóvenes jadearan sorpr
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