SeleneContinuamos lavando vegetales y haciendo conservas de frutas para almacenar. Kaiya me enseñó a curtir pieles y a cómo coser mis propios diseños de ropa, aunque me explicó que, al llegar los cazadores, las pieles se repartían entre las hembras de mejor posición, y algunas de ellas eran lo suficientemente agradecidas para obsequiarle sus sobras a las hembras Omega de la manada. Los machos podían conseguir sus propias piezas.—En ese caso, creo que me quedaré desnuda —resoplé entornando los ojos.Nadie en la manada me conocía, o tenía la menor intención de conocerme, ¿por qué razón me regalarían algo, lo que fuera?—Yo te compartiré todo lo que a mí me den, no te preocupes. —Me dio un abrazo fraternal que me hizo sentir aún mejor—. Ya se les pasará, créeme, conmigo eran igual.—¿Contigo? —cuestioné—. ¿Acaso no naciste en esta manada?—Hum… no —respondió, alejándose de mí—. Yo también tengo poco tiempo en esta manada.—¿Cómo llegaste aquí?, si se puede saber.—Mi antigua manada me
IlanDespués de la discusión con Ainara, el grupo comenzó a dispersarse y a reunir a las presas, listos para regresar a la aldea. Me quedé en mi sitio, observando el cadáver del oso frente a mí y pensando en cierta jovencita humana por la que acababa de arriesgar, no solo mi vida, sino la de todos mis hermanos. Las cosas pudieron haber salido verdaderamente mal; el oso pudo haber sido más rápido y entonces no hubiera habido poder en el mundo que me ayudara a salir de sus feroces garras.¿Qué me estaba haciendo esa niña de ojos cafés y sonrisa tímida? Un Alfa experimentado como yo no podía permitirse distracciones de ese tipo; no podía simplemente actuar sin pensar en las consecuencias, mucho menos cuando se trataba de cuestiones de vida o muerte, como el enfrentarme a un oponente más fuerte que yo.«Ay, Selene, ¿qué estás haciendo conmigo?».—¿Estás bien, hermano? —La voz de Garo me sacó de mis pensamientos. Sacudí mi cabeza para alejar el recuerdo de esos ojos que me volvían cada vez
IlanEl lugar estaba en silencio cuando entré, pero ni bien crucé la estancia cuando Selene salió del dormitorio y corrió en mi dirección. Me sorprendí al sentirla trepar a mi cuerpo de un salto, como si fuera un koala, y me congelé en mi sitio cuando su calor se fundió con el mío en el abrazo más íntimo que había compartido con alguien después de Nami.Su aliento en mi cuello me provocó un escalofrío que atravesó mi columna y de pronto me sentí tan expuesto y pudoroso, como si nunca hubiese estado desnudo frente a las hembras de mi manada.—¡Estás bien! —exclamó con emoción—. Lo estás, ¿cierto? —preguntó, explorando mi rostro y mi cuerpo, sin dejarme responder. Yo estaba simplemente hipnotizado, casi sin poder respirar debido a su atrevimiento.No sabía ni siquiera qué decir. La humana inspeccionó la piel de mi espalda hasta cerciorarse de que no estuviera herido y, cuando se dio cuenta de que no era así, clavó su nariz en mi cuello haciéndome estremecer y mi cuerpo reaccionó sin pod
SeleneLa petición del padre de Ilan me dejó congelada en mi sitio, y la idea de diversión que vino a mi mente me transportó a Freud. A sus manos estrujando mi cuerpo, su boca maltratando mi piel hasta el punto de hacerla sangrar y las fuertes embestidas que me hicieron desear bañarme en ácido solo para reemplazar el asco por dolor; preferiría mil veces sentir sus golpes a tener que volver a ser desgarrada en cuerpo y alma por otro hombre.Antes me ahogaría en el río que volver a pasar por lo mismo.—Los espero en el salón —advirtió el lobo, saliendo de la cabaña, y en cuanto cerró la puerta, mis piernas fallaron, y me dejé caer en el suelo, temblando de terror.Me hice un ovillo, abrazada a mi cuerpo, y dejé fluir mi llanto sin control. No podría hacerlo, no otra vez, por favor. La sola idea de otros hombres paseando sus manos como tentáculos por mi piel…—¡No puedo! —chillé—. No puedo hacerlo, Ilan, prefiero morir. ¡Mátame por favor! —supliqué.—Selene, no es lo que piensas —dijo, t
SeleneMe atreví a mirarlo después de unos segundos en los que todos se quedaron en silencio, esperando mi reacción. Le lancé una mirada furiosa que hizo jadear a algunos y reír a otros, pero no a Ilan, él bajó la mirada a su plato y comenzó a llenarlo de todo lo que había en la mesa, completamente indiferente a mí.—No lo repetiré, humana —espetó sin dirigirme la mirada.—Sí, Alfa —respondí tajantemente, pero no me moví. Me estremecí al sentir unas manos sujetando mis hombros desde la espalda y casi solté un grito, pero lo reprimí al darme cuenta de que se trataba de Kaiya.—Vamos, Selene, no busques problemas —murmuró a mi oído. Me dejé guiar por ella hasta la parte trasera del salón y me alineé junto a las otras Omegas.—¿Por qué ustedes no están en la mesa? —pregunté en voz baja.—Por la jerarquía —dijo una. Haru, recordé—. Nosotras somos las últimas en comer.Miré a mi amiga en busca de respuestas, ella suspiró antes de comenzar a explicarme:—La jerarquía es la forma de organiza
IlanLa mirada decepcionada de Selene carcomió mi pecho y dejó un vacío difícil de llenar. Me enfurecía tener que humillarla de la forma en que lo había hecho, pero el que mi padre estuviera tan pendiente de mis movimientos ya me tenía nervioso. Sabía que solo estaba esperando a que cometiera el más mínimo error para echarme en cara lo equivocado que estuve al traer a Selene a la aldea y, para ser sincero, yo mismo comenzaba a preguntarme por qué lo había hecho.La joven tenía mi cabeza dando vueltas y, desde que tuve la estupenda idea de probar sus labios, no había vuelto a pensar en otra cosa más que en esa boca tan dulce y en la manera tan perfecta en la que se había acoplado a la mía. Ese había sido el peor de todos mis errores; una imprudencia que de seguro terminaría pagando muy caro.Evité a toda costa observarla comer, pues sabía que sus lágrimas me afectarían como nada y corría el riesgo de olvidarme de todo y mandar al diablo a mi padre y a toda la manada de ser necesario co
Ilan—Selene… —jadeé con la respiración agitada y el corazón martillando fuerte en mi pecho; una ligera capa de sudor cubría mi frente y espalda. Me levanté de la cama buscándola a mi lado, pero no estaba.Hacía varios días desde que ella se había mudado con Kaiya, mi padre había regresado a su manada y las cosas parecían haber vuelto a la normalidad. Sin embargo, en la soledad de mi cabaña, todo se sentía completamente diferente; mis pesadillas solo habían aumentado desde que Selene no estaba conmigo. Mis sueños iban desde verla en aquel sótano siendo embestida con furia, mientras ella lloraba devastada, hasta darme cuenta de que yo mismo le causaba el daño.En ocasiones la veía caer de un acantilado o siendo devorada por mi padre. Pero esas no eran las peores alucinaciones que había tenido, o las que peor me habían hecho sentir. Ninguna pesadilla se comparaba con el horrible sentimiento de poder saborear sus labios hasta el cansancio y hacerla mía todas las noches, para luego desper
Ilan—¿Qué ha pasado con el Sigma? ¿Ha vuelto a colarse en el territorio? —pregunté a los hombres de la guardia, después de haber dado un recorrido por el perímetro.Necesitaba salir de la aldea o terminaría sucumbiendo a la necesidad de ir a buscar a Selene, así que decidí poner varios metros de por medio entre los dos.—Ha habido actividad sospechosa en…—No hemos vuelto a saber nada, Alfa —interrumpió Torak, haciendo un ademán al otro miembro de la guardia para que siguiera patrullando—. Pensamos que había habido intrusos hace dos noches, pero fue una falsa alarma —aseguró.—Necesito que estén alerta y me informen sobre cualquier cosa que parezca fuera de lo normal —les pedí—. Por más mínima que sea, Torak.—Entendido, Alfa —murmuró sin verme a los ojos.Torak era el padre de Adrik, mi viejo mejor amigo, quien hacía algunos años había tomado la decisión de abandonar la manada. Nunca lo juzgué, por el contrario, traté de persuadirlo de no cometer esa locura, pues era bien sabido que