Capítulo XXVIII

Selene

La petición del padre de Ilan me dejó congelada en mi sitio, y la idea de diversión que vino a mi mente me transportó a Freud. A sus manos estrujando mi cuerpo, su boca maltratando mi piel hasta el punto de hacerla sangrar y las fuertes embestidas que me hicieron desear bañarme en ácido solo para reemplazar el asco por dolor; preferiría mil veces sentir sus golpes a tener que volver a ser desgarrada en cuerpo y alma por otro hombre.

Antes me ahogaría en el río que volver a pasar por lo mismo.

—Los espero en el salón —advirtió el lobo, saliendo de la cabaña, y en cuanto cerró la puerta, mis piernas fallaron, y me dejé caer en el suelo, temblando de terror.

Me hice un ovillo, abrazada a mi cuerpo, y dejé fluir mi llanto sin control. No podría hacerlo, no otra vez, por favor. La sola idea de otros hombres paseando sus manos como tentáculos por mi piel…

—¡No puedo! —chillé—. No puedo hacerlo, Ilan, prefiero morir. ¡Mátame por favor! —supliqué.

—Selene, no es lo que piensas —dijo, t
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