Capítulo XXX

Ilan

La mirada decepcionada de Selene carcomió mi pecho y dejó un vacío difícil de llenar. Me enfurecía tener que humillarla de la forma en que lo había hecho, pero el que mi padre estuviera tan pendiente de mis movimientos ya me tenía nervioso. Sabía que solo estaba esperando a que cometiera el más mínimo error para echarme en cara lo equivocado que estuve al traer a Selene a la aldea y, para ser sincero, yo mismo comenzaba a preguntarme por qué lo había hecho.

La joven tenía mi cabeza dando vueltas y, desde que tuve la estupenda idea de probar sus labios, no había vuelto a pensar en otra cosa más que en esa boca tan dulce y en la manera tan perfecta en la que se había acoplado a la mía. Ese había sido el peor de todos mis errores; una imprudencia que de seguro terminaría pagando muy caro.

Evité a toda costa observarla comer, pues sabía que sus lágrimas me afectarían como nada y corría el riesgo de olvidarme de todo y mandar al diablo a mi padre y a toda la manada de ser necesario co
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