Capítulo XXVI

Ilan

Después de la discusión con Ainara, el grupo comenzó a dispersarse y a reunir a las presas, listos para regresar a la aldea. Me quedé en mi sitio, observando el cadáver del oso frente a mí y pensando en cierta jovencita humana por la que acababa de arriesgar, no solo mi vida, sino la de todos mis hermanos. Las cosas pudieron haber salido verdaderamente mal; el oso pudo haber sido más rápido y entonces no hubiera habido poder en el mundo que me ayudara a salir de sus feroces garras.

¿Qué me estaba haciendo esa niña de ojos cafés y sonrisa tímida? Un Alfa experimentado como yo no podía permitirse distracciones de ese tipo; no podía simplemente actuar sin pensar en las consecuencias, mucho menos cuando se trataba de cuestiones de vida o muerte, como el enfrentarme a un oponente más fuerte que yo.

«Ay, Selene, ¿qué estás haciendo conmigo?».

—¿Estás bien, hermano? —La voz de Garo me sacó de mis pensamientos. Sacudí mi cabeza para alejar el recuerdo de esos ojos que me volvían cada vez
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