CAPÍTULO 38

RONAN

El motor rugía suave, casi como un susurro bajo la música apagada del tablero. El cielo estaba cubierto, grisáceo, como si el mundo también presintiera lo que se venía.

Astrid miraba por la ventana desde el asiento del copiloto, el cabello recogido en una trenza suelta que dejaba mechones escapar por su rostro. Desde que salimos, no había dicho una palabra.

Yo tampoco.

Pero el silencio pesaba más que cualquier discusión.

—No podías haber ido sola —solté de pronto, sin poder contenerme más.

Ella giró lentamente el rostro hacia mí.

—No fui sola. Elliot estaba conmigo.

—Elliot es un omega. Magnus es un Alfa. Un Alfa enfermo, cruel, manipulador. ¿Y tú vas, así, sin decirme nada?

—¡No necesitaba tu permiso! Sigrid, murió—espetó, con la voz afilada como cuchillas.

—¡No se trata de permiso, Astrid! Se trata de que eres mi esposa. Eres la reina del fuego. ¡Y ese bastardo es peligroso!

Astrid cruzó los brazos, apretando la mandíbula.

—¿Y qué querías? ¿Que me escondiera para siempre? ¿Qu
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