CAPÍTULO 31

RONAN

Pasé toda la tarde encerrado en mi estudio, fingiendo que los papeles frente a mí tenían algún propósito, alguna utilidad. Pero no. Ni los informes del norte, ni los reportes sobre los límites de las manadas, ni siquiera las solicitudes de audiencia de los alfas de los clanes aliados podían hacerme ignorar lo que había sucedido.

Eunice se había ido.

Con el león.

Ella no había tenido la culpa… pero alguien tenía que asumir la responsabilidad. Y esa persona había sido yo.

No quería pelear con ella. No quería ver cómo se quebraba otra vez. Pero tampoco podía permitir que el caos se infiltrara en mi manada. Naia tenía razón. El león no podía quedarse. Por más que me pesara.

A veces como Alfas teníamos que tomar decisiones difíciles.

—¿Estás vivo o qué? —Rambo irrumpió sin golpear, como era costumbre en él. Se tiró a una de las sillas frente a mi escritorio y alzó una ceja—. Llevas horas con esa cara de muerto.

—No estoy de humor, Rambo.

—Lo noto. Por eso vengo con buenas noticias —
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