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Estaba sentado en la cama, la mirada perdida en la nada, pero mi mente ardía con pensamientos oscuros. Lo que sentía ahora era primitivo, un hambre salvaje que me exigía devorar todo a mi paso, hasta que el mundo entero se arrodillara ante mí. Antes, la suerte de los inocentes me importaba, pero ahora comprendía una verdad simple y brutal: en la guerra, los sacrificios son inevitables. La sed de sangre y poder me consumía, y no podía esperar a saciarme. Tiana... ella volvería a mi lado, y juntos reinaríamos sobre las cenizas de quienes se atrevieran a desafiarnos.

Me levanté, caminando con calma hacia la bañera llena de agua en la esquina de la habitación. Mientras avanzaba, la puerta crujió abriéndose de golpe. ella entró. Sus ojos recorrieron mi cuerpo desnudo, pero no me moví. Gytha se acercó con esa mirada fría y calculadora, deteniéndose justo frente a mí. Su mano se deslizó por mi pecho, como si tuviera algún derecho sobre mí. La alejé con brusquedad, repugnado por su atrevimien
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