106 Fin
Los niños amaron a la pequeña Helene desde el primer momento. Ella era perfecta, una bebé enorme y saludable. Kieran y Viggo estaban de pie junto a su cuna, observándola con fascinación y asombro. Los ojos de ambos brillaban con curiosidad.

Viggo, que siempre tenía una expresión tranquila y serena, volteó a verme y me sonrió. Él se parecía tanto a su padre, pero sus ojos transmitían una paz que solo él tenía. Era un niño muy dulce.

—¿Puedo cargarla? —me preguntó con su voz suave, casi como si temiera perturbar el sueño de su hermana.

Antes de que pudiera responder, Kieran corrió hacia mí, moviendo la cabeza con fuerza.

—Madre, no, ella aún está muy pequeña —dijo, con una preocupación que me hizo sonreír. A pesar de su corta edad, Kieran ya mostraba un instinto protector.

Me acerqué a la cuna, recogí a la pequeña Helene con delicadeza y me senté en la cama con ella en brazos, invitando a los dos a acercarse. Ambos se aproximaron lentamente, con ojos llenos de expectativa.

—Ustedes tiene
Aragones

Gracias por acompañarme en esta historia, adoro cuando me dejan comentarios, eso me incentiva a seguir escribiendo. las espero en otra emocionante historia.

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