5

Los ronquidos del hombre a mi lado, que sostenía con fuerza la soga con la que tenía mis manos atadas, no me dejaron dormir. El frío también contribuía a mi miseria. Jamás había pasado una noche tan mala.

—Buenos dias, bruja —dijo una voz burlona.

Miré a un lado y allí estaba él, resplandeciente como una mañana de verano. Su cabello largo, atado, acentuaba su virilidad.

—No me llamo bruja —le contesté con firmeza.

El hombre a mi lado dio un espantoso ronquido. Le di un golpe y se despertó de inmediato, levantándome a mí en el proceso.

—Quiero darme un baño —le exigí.

Él se acercó al otro hombre y le quitó la cuerda.

—Vamos —me dijo con una sonrisa burlona.

Esto debe ser una m*****a broma de mal gusto.

—Solo dime dónde ir —le respondí, tratando de mantener la calma.

Él soltó una carcajada. Cerré los ojos por un momento, tratando de calmarme.

—¿Y arriesgarme a que te escapes? Me costó mucho raptarte, y no hablo solo de tiempo; perdí hombres por ti —me dijo.

—Entonces llévame tú mismo —le reté.

Él haló la cuerda con fuerza, casi haciéndome caer, pero logré mantenerme en pie.

—Eres despreciable —le espeté.

Él se encogió de hombros y comenzó a caminar. Lo seguí como un perro domesticado. Caminamos unos minutos hasta llegar a un pequeño lago.

—Báñate rápido, que tenemos que irnos —me ordenó.

Negué con la cabeza. No me iba a bañar en ese lugar; el agua debía estar helada.

—Entonces nos devolvemos, pero quiero que sepas que estaremos días vagando hasta que lleguemos a casa —me advirtió.

Respiré profundamente y asentí. Él se acercó y me quitó las ataduras de las muñecas. Me di la vuelta de inmediato y me acerqué al lago. Me detuve en seco al ver mi reflejo. No reconocía a la mujer que me devolvía la mirada. Me tiré al suelo, cubriendo mi rostro con ambas manos. Esto era una locura.

—¿Estás bien? —preguntó él a mis espaldas.

Me levanté y lo encaré.

—¡No! Ni siquiera sé quién soy —le grité.

—Ella —señalé mi rostro—, no la conozco, este no es mi cuerpo. No sé qué hago aquí. Necesito volver a casa —le dije en medio de mi desesperación.

Me miró como si estuviera loca. Y no era para menos.

—Creo que estar en compañía de mi hermano te ha afectado —dijo con sarcasmo.

Lo empujé con fuerza y se tambaleó un poco.

—Este no es mi cuerpo. ¡Esta no soy yo! —le dije, desesperada.

Él me miró de arriba abajo.

—¿Entonces cómo se supone que eres? —me preguntó, incrédulo.

—Soy rubia, tengo los ojos azules… —comencé a decir.

Él levantó una ceja, escéptico.

—¿Rubia y con ojos azules? ¿De qué demonios hablas? Tú eres rubia y de ojos azules —preguntó, visiblemente molesto.

Puse los ojos en blanco y volví a mirar mi reflejo en el lago. Me di la vuelta y caminé hacia él.

—Esta no soy yo. Pensé que al desear estar en otro lugar, simplemente me había transportado aquí, pero no. Yo… tal vez estoy muerta y mi alma ocupó este cuerpo —le dije.

Él me miraba como si estuviera delirando.

—¿Qué es eso que se supone tengo que darte? —le pregunté.

Él respiró con molestia.

—Sabes muy bien lo que quiero. Mi hermano tiene meses persiguiéndote, ha matado a muchas de las tuyas para llegar a ti, como para que me digas que no eres lo que estoy buscando —me dijo.

—Te digo la verdad. No pertenezco a este lugar, este no es mi cuerpo. Una mujer extraña me empujó por un balcón y terminé aquí —le expliqué.

Asintió lentamente, tratando de comprender. Pero era obvio que creía que estaba loca.

—Eres la bruja que vendrá de otro mundo. Debes saber lo que quiero y cómo conseguirlo, así que deja de jugar y ve a bañarte rápido —dijo con irritación.

Puse los ojos en blanco nuevamente.

—Si supiera qué es, ya te lo habría dado. Yo solo quiero volver a casa con mi madrastra, no seguir viendo tu fea cara —le dije, exasperada.

Él arrugó el entrecejo, incrédulo.

—Busco un amuleto. La bruja me llevará a él, y entonces tendré todo el poder para derrocar a mi hermano —reveló.

Abrí la boca de par en par, segura de que el amuleto que buscaba era el mismo que aquel infeliz me había arrebatado.

—Él tiene el amuleto —le dije.

Él me agarró con fuerza del brazo, mirándome a los ojos.

—¿De qué hablas? Se supone que ese amuleto está resguardado —me dijo.

Me encogí de hombros. Todo era un enigma.

—Ese amuleto fue el que me trajo aquí, estoy segura —le dije.

Él negó con la cabeza, visiblemente estresado.

—Si mi hermano lo tiene, entonces todo se jodió —dijo con un tono de desesperación.

Me soltó y comenzó a caminar de un lado a otro, sus pasos resonando en la noche.

—Creo que es mejor que me dejes ir, ya no soy de utilidad para ti —le dije.

Él se detuvo de golpe y me quedó mirando. Se acercó a mí, me cargó y caminó conmigo hasta el lago.

—No soy un idiota y tú me darás lo que quiero —dijo antes de lanzarme al agua—. Y ahora date un buen baño, porque tenemos un largo camino por recorrer —me ordenó.

Yo le lancé agua y lo fulminé con la mirada. Se iba a arrepentir cuando descubriera que yo no era lo que estaba buscando y que había perdido el tiempo.

...

Mi estómago sonaba de una manera exagerada, ya que no había comido nada desde ayer. Miré al tipo a mi lado, quien observaba a sus hombres.

—Soy Tiana, ¿y tú? —le pregunté.

Él volteó a verme.

—Eirik Ragnarsson, hijo de Ragnar Kjellsson, legítimo rey de Escandinavia —me contestó.

Yo lo miré despectivamente.

—Con decir tu nombre me bastaba —le respondí.

Él me miró mal y me dio un golpe en la cabeza. Un tipo de aspecto grotesco se acercó a nosotros con un cuenco en la mano, el cual se lo dio a Eirik. Yo miré el contenido con horror. Habían pedazos de lo que parecía ser un ave.

—¿Quieres? —me ofreció.

Yo negué de inmediato.

—No como animales —le respondí.

Él me quedó mirando por un momento para después empezar a reír.

— La bruja no come animales —dijo en voz alta.

Todos allí empezaron a reír. El tipo que le trajo la comida a Eirik se acercó a mí con otro cuenco.

— Le he traído algo especial —dijo él.

Me lanzó el cuenco a los pies y la cabeza de una gallina terminó sobre ellos. Me levanté de inmediato.

— ¡Todos ustedes son unos bárbaros sin corazón! —les grité.

Eirik haló la cuerda y me hizo sentar.

— O comes lo que se prepara aquí, o te mueres de hambre —me advirtió.

Yo lo miré con la barbilla levantada. Prefería morir de hambre a comerme un inocente animal.

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