El camino se extendía interminablemente ante nosotros, y el cansancio se apoderaba de cada fibra de mi cuerpo. Anhelaba sentarme, aunque fuera por un momento, y descansar mis piernas agotadas.
—¿Falta mucho? —pregunté, tratando de mantener la compostura, a Eirik, que caminaba a mi lado.
—Sí, pararemos cuando el sol esté a punto de ocultarse —contestó con indiferencia.
Respiré hondo y observé mis manos aún atadas.
—Suéltame, quiero caminar bien, no estar tropezando todo el tiempo —exigí, tratando de sonar firme.
Eirik se detuvo bruscamente, obligándome a hacer lo mismo.
—Estás atada de las manos, no de los pies —respondió, con una sonrisa burlona en su rostro.
La ira me hervía por dentro; quería lanzarme sobre él y golpear esa enorme cabeza sin cerebro.
—¿A dónde vamos? —pregunté, intentando cambiar el tema y aliviar la tensión.
—A casa —dijo, y una sonrisa se dibujó en sus labios—. Te va a encantar, es hermosa. — me dijo con una sonrisa.
—¿Está muy lejos? — le pregunte.
—Un poco, pero no te preocupes, yo haré que el tiempo pase volando —respondió con una sonrisa.
Puse los ojos en blanco y reanudé la marcha, tratando de ignorar la creciente hambre que sentía. Después de un par de horas más caminando, el cansancio y el hambre pudieron más conmigo.
—Tengo hambre —dije, esperando despertar algo de compasión en él.
El me miro de arriba abajo para después seguir caminando como si yo no le hubiera dicho nada. Se supone que yo soy alguien valioso, pero no era tratada como tal.
—Debiste comer lo que se te ofreció —replicó sin mirarme.
Volví a poner los ojos en blanco. Era un loco si pensaba que yo iba a comerme la cabeza de aquel pobre animal. De repente, me levantó del suelo y me cargó en sus brazos.
—Bájame —ordené, sintiéndome humillada. Yo no era una mujer débil, podía andar perfectamente yo sola.
—Se supone que estás cansada, o ¿solo era una excusa para que te libere? —comentó con una sonrisa burlona.
No respondí. En lugar de eso, apoyé mi cabeza en el hueco de su cuello y respiré profundamente. Extrañamente, su aroma era agradable.
—¿Qué perfume usas? —pregunté, sorprendida por lo mucho que me gustaba su olor.
—No sé de lo que hablas —contestó.
Solté una risita, olvidando por un momento que estaba, aparentemente, cientos de años atrás.
—Hueles bien —admití a regañadientes, y luego me mordí la lengua por decir algo tan tonto—, para verte tan sucio. — conclui.
Eirik rió suavemente. Continuó caminando conmigo en brazos, como si no pesara nada.
—¿Qué pasa si no puedo ayudarte, y si tampoco soy de utilidad para tu hermano? —pregunté, queriendo saber un poco más del lío en el que estaba involucrada.
Eirik se detuvo y me miró a los ojos con intensidad.
—¿Dices que vienes de otro tiempo, no? —preguntó.
Asentí.
—Entonces me ayudarás. Conseguirás lo que necesito y al fin podré derrocar a mi hermano del poder —dijo con una determinación feroz.
—¿Por qué no puedes hacerlo sin eso? —repliqué, desafiándolo—. ¿Tan débil eres?
Negó con la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y rencor.
—Muchos están con él. Sí, puede que asesinarlo sea fácil, pero entonces estarán los otros, y gobernar con tantos enemigos a tu alrededor es tedioso. Vivirás siempre con el miedo de morir en cualquier momento. Pero si obtengo ese poder, nadie podrá matarme. — me conto.
Asentí, el tenia razón.
—Entonces te vas a arrepentir por retenerme. No seré de utilidad, y tarde o temprano morirás a manos de tu hermano —advertí.
Eirik sonrió con frialdad.
—Entonces moriremos. Ya que dudo que él te quiera con vida después de engañarlo como lo hiciste —dijo, con una sonrisa siniestra.
Lo miré, frunciendo el ceño.
—Yo no he engañado a nadie. Él me secuestró, de la misma manera en que lo has hecho tú.— le deje en claro.
—Dudo que después de la mentira que le dijiste quiera tratarte bien —dijo con esa estúpida sonrisa burlona.
Volví a apoyar mi cabeza en su cuello. Tenía razón, aunque no quisiera aceptarlo. Iba a morir de una manera u otra.
—¿Asustada, brujita? —preguntó mientras seguía caminando.
—No, aún puedo transformarte en un horrible sapo —dije, intentando sonar amenazante—. Y te juro que no estoy bromeando.
Eirik rió, y el sonido resonó en el bosque silencioso.
—Aún tengo hambre, y quiero ir al baño —dije.
Él me bajó y me quedó mirando.
—Me haces perder el tiempo —me dijo.
Soltó mis ataduras, me agarró de la mano y me adentró más en el bosque. Yo miré de un lado a otro, lista para defenderme si él se atrevía a hacerme algo.
—Pensé que querías hacer del baño —dijo.
Asentí, pero no me moví.
—Date la vuelta —le dije.
Él negó de inmediato con la cabeza.
—No me voy a dar la vuelta. No me fío de ti, brujita —respondió, cruzando los brazos.
Respiré profundamente, frustrada. No tenía otra opción.
—¿Qué esperas que haga entonces? ¿Quieres ver todo? Eres un pervertido —le dije con rabia.
Él se encogió de hombros, sin dejar de mirarme.
—Tengo que asegurarme de que no intentes escapar —dijo con frialdad.
Respiré hondo, tratando de mantener la calma. Me di cuenta de que debía ser más astuta si quería ganar su confianza, o al menos, obtener un poco de privacidad.
—Muy bien, pero necesito que me des al menos un poco de espacio. No puedo hacerlo si estás justo aquí, por favor —le dije, suavizando mi tono.
Él volvió a negar con la cabeza. Lo desprecié aún más. Pero mi vejiga quería ser liberada, así que no tuve más opción. Subí un poco la falda del vestido y me agaché, allí frente a él, hice del baño. Nunca había sentido tanta vergüenza en mi vida. Pero esta humillación, en algún momento me la iba a cobrar, de eso estaba muy segura.
—¿Ya? —preguntó.
Me levanté y asentí con la cabeza. Caminé lentamente hacia él.
—Pensé que ibas a cagar —dijo sin vergüenza alguna.
Sentí mis mejillas arder. ¿Cómo podía hablar de esa manera tan desvergonzada? Claro, se me olvidaba que era un bárbaro, y los bárbaros carecían de vergüenza.
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Nos detuvimos y todos los hombres allí comenzaron a desempacar algunas cosas. Miré a Eirik esperando algún signo de preocupación por mi bienestar, pero me ignoró por completo. Para este momento, ya no tenía las manos atadas. De hecho, le daba igual si salía corriendo; era consciente de que moriría si trataba de escapar.— Tengo hambre — le dije con mal genio.Él volteó a verme y se encogió de hombros.— Está en ti comer o no lo que se te dará — me dijo como si nada.Me acerqué a él y pasé mi mano por su pecho, mirándolo a los ojos y batiendo mis pestañas.— Tengo hambre, Eirik, mucha hambre — repetí, intentando un tono más seductor.El sonrió de medio lado, para volverse a encoger de hombros.— O comes lo que se te da o te mueres de hambre — respondió de nuevo, sin inmutarse.Me senté y miré hacia otro lado. Era obvio que en este lugar mis exigencias no serían escuchadas, y si seguía así, iba a morir de inanición. Así que, con todo el dolor en mi alma, tenía que ceder, al menos hasta
Yo no podía apartar la vista de Eirik, eso que había soñado aún estaba muy presente, fue tan extraño. Él volteó a verme y se acercó a mí. Yo intenté alejarme, pero él me detuvo sosteniendo mi brazo con fuerza.— ¿Estás bien? — me preguntó.— Sí, solo quiero darme un baño — le mentí.Él asintió con la cabeza y empezó a arrastrarme con él. Me resistí lo más que pude, pero era inútil; Eirik era enorme y podía pesar tres veces más que yo.— Cerca hay un riachuelo, creo que te gustará — me dijo.Yo me dejé llevar, pero siempre alerta. Si él trataba de hacerme algo, yo me defendería, no me importaba si en el proceso moría. Llegamos al riachuelo y él me soltó.— Báñate rápido, hoy tenemos que llegar a los barcos — me dijo.Yo me volví para verle inmediatamente.— ¿Barcos? — pregunté.Él asintió con la cabeza.— Pensé que tu casa quedaba aquí — le dije.Él sonrió y negó con la cabeza.— Mi casa jamás será esta tierra, aunque espero gobernarla — me respondió.Yo no estaba entendiendo nada.— ¿
Mi corazón estaba latiendo demasiado rápido, la noticia de que nos estaban vigilando era aterradora, yo no deseaba ayudar a ninguno de los dos bandos, aunque tampoco sabría cómo hacerlo. Eirik dejó de caminar y empezó a mirar de un lado a otro.—No quiero morir y menos por tu culpa, ahora sácame de este lugar —le dije. Él me miró, su expresión seria. —No morirás, al menos no el día de hoy. — me dijo para tranuilizarme.El bosque alrededor de nosotros parecía cobrar vida con cada sombra y sonido. Podía sentir los ojos invisibles observándonos, esperando el momento perfecto para atacar. Mi piel se erizó y la sensación de peligro se intensificó.—¿Qué hacemos ahora? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme.—No te preocupes, yo te protegeré —me dijo él con voz calmada.Yo volteé a verlo, quería decir algún comentario mordaz, pero este no era el momento.—¿Y si gritamos para que tus hombres vengan a rescatarnos? —le sugerí.Él me miró como si yo hubiese dicho la cosa más estúpida del
Llegamos a la orilla, varios hombres se acercaron a nosotros, mirándome con curiosidad. Eirik me bajó y empezó a hablar con los hombres allí presentes. Hasta hace un momento, no lo veía como un líder, pero verlo así con todos esos hombres, era obvio que el tipo era… poderoso.—Tiana, ven, tenemos que subir —me dijo Eirik.Yo negué con la cabeza. No quería irme, no sabía lo que realmente me esperaba en ese lugar.—Tenemos que irnos ya, o seremos emboscados —me dijo.Yo volví a negar con la cabeza. Me iba a resistir lo más que pudiera, tal vez se aburra y me deje aquí.—Si me acerco, te juro que te lanzaré al barco y me va a importar muy poco si te partes algún hueso —me amenazó.Yo me encogí de hombros. Los hombres a su alrededor empezaron a reír y a murmurar.—Me estás poniendo en ridículo frente a mis hombres —me dijo.Yo volví a encogerme de hombros. Él empezó a caminar hacia mí y yo corrí. Sí, corrí. Como una estúpida, siendo atrapada por él al instante.—Deja de cabrearme, y esto,
Apenas entramos a mi casa, llevé a Tiana a mi habitación. Si ella creía que iba a dormir en otro lado, estaba completamente equivocada. Yo quería tenerla cerca, tocarla en las noches y beber de ella cuando se me diera la gana.— No dormiré contigo — me dijo ella al entrar a mi habitación. — Así que ve quitando de tu enorme cabeza que algo podría pasar entre tú y yo.— Sí va a pasar, y muchas veces — le dije.La cargué y la llevé a mi cama, la deposité con cuidado. Abrí sus piernas, subiendo con lentitud la falda de su vestido. Me instalé entre ellas y observé su rostro con atención.— Creo que hemos perdido el tiempo por mucho tiempo, ¿no lo crees? — le pregunté. — Es momento de recuperar todo ese tiempo perdido.Subí más la falda de su vestido, dejando al descubierto su monte de Venus. El olor a sexo que desprendía de su cuerpo era abrumador.— Si me tocas, te corto las manos — me amenazó.Yo llevé mi mano a su coño, pasando mis dedos por la hendidura. Metí uno dentro y la jugosidad d
Los hombres en la habitación me miraron apenas entré. Todos tenían preguntas que hacerme, y yo no estaba seguro de poder contestarlas.—¿Es ella? —preguntó uno.Asentí con la cabeza.—¿Cuándo te dará el amuleto? El tiempo pasa, Ivar se vuelve cada vez más fuerte. Los sajones vendrán y nos matarán a todos —me dijo.Todos allí reunidos asintieron con la cabeza. Yo estaba en una enorme encrucijada. No podía obligarla a darme lo que quería.—Pronto lo obtendré —respondí.Uno de ellos se levantó y se acercó a mí.—Necesitamos con urgencia derrotar a Ivar y vengar a tu padre —me dijo.La sala estalló en murmullos.—Necesitamos que soluciones esto ya —dijo uno con furia.Salí de la sala, sintiendo el peso de sus miradas en mi espalda. Caminé hacia donde ella estaba. Tiana me miró.—Necesito que me entregues el amuleto —le dije.Ella se rió un poco.—No sé cómo dártelo, ya te dije que has traído a la mujer equivocada —me dijo.Me acerqué con rapidez y la agarré de los hombros con fuerza.—No q
Freidys entró a la habitación y me quedó mirando. Caminé hacia ella para sacarla, pero se movió rápidamente a otro lugar.—Se supone que nos casaríamos —dijo.Me reí un poco. Mi padre era el que quería tal cosa; yo jamás acepté, pero ella y su familia estaban seguros de nuestra unión.—El que folláramos un par de veces no quiere decir que haya aceptado, así que no me molestes, tengo cosas más importantes en las que pensar —le respondí.—¿En ella? Te gusta, lo veo en tu mirada —dijo.Si, me gustaba, pero decirlo en voz alta seria muy peligroso para ella, aunque quedarse conmigo también lo seria. Se supone que haría cualquier cosa por conseguir el amuleto, pero ahora no si se sea capaz de ser cruel con ella.—Si me gusta o no, no es de tu incumbencia —le respondí molesto.Ella abrió la boca ligeramente para después reír con amargura.—No puedo creer lo que dices. Todos confiamos en ti, todos dependemos de ti, y tú no has hecho nada para conseguir lo que necesitamos —me reclamó.Era cons
Me quedé allí, sobre él, con la respiración entrecortada. Sus manos subían y bajaban por mi espalda desnuda. Levanté un poco mi cabeza y lo miré; su expresión estaba en blanco, y yo deseaba poder leer su mente en esos momentos.— ¿En qué piensas? —le pregunté.Él me miró.— Necesito el amuleto —me dijo.Me senté sobre su abdomen y lo miré.— Lo siento, pero no puedo ayudarte —le dije.Me bajé de él y me levanté. Tomé el pedazo de tela que estaba tirada en el suelo e intenté ponérmela, pero estaba demasiado dañada.— ¿Por qué? —me preguntó él.Me volví para mirarlo.— Porque no sé cómo hacerlo, así que por favor, deja de molestarme —le pedí.Salí del lugar medio desnuda, necesitaba pensar con frialdad todo lo que había hecho.— Creo que Eirik no trajo a una bruja, trajo a una zorra —dijo esa voz chillona y desagradable.Me di la vuelta y la miré.— Déjame en paz, ya estoy cansada de ti —le dije con mal humor.Ella se acercó a mí pero se alejó de inmediato. Y vi por qué. Eirik se estaba