Me lanzaron al frío suelo como si no fuera nada. Todos estos hombres eran unos animales. El tipo de cabello negro, al cual detestaba con toda el alma, me quedó mirando, casi de forma irónica.
—¿Se te ha perdido una igual que yo? —le pregunté con enojo. Él se veía molesto. —No voy a arruinar mis planes por tu culpa, así que dame lo que quiero y te mandaré lejos —me dijo con frialdad. Lo miré sin comprender. —Pues jódete, porque no te daré nada —le respondí, furiosa. Me levanté y lo encaré. O al menos lo intenté, ya que el tipo medía como dos metros. —No me cabrees, y dame lo que quiero —insistió, su voz cargada de amenaza. Me crucé de brazos y me reí. ¿Qué carajos era lo que él quería? Y si yo podía dárselo, haría todo lo posible para no hacerlo. —Pues no te daré nada —le repetí. En un movimiento rápido, él agarró mi mandíbula. No apretó con fuerza, pero podía sentir la firmeza de su mano. Tragué en seco al sentir la calidez de su piel contra la mía. Lo miré a los ojos y algo dentro de mí comenzó a removerse. Aparté su mano y retrocedí. —¡No me toques! —le advertí, mi voz quebrada por la mezcla de miedo y desafío. Él dio un paso atrás y se fue. Miré a mi alrededor, pero había muchos hombres y era difícil escapar. Tenía que averiguar cómo salir de este lugar.— — — — — — — —
Fui hasta donde estaba Leif. Él me miró y arrugó el entrecejo. Me dio algo de ropa y yo me la puse de inmediato.
—¿Qué ha pasado? —me preguntó con preocupación. Lo miré y le sonreí un poco, aunque sin mucha convicción. —Creo que es mi luna —le confesé, sintiendo un nudo en el estómago. Él abrió la boca ligeramente. —¿Estás bromeando, verdad? —me preguntó, incrédulo. Negué con la cabeza. Cuando la olí, me volví loco, y por esa razón la perseguí. Pero apenas abrió la boca, todo lo bueno que había sentido por ella se esfumó. —Pero no la quiero, solo la necesito para conseguir el maldito amuleto y exiliar a Ivar de estas tierras —le dije, tratando de convencerme a mí mismo también. Hace un par de años, mi padre me dio el liderazgo de la manada, pero Ivar, al ser mi hermano mayor, no estuvo de acuerdo. Yo sabía por qué mi padre tomó esa decisión. Ivar era cruel y deseaba tener el poder de todo el territorio. Mató a nuestro padre y, junto a muchos de los traidores que lo apoyaban, tomó el poder. Ahora, siendo yo el legítimo rey, tenía que esconderme. —Si él se entera de que ella es tu luna, será un enorme problema —me comentó Leif, preocupado. Eso lo sabía muy bien, por eso era mejor apartarla de mí. Obtendría lo que quería y la enviaría a un lugar seguro. —Ella me odia, así que fingir no será un problema —le dije con una sonrisa amarga. Hace años, mi padre nos contó una leyenda sobre un amuleto que le daría el poder máximo a quien lo poseyera. Ivar y yo pensábamos que solo era una historia, pero muchos años después descubrimos que era verdad, y que la única que podría llegar a él era una bruja que vendría de otro mundo. —Ten cuidado, Eirik. Estamos en guerra, y en la guerra cualquier cosa se vale —me dijo Leif, su voz llena de advertencia. La miré. Ella estaba observando a su alrededor, era obvio que tramaba algo. —Lo tendré —le contesté con determinación. Caminé hacia ella y me detuve frente a ella. —¿Cómo te llamas, bruja? —le pregunté, tratando de mantener la compostura. Ella me miró de arriba abajo, con desdén. —No creo que necesites saberlo, no estaremos juntos tanto tiempo —me contestó cortante. Llamé a uno de mis compañeros con la mano. —Átala —le ordené sin titubear. Ella abrió la boca de par en par. Se lanzó hacia mí y comenzó a golpearme. Tomé sus muñecas y la hice detenerse. —Si me haces algo, te juro que te convertiré en un muy desagradable sapo —me amenazó, sus ojos llenos de furia. Comencé a reír. —No te tengo miedo —le dije, aunque dentro de mí sentía una chispa de duda. Mi compañero llegó con una cuerda y le amarró ambas manos. —Voy a escaparme y ni te darás cuenta —me advirtió con determinación. La levanté y la llevé hasta un tronco cercano. La senté y la miré a los ojos, a sus hermosos ojos azules. Tenía una cara bonita, angelical, con rasgos frágiles; ella entera parecía una delicada damisela. —Si te acercas más de lo debido, te saco los ojos —me advirtió. Respiré profundamente. Ella solo parecía un ángel, pero era un jodido demonio, uno pequeño que me jodería sin pensarlo. —Hoy dormiremos aquí, así que te aconsejo que no hagas nada estúpido. Todos tienen la orden de despedazarte si tratas de huir —la amenacé. Ella asintió con la cabeza. Se veía muy enfadada. —¿Has entendido lo que te dije? —le pregunté, asegurándome de que captara la seriedad. Ella asintió de nuevo. —Aléjate de mí —me gruñó, su voz llena de veneno. Yo acaricié su mejilla. Su piel era tan suave y tersa. Me acerqué más a ella y la miré a los ojos. Quería meterme dentro de su cuerpo y no salir jamás. Deseaba poseerla de una manera insana. —Creo que deberías dormir conmigo. No quiero que te escapes —le dije, sintiendo que perdía el control. Ella me escupió, y yo salí del trance en el que estaba. —Aléjate, pervertido —me dijo, con desprecio. Alejé mi mano de ella y me levanté. Casi cometo una locura. Ella definitivamente tenía que estar muy lejos de mí. Solo pido tener autocontrol para poder alejarme lo suficiente para no cometer una estupidez que perjudique a mi gente. —Dormirás con alguien más, así no podrás escapar —le dije, tratando de recuperar el control. Caminé lejos de ella, necesitaba poner distancia, o le terminaría arrancando la ropa aquí mismo y me la follaría sin importarme que los demás nos estén mirando.Los ronquidos del hombre a mi lado, que sostenía con fuerza la soga con la que tenía mis manos atadas, no me dejaron dormir. El frío también contribuía a mi miseria. Jamás había pasado una noche tan mala.—Buenos dias, bruja —dijo una voz burlona.Miré a un lado y allí estaba él, resplandeciente como una mañana de verano. Su cabello largo, atado, acentuaba su virilidad.—No me llamo bruja —le contesté con firmeza.El hombre a mi lado dio un espantoso ronquido. Le di un golpe y se despertó de inmediato, levantándome a mí en el proceso.—Quiero darme un baño —le exigí.Él se acercó al otro hombre y le quitó la cuerda.—Vamos —me dijo con una sonrisa burlona.Esto debe ser una maldita broma de mal gusto.—Solo dime dónde ir —le respondí, tratando de mantener la calma.Él soltó una carcajada. Cerré los ojos por un momento, tratando de calmarme.—¿Y arriesgarme a que te escapes? Me costó mucho raptarte, y no hablo solo de tiempo; perdí hombres por ti —me dijo.—Entonces llévame tú mismo —l
El camino se extendía interminablemente ante nosotros, y el cansancio se apoderaba de cada fibra de mi cuerpo. Anhelaba sentarme, aunque fuera por un momento, y descansar mis piernas agotadas.—¿Falta mucho? —pregunté, tratando de mantener la compostura, a Eirik, que caminaba a mi lado.—Sí, pararemos cuando el sol esté a punto de ocultarse —contestó con indiferencia.Respiré hondo y observé mis manos aún atadas.—Suéltame, quiero caminar bien, no estar tropezando todo el tiempo —exigí, tratando de sonar firme.Eirik se detuvo bruscamente, obligándome a hacer lo mismo.—Estás atada de las manos, no de los pies —respondió, con una sonrisa burlona en su rostro.La ira me hervía por dentro; quería lanzarme sobre él y golpear esa enorme cabeza sin cerebro.—¿A dónde vamos? —pregunté, intentando cambiar el tema y aliviar la tensión.—A casa —dijo, y una sonrisa se dibujó en sus labios—. Te va a encantar, es hermosa. — me dijo con una sonrisa.—¿Está muy lejos? — le pregunte.—Un poco, pero
Nos detuvimos y todos los hombres allí comenzaron a desempacar algunas cosas. Miré a Eirik esperando algún signo de preocupación por mi bienestar, pero me ignoró por completo. Para este momento, ya no tenía las manos atadas. De hecho, le daba igual si salía corriendo; era consciente de que moriría si trataba de escapar.— Tengo hambre — le dije con mal genio.Él volteó a verme y se encogió de hombros.— Está en ti comer o no lo que se te dará — me dijo como si nada.Me acerqué a él y pasé mi mano por su pecho, mirándolo a los ojos y batiendo mis pestañas.— Tengo hambre, Eirik, mucha hambre — repetí, intentando un tono más seductor.El sonrió de medio lado, para volverse a encoger de hombros.— O comes lo que se te da o te mueres de hambre — respondió de nuevo, sin inmutarse.Me senté y miré hacia otro lado. Era obvio que en este lugar mis exigencias no serían escuchadas, y si seguía así, iba a morir de inanición. Así que, con todo el dolor en mi alma, tenía que ceder, al menos hasta
Yo no podía apartar la vista de Eirik, eso que había soñado aún estaba muy presente, fue tan extraño. Él volteó a verme y se acercó a mí. Yo intenté alejarme, pero él me detuvo sosteniendo mi brazo con fuerza.— ¿Estás bien? — me preguntó.— Sí, solo quiero darme un baño — le mentí.Él asintió con la cabeza y empezó a arrastrarme con él. Me resistí lo más que pude, pero era inútil; Eirik era enorme y podía pesar tres veces más que yo.— Cerca hay un riachuelo, creo que te gustará — me dijo.Yo me dejé llevar, pero siempre alerta. Si él trataba de hacerme algo, yo me defendería, no me importaba si en el proceso moría. Llegamos al riachuelo y él me soltó.— Báñate rápido, hoy tenemos que llegar a los barcos — me dijo.Yo me volví para verle inmediatamente.— ¿Barcos? — pregunté.Él asintió con la cabeza.— Pensé que tu casa quedaba aquí — le dije.Él sonrió y negó con la cabeza.— Mi casa jamás será esta tierra, aunque espero gobernarla — me respondió.Yo no estaba entendiendo nada.— ¿
Mi corazón estaba latiendo demasiado rápido, la noticia de que nos estaban vigilando era aterradora, yo no deseaba ayudar a ninguno de los dos bandos, aunque tampoco sabría cómo hacerlo. Eirik dejó de caminar y empezó a mirar de un lado a otro.—No quiero morir y menos por tu culpa, ahora sácame de este lugar —le dije. Él me miró, su expresión seria. —No morirás, al menos no el día de hoy. — me dijo para tranuilizarme.El bosque alrededor de nosotros parecía cobrar vida con cada sombra y sonido. Podía sentir los ojos invisibles observándonos, esperando el momento perfecto para atacar. Mi piel se erizó y la sensación de peligro se intensificó.—¿Qué hacemos ahora? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme.—No te preocupes, yo te protegeré —me dijo él con voz calmada.Yo volteé a verlo, quería decir algún comentario mordaz, pero este no era el momento.—¿Y si gritamos para que tus hombres vengan a rescatarnos? —le sugerí.Él me miró como si yo hubiese dicho la cosa más estúpida del
Llegamos a la orilla, varios hombres se acercaron a nosotros, mirándome con curiosidad. Eirik me bajó y empezó a hablar con los hombres allí presentes. Hasta hace un momento, no lo veía como un líder, pero verlo así con todos esos hombres, era obvio que el tipo era… poderoso.—Tiana, ven, tenemos que subir —me dijo Eirik.Yo negué con la cabeza. No quería irme, no sabía lo que realmente me esperaba en ese lugar.—Tenemos que irnos ya, o seremos emboscados —me dijo.Yo volví a negar con la cabeza. Me iba a resistir lo más que pudiera, tal vez se aburra y me deje aquí.—Si me acerco, te juro que te lanzaré al barco y me va a importar muy poco si te partes algún hueso —me amenazó.Yo me encogí de hombros. Los hombres a su alrededor empezaron a reír y a murmurar.—Me estás poniendo en ridículo frente a mis hombres —me dijo.Yo volví a encogerme de hombros. Él empezó a caminar hacia mí y yo corrí. Sí, corrí. Como una estúpida, siendo atrapada por él al instante.—Deja de cabrearme, y esto,
Apenas entramos a mi casa, llevé a Tiana a mi habitación. Si ella creía que iba a dormir en otro lado, estaba completamente equivocada. Yo quería tenerla cerca, tocarla en las noches y beber de ella cuando se me diera la gana.— No dormiré contigo — me dijo ella al entrar a mi habitación. — Así que ve quitando de tu enorme cabeza que algo podría pasar entre tú y yo.— Sí va a pasar, y muchas veces — le dije.La cargué y la llevé a mi cama, la deposité con cuidado. Abrí sus piernas, subiendo con lentitud la falda de su vestido. Me instalé entre ellas y observé su rostro con atención.— Creo que hemos perdido el tiempo por mucho tiempo, ¿no lo crees? — le pregunté. — Es momento de recuperar todo ese tiempo perdido.Subí más la falda de su vestido, dejando al descubierto su monte de Venus. El olor a sexo que desprendía de su cuerpo era abrumador.— Si me tocas, te corto las manos — me amenazó.Yo llevé mi mano a su coño, pasando mis dedos por la hendidura. Metí uno dentro y la jugosidad d
Los hombres en la habitación me miraron apenas entré. Todos tenían preguntas que hacerme, y yo no estaba seguro de poder contestarlas.—¿Es ella? —preguntó uno.Asentí con la cabeza.—¿Cuándo te dará el amuleto? El tiempo pasa, Ivar se vuelve cada vez más fuerte. Los sajones vendrán y nos matarán a todos —me dijo.Todos allí reunidos asintieron con la cabeza. Yo estaba en una enorme encrucijada. No podía obligarla a darme lo que quería.—Pronto lo obtendré —respondí.Uno de ellos se levantó y se acercó a mí.—Necesitamos con urgencia derrotar a Ivar y vengar a tu padre —me dijo.La sala estalló en murmullos.—Necesitamos que soluciones esto ya —dijo uno con furia.Salí de la sala, sintiendo el peso de sus miradas en mi espalda. Caminé hacia donde ella estaba. Tiana me miró.—Necesito que me entregues el amuleto —le dije.Ella se rió un poco.—No sé cómo dártelo, ya te dije que has traído a la mujer equivocada —me dijo.Me acerqué con rapidez y la agarré de los hombros con fuerza.—No q