Estaba boca abajo, amarrada a un tronco, esperando el inminente momento en el cual me prendieran fuego y morir de la peor manera.
—¡Bruja! —dijo una de las mujeres que estaban acomodando los troncos y la paja para que el fuego fuera más vivaz. —Te voy a convertir en un cerdo y luego te comeré —le dije. La mujer empezó a gritar y muchas personas se acercaron. —¡Ha dicho que me convertirá en cerdo! —gritó. Yo puse los ojos en blanco. Era tan estúpido que ellos creyeran que yo fuese una bruja. ¿Una bruja? ¿Es jodidamente en serio? Toda esta gente está loca. —¡Quémenla o nos convertirá en cerdos a todos! —gritó alguien más. Yo empecé a llorar; nunca pensé que moriría tan rápido en mi otra vida y de una manera tan horrible. El tipo rubio y peligroso se acercó a mí. —Ahora no pareces tan valiente —dijo con una voz gruesa y rasposa. Yo lo miré. El bastardo venía con una antorcha prendida. Tragué en seco y miré a otro lado, pero fue peor; las miradas de esas personas eran más aterradoras que la antorcha en la mano de ese peligroso hombre. —¡Aléjate, infeliz! —le grité. Él me sonrió y, de alguna manera, la preocupación de ser quemada aumentó. —Deberías poder soltarte, se supone que eres una bruja —me dijo a modo de burla. Yo lo miré mal. —Lloverá y todo este puto lugar se inundará —le dije. Él acercó la antorcha a la paja que estaba tirada en el suelo, y yo le grité que se detuviera. —Haz que llueva o te quemaré —me amenazó. Yo empecé a soplar la antorcha, pero era inútil; esa cosa era monstruosa. —Estoy amarrada, boca abajo, no me puedo concentrar. Si me desamarras, te juro que haré que llueva —le dije. Él volvió a acercar la antorcha y yo seguí soplando, como si eso fuera a ayudar en algo. —Aún no llueve —me recordó. Yo lo miré a la cara y el bastardo se estaba riendo. —Lloverá, lloverá muchísimo —le dije. Yo seguí soplando; necesitaba que él alejara esa cosa. —Eres una mentirosa —me dijo. La antorcha se acercó aún más. Yo cerré los ojos con fuerza. —¡Que llueva ya! —grité. Una gruesa gota de lluvia se estrelló contra mi mejilla. Yo abrí los ojos y lo miré; él se veía incrédulo, pero yo estaba feliz. —Suéltame —le pedí. Las gotas de lluvia se intensificaron y, de la nada, el agua empezó a caer a cántaros. Él se acercó a mí y me quitó las ataduras; yo caí como un bulto de patatas sobre los troncos y la paja que había puesto para quemarme. —Levántate —me ordenó. Yo me incorporé y lo miré; la lluvia lo hacía ver aún más peligroso. Miré de un lado a otro y empecé a correr. Si me quedaba, iba a terminar en la hoguera cuando la lluvia se detuviera. Corrí tan rápido que no me percaté del enorme agujero que estaba justo frente a mí. Cuando traté de detenerme, fue imposible y terminé dentro del agujero. El olor a carne podrida inundó mis fosas nasales. Yo miré con más detenimiento y había varios cuerpos en estado de putrefacción.—¡Auxilio! —grité con desesperación.
Traté de salir, pero la tierra se sentía como barro, y cada vez que intentaba trepar, era empujada hacia abajo. Podía sentir la carne de los cuerpos debajo de mis pies. —¡Ayuda! —grité con más fuerza. Él se asomó por el agujero, se puso en cuclillas y me sonrió. —Esto te enseña a no huir de mí. Ahora pide que la lluvia se detenga o morirás ahogada junto a esos —me dijo. Yo agarré un puñado de barro y se lo lancé a la cara; el barro se escurrió por su rostro aterrizando en el suelo. —Tú vas a sufrir y yo lo voy a disfrutar —me dijo. Él se levantó y se fue, dejándome allí en la podredumbre. Yo respiré profundamente y la peste quemó mis fosas nasales. Esto ya estaba siendo demasiado; necesitaba salir de aquí y no hablo del puto hueco, ¡hablo de este maldito lugar! Trepé otra vez y volví a caer. El agua estaba subiendo y con ella los cadáveres. —Por favor, ayúdame, sé que estás allí —le grité. Él se asomó, tiró una cuerda y yo la agarré de inmediato. Él empezó a subirla hasta que pude salir de ese asqueroso lugar. —Eres peligrosa —me dijo. Yo no le dije nada y tampoco tenía ganas de huir, ya que siempre terminaba mal. —Te convertiré en un feo animal si te acercas —le advertí. Él sonrió. —Tú serás mía, y yo te domaré y me darás todo lo que te pida —me dijo. Yo le iba a decir algún comentario mordaz, pero entonces un par de hombres se acercaron a nosotros; uno de ellos me quedó mirando. —Algunos guerreros de la otra manada se están acercando —informó. Yo los quedé mirando, y por sus caras era obvio que no eran buenas noticias. ¿Acaso no podía tener un poco de paz? —Escóndanla —ordenó él. Yo negué con la cabeza. Uno de los hombres allí iba a tocarme, pero yo no me dejé; ya estaba cansada de esto. —¡Déjenme en paz! —les grité. Los gruñidos y gritos se mezclaron con la torrencial lluvia. Yo aproveché y salí corriendo; esta vez sí tenía que salir de este lugar, cueste lo que cueste. Corrí hasta que pude ver un bosque, corrí a prisa hacia él, pero fui tumbada por algo que me golpeó en la espalda. Me di la vuelta y allí, frente a mí, estaba un enorme y feroz lobo negro. Yo tragué en seco, hasta aquí había llegado. El aliento cálido del animal se estrelló contra mi rostro, mi cuerpo empezó a temblar de inmediato; hoy definitivamente iba a morir. Abrí los ojos lentamente. La enorme cabeza del lobo estaba justo frente a la mía. No sé cómo lo hice, pero me levanté de un salto y corrí. Tal vez era inútil querer correr, pero no me iba a quedar allí esperando a ser devorada por esa bestia. Sentía el corazón a punto de estallar en mi pecho, pero no podía detenerme. Los gruñidos del lobo resonaban cada vez más cerca, su aliento húmedo casi quemándome la nuca. Desesperada, giré bruscamente a la izquierda, adentrándome más en el oscuro bosque.La lluvia se intensificaba, y el terreno se volvía resbaladizo y peligroso. Mis pies tropezaban con raíces y piedras ocultas bajo el lodo, pero seguía adelante, impulsada por el puro instinto de supervivencia. Sin embargo, un paso en falso me hizo perder el equilibrio y caí al suelo, golpeándome fuertemente el costado. Sentí un dolor punzante, pero no tuve tiempo de comprobar la magnitud de la herida.
El lobo apareció de nuevo, su mirada fija en mí, sus ojos brillando con una intensidad aterradora. Sabía que no tenía mucho tiempo. Miré desesperada a mi alrededor, buscando cualquier cosa que pudiera usar para defenderme. Mis manos encontraron una rama gruesa y, sin pensarlo dos veces, la empuñé con fuerza, lista para enfrentarme a la criatura.
El lobo dio un paso hacia mí, sus dientes afilados reflejando la luz de los relámpagos.
— ¡Te acercas más y te juro que te golpearé! —le grité.El lobo retrocedió y de alguna manera me sentí un poco más relajada. Empuñé la rama con más fuerza y empecé a retroceder, hasta que mi espalda se estrelló contra algo. Volteé la cabeza lentamente y miré sobre mi hombro. Un aterrador hombre con un solo ojo me sonreía. Tiré la rama al suelo e intenté huir, pero el hombre me atrapó.
— ¡Suéltame! —grité desesperada.
Fui llevada entre sus brazos, como si pesara menos que una pluma.
—¿Qué carajo hacemos con la bruja Eirik? —preguntó el hombre con una voz asquerosa.
Una risa burlona resonó detrás. Y de la nada varios lobos se unieron a nosotros, algunos se veían heridos, ya que su pelaje se veía manchado con sangre.
— ¡No soy una bruja! —grité.
Fui lanzada al suelo, sin el menor cuidado. Metí mis manos para no lastimar mi rostro, pero las palmas de mis manos recibieron todo el golpe.
—Te han visto invocar la lluvia. Y si no fueras lo que estamos buscando, Ivar no hubiera luchado como lo hizo por ti —dijo una voz diferente a la del tipo tuerto.
Me di la vuelta y entonces vi al dueño de esa voz. Era tan alto, con el cabello negro y largo, pero lo que más destacaba en él eran sus ojos. Unos brillantes y aterradores ojos azules. Gateé un poco por el suelo, tratando de alejarme, pero él dio un par de pasos adelante.
—Si te acercas más, te juro que te hechizaré —lo amenacé.
Él sonrió de medio lado, se acercó más a mí, y de un jalón me tiró a su espalda.
—No creo en esas mierdas, pero sé que contigo conseguiré lo que quiero —me dijo.
Empecé a removerme sobre su hombro y fui duramente amonestada con un golpe en mi trasero. Respiré profundamente, tratando de calmarme; odiaba a este infeliz, y si de verdad tenía algún tipo de poder, lo utilizaría para volverle la vida un puto infierno.
—¡Te odio! —le grité con rabia.
Una risa ronca salió de él, moviendo sus hombros en el proceso. Ahora lo detestaba aún más. Tenía rabia y estaba segura de que lo despreciaba, tanto que me desconocía a mí misma. Las lágrimas de frustración empezaban a llenar mis ojos, pero me negué a dejarlas caer. No le daría el placer de ver cuánto me afectaba.
Me lanzaron al frío suelo como si no fuera nada. Todos estos hombres eran unos animales. El tipo de cabello negro, al cual detestaba con toda el alma, me quedó mirando, casi de forma irónica.—¿Se te ha perdido una igual que yo? —le pregunté con enojo.Él se veía molesto.—No voy a arruinar mis planes por tu culpa, así que dame lo que quiero y te mandaré lejos —me dijo con frialdad.Lo miré sin comprender.—Pues jódete, porque no te daré nada —le respondí, furiosa.Me levanté y lo encaré. O al menos lo intenté, ya que el tipo medía como dos metros.—No me cabrees, y dame lo que quiero —insistió, su voz cargada de amenaza.Me crucé de brazos y me reí. ¿Qué carajos era lo que él quería? Y si yo podía dárselo, haría todo lo posible para no hacerlo.—Pues no te daré nada —le repetí.En un movimiento rápido, él agarró mi mandíbula. No apretó con fuerza, pero podía sentir la firmeza de su mano. Tragué en seco al sentir la calidez de su piel contra la mía. Lo miré a los ojos y algo dentro de
Los ronquidos del hombre a mi lado, que sostenía con fuerza la soga con la que tenía mis manos atadas, no me dejaron dormir. El frío también contribuía a mi miseria. Jamás había pasado una noche tan mala.—Buenos dias, bruja —dijo una voz burlona.Miré a un lado y allí estaba él, resplandeciente como una mañana de verano. Su cabello largo, atado, acentuaba su virilidad.—No me llamo bruja —le contesté con firmeza.El hombre a mi lado dio un espantoso ronquido. Le di un golpe y se despertó de inmediato, levantándome a mí en el proceso.—Quiero darme un baño —le exigí.Él se acercó al otro hombre y le quitó la cuerda.—Vamos —me dijo con una sonrisa burlona.Esto debe ser una maldita broma de mal gusto.—Solo dime dónde ir —le respondí, tratando de mantener la calma.Él soltó una carcajada. Cerré los ojos por un momento, tratando de calmarme.—¿Y arriesgarme a que te escapes? Me costó mucho raptarte, y no hablo solo de tiempo; perdí hombres por ti —me dijo.—Entonces llévame tú mismo —l
El camino se extendía interminablemente ante nosotros, y el cansancio se apoderaba de cada fibra de mi cuerpo. Anhelaba sentarme, aunque fuera por un momento, y descansar mis piernas agotadas.—¿Falta mucho? —pregunté, tratando de mantener la compostura, a Eirik, que caminaba a mi lado.—Sí, pararemos cuando el sol esté a punto de ocultarse —contestó con indiferencia.Respiré hondo y observé mis manos aún atadas.—Suéltame, quiero caminar bien, no estar tropezando todo el tiempo —exigí, tratando de sonar firme.Eirik se detuvo bruscamente, obligándome a hacer lo mismo.—Estás atada de las manos, no de los pies —respondió, con una sonrisa burlona en su rostro.La ira me hervía por dentro; quería lanzarme sobre él y golpear esa enorme cabeza sin cerebro.—¿A dónde vamos? —pregunté, intentando cambiar el tema y aliviar la tensión.—A casa —dijo, y una sonrisa se dibujó en sus labios—. Te va a encantar, es hermosa. — me dijo con una sonrisa.—¿Está muy lejos? — le pregunte.—Un poco, pero
Nos detuvimos y todos los hombres allí comenzaron a desempacar algunas cosas. Miré a Eirik esperando algún signo de preocupación por mi bienestar, pero me ignoró por completo. Para este momento, ya no tenía las manos atadas. De hecho, le daba igual si salía corriendo; era consciente de que moriría si trataba de escapar.— Tengo hambre — le dije con mal genio.Él volteó a verme y se encogió de hombros.— Está en ti comer o no lo que se te dará — me dijo como si nada.Me acerqué a él y pasé mi mano por su pecho, mirándolo a los ojos y batiendo mis pestañas.— Tengo hambre, Eirik, mucha hambre — repetí, intentando un tono más seductor.El sonrió de medio lado, para volverse a encoger de hombros.— O comes lo que se te da o te mueres de hambre — respondió de nuevo, sin inmutarse.Me senté y miré hacia otro lado. Era obvio que en este lugar mis exigencias no serían escuchadas, y si seguía así, iba a morir de inanición. Así que, con todo el dolor en mi alma, tenía que ceder, al menos hasta
Yo no podía apartar la vista de Eirik, eso que había soñado aún estaba muy presente, fue tan extraño. Él volteó a verme y se acercó a mí. Yo intenté alejarme, pero él me detuvo sosteniendo mi brazo con fuerza.— ¿Estás bien? — me preguntó.— Sí, solo quiero darme un baño — le mentí.Él asintió con la cabeza y empezó a arrastrarme con él. Me resistí lo más que pude, pero era inútil; Eirik era enorme y podía pesar tres veces más que yo.— Cerca hay un riachuelo, creo que te gustará — me dijo.Yo me dejé llevar, pero siempre alerta. Si él trataba de hacerme algo, yo me defendería, no me importaba si en el proceso moría. Llegamos al riachuelo y él me soltó.— Báñate rápido, hoy tenemos que llegar a los barcos — me dijo.Yo me volví para verle inmediatamente.— ¿Barcos? — pregunté.Él asintió con la cabeza.— Pensé que tu casa quedaba aquí — le dije.Él sonrió y negó con la cabeza.— Mi casa jamás será esta tierra, aunque espero gobernarla — me respondió.Yo no estaba entendiendo nada.— ¿
Mi corazón estaba latiendo demasiado rápido, la noticia de que nos estaban vigilando era aterradora, yo no deseaba ayudar a ninguno de los dos bandos, aunque tampoco sabría cómo hacerlo. Eirik dejó de caminar y empezó a mirar de un lado a otro.—No quiero morir y menos por tu culpa, ahora sácame de este lugar —le dije. Él me miró, su expresión seria. —No morirás, al menos no el día de hoy. — me dijo para tranuilizarme.El bosque alrededor de nosotros parecía cobrar vida con cada sombra y sonido. Podía sentir los ojos invisibles observándonos, esperando el momento perfecto para atacar. Mi piel se erizó y la sensación de peligro se intensificó.—¿Qué hacemos ahora? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme.—No te preocupes, yo te protegeré —me dijo él con voz calmada.Yo volteé a verlo, quería decir algún comentario mordaz, pero este no era el momento.—¿Y si gritamos para que tus hombres vengan a rescatarnos? —le sugerí.Él me miró como si yo hubiese dicho la cosa más estúpida del
Llegamos a la orilla, varios hombres se acercaron a nosotros, mirándome con curiosidad. Eirik me bajó y empezó a hablar con los hombres allí presentes. Hasta hace un momento, no lo veía como un líder, pero verlo así con todos esos hombres, era obvio que el tipo era… poderoso.—Tiana, ven, tenemos que subir —me dijo Eirik.Yo negué con la cabeza. No quería irme, no sabía lo que realmente me esperaba en ese lugar.—Tenemos que irnos ya, o seremos emboscados —me dijo.Yo volví a negar con la cabeza. Me iba a resistir lo más que pudiera, tal vez se aburra y me deje aquí.—Si me acerco, te juro que te lanzaré al barco y me va a importar muy poco si te partes algún hueso —me amenazó.Yo me encogí de hombros. Los hombres a su alrededor empezaron a reír y a murmurar.—Me estás poniendo en ridículo frente a mis hombres —me dijo.Yo volví a encogerme de hombros. Él empezó a caminar hacia mí y yo corrí. Sí, corrí. Como una estúpida, siendo atrapada por él al instante.—Deja de cabrearme, y esto,
Apenas entramos a mi casa, llevé a Tiana a mi habitación. Si ella creía que iba a dormir en otro lado, estaba completamente equivocada. Yo quería tenerla cerca, tocarla en las noches y beber de ella cuando se me diera la gana.— No dormiré contigo — me dijo ella al entrar a mi habitación. — Así que ve quitando de tu enorme cabeza que algo podría pasar entre tú y yo.— Sí va a pasar, y muchas veces — le dije.La cargué y la llevé a mi cama, la deposité con cuidado. Abrí sus piernas, subiendo con lentitud la falda de su vestido. Me instalé entre ellas y observé su rostro con atención.— Creo que hemos perdido el tiempo por mucho tiempo, ¿no lo crees? — le pregunté. — Es momento de recuperar todo ese tiempo perdido.Subí más la falda de su vestido, dejando al descubierto su monte de Venus. El olor a sexo que desprendía de su cuerpo era abrumador.— Si me tocas, te corto las manos — me amenazó.Yo llevé mi mano a su coño, pasando mis dedos por la hendidura. Metí uno dentro y la jugosidad d