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Apenas puse un pie en tierra, una sensación de terror me envolvió, como si el suelo mismo estuviera maldito. El aire se volvió pesado, sofocante, y una oleada de pánico recorrió mi cuerpo, dejándome en shock. La voz de Eirik resonó en la lejanía, pero no podía identificar qué me quería decir.

Miré frenéticamente de un lado a otro, tratando de localizar el origen de mi malestar, cuando de la nada emergieron cientos de lobos, sus ojos brillando con ferocidad.

El tiempo pareció detenerse por un instante, justo antes de que el caos se desatara. Los lobos se lanzaron contra nosotros con una velocidad y violencia que desdibujó la realidad. Todo lo que vi fue un borrón carmesí, un torbellino de colmillos y garras que desgarraban carne y hueso con una brutalidad aterradora. Un tsunami de sangre y vísceras bañó el campo de batalla; el hedor a muerte llenó el aire, saturando mis sentidos.

El rugido de la batalla resonaba en mis oídos, un coro de gritos y alaridos que se mezclaban con los aullid
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