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Saqué el cuerpo sin vida de Tiana en mis brazos, sintiendo cómo mi alma se fragmentaba en miles de pedazos. Mis hombres se acercaron, sus miradas llenas de una mezcla de curiosidad y conmoción, mientras veían cómo las lágrimas se deslizaban por mi rostro, reflejo de la pérdida que acababa de sufrir.

No pude soportarlo más. Me dejé caer al suelo, abrazando el cuerpo inerte de Tiana con una desesperación que nunca antes había conocido. La apreté con fuerza contra mí, como si al hacerlo pudiera devolverle la vida, como si mi propio aliento pudiera reavivar su corazón.

—Por favor, vuelve a mí, por favor—le supliqué mientras besaba su rostro una y otra vez.

El dolor que sentía era indescriptible; superaba cualquier herida física. Era como si mi corazón fuera acuchillado una y otra vez, una tortura que me consumía desde dentro. Sentía que mi ser entero se partía en dos, que algo esencial en mí se desmoronaba para siempre.

—Por favor, despierta... No me dejes solo... Sin ti, no soy nada—soll
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