Los días pasaron demasiado rápido, tan rápido que ni siquiera me dio tiempo de empacar algunas cosas. Ni tiempo tuve de prepararme mentalmente para lo que iba a ocurrir.Despedirme de mi hijo fue como arrancarme una parte de mi cuerpo. La angustia se aferraba a mí como una sombra que no podía sacudir, pero sabía que era un sacrificio necesario. Si quería asegurar un futuro en paz para él, tenía que enfrentar a Gytha e Ivar, detenerlos de una vez por todas, sin importar el costo.Una vez en el enorme barco, una sensación de inquietud se apoderó de mi pecho; era tan pesada que, con cada respiración, se volvía más y más insoportable. Algo andaba mal, muy mal.—Siento que algo va mal —le confesé a Eirik, que estaba a mi lado. Su presencia, que siempre me había reconfortado en momentos difíciles, ahora me hacía sentir aún más intranquila. Era tan contradictorio todo lo que estaba sintiendo.Eirik me miró; su rostro mostraba una serenidad que no lograba contagiarme. Sin embargo, pude ver en
Apenas puse un pie en tierra, una sensación de terror me envolvió, como si el suelo mismo estuviera maldito. El aire se volvió pesado, sofocante, y una oleada de pánico recorrió mi cuerpo, dejándome en shock. La voz de Eirik resonó en la lejanía, pero no podía identificar qué me quería decir.Miré frenéticamente de un lado a otro, tratando de localizar el origen de mi malestar, cuando de la nada emergieron cientos de lobos, sus ojos brillando con ferocidad.El tiempo pareció detenerse por un instante, justo antes de que el caos se desatara. Los lobos se lanzaron contra nosotros con una velocidad y violencia que desdibujó la realidad. Todo lo que vi fue un borrón carmesí, un torbellino de colmillos y garras que desgarraban carne y hueso con una brutalidad aterradora. Un tsunami de sangre y vísceras bañó el campo de batalla; el hedor a muerte llenó el aire, saturando mis sentidos.El rugido de la batalla resonaba en mis oídos, un coro de gritos y alaridos que se mezclaban con los aullid
Miré frenéticamente de un lado a otro, mi mente intentando desesperadamente comprender lo que estaba ocurriendo, mientras luchaba por calmarme o, al menos, mantener un mínimo de cordura. Pero el pánico se apoderaba de mí. Había regresado, y no estaba segura si podría volver.—¿Cariño, te sientes bien? —preguntó mi madrastra, su voz llena de preocupación, mientras sus ojos me observaban con extrañeza.Negué con la cabeza de inmediato, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. Nada estaba bien. Todo estaba mal.Varios policías entraron a la habitación y me miraron. Yo miré a mi madrastra, que se veía muy preocupada. Estaba sucediendo otra vez; era como si todo lo que viví hubiese sido un sueño. Pero yo sabía que no lo era; mi vida con ellos era verdad, mi hijo era real.—Señorita Blake, necesitamos hacerle algunas preguntas —me dijo uno de los policías.Asentí con la cabeza de inmediato.—Ella hablará cuando nuestro abogado llegue —contestó mi madrastra.Los policías asintie
Mi respiración era un caos, descontrolada y errática, mientras mis ojos recorrían el lugar frenéticamente en busca de Tiana. La angustia se apoderaba de mí con cada segundo que pasaba sin encontrarla. Uno de mis hombres se acercó, arrastrando a uno de los ingleses por el cuello, sujetándolo con fuerza. Lo lanzó a mis pies sin piedad, y el inglés alzó la vista hacia mí.En sus ojos vi reflejado el terror, ese tipo de miedo que tienes cuando sabes que tu vida está en manos de alguien que no dudará ni un segundo en partirte el cuello. Y en este caso, ese alguien era yo.—Habla, o te juro que me vestiré con tu piel y usaré tus vísceras como adornos —lo amenacé. Mi voz sonaba fría y llena de odio.El tipo asintió frenéticamente, sus ojos llenos de pánico.—¡Ella nos prometió dejar Inglaterra si los traíamos aquí! —balbuceó, mientras temblaba como un puto cobarde.La ira me cegó; el odio y rencor que estaban dormidos emergieron. Iba a aplastarlo de la misma manera en que aplastaría a Ivar y
Cuando desperté, lo primero que vi fue la imponente lámpara colgando del techo de la habitación. Tomé aire profundamente, tratando de ordenar mis pensamientos, y me senté en la camilla. Al girar la cabeza, vi a mi madrastra, Ana, descansando en un sofá cercano. Su postura era tensa, como si no hubiera dormido bien. Pobre, ella que siempre ha sido muy buena conmigo, ahora que todo esto me ha pasado es cuando aprecio lo que ella siempre ha hecho por mí.—Ana —la llamé con la voz aún ronca; sentía mi garganta reseca.Ella abrió los ojos lentamente, y en cuanto me vio despierta, se levantó de un salto, acercándose a mí con rapidez y preocupación en la mirada.—¿Estás bien? —me preguntó, su voz temblando ligeramente, como si temiera la respuesta.Asentí. Ella merecía algo mejor, y sé que, gracias a mí, no había vuelto a mirar a otros hombres. Después de lo que pasó con mi padre, ella se centró en cumplir con lo que le prometió: cuidarme siempre.—Perdón por todo lo malo que te he hecho pas
Saqué el cuerpo sin vida de Tiana en mis brazos, sintiendo cómo mi alma se fragmentaba en miles de pedazos. Mis hombres se acercaron, sus miradas llenas de una mezcla de curiosidad y conmoción, mientras veían cómo las lágrimas se deslizaban por mi rostro, reflejo de la pérdida que acababa de sufrir.No pude soportarlo más. Me dejé caer al suelo, abrazando el cuerpo inerte de Tiana con una desesperación que nunca antes había conocido. La apreté con fuerza contra mí, como si al hacerlo pudiera devolverle la vida, como si mi propio aliento pudiera reavivar su corazón.—Por favor, vuelve a mí, por favor—le supliqué mientras besaba su rostro una y otra vez.El dolor que sentía era indescriptible; superaba cualquier herida física. Era como si mi corazón fuera acuchillado una y otra vez, una tortura que me consumía desde dentro. Sentía que mi ser entero se partía en dos, que algo esencial en mí se desmoronaba para siempre.—Por favor, despierta... No me dejes solo... Sin ti, no soy nada—soll
Ana había logrado convencer al médico para que me dejara ir, con la condición de regresar la semana siguiente para los exámenes restantes. Al llegar a casa, una oleada de emociones me embargó: el recuerdo de mis padres, las experiencias vividas aquí, todo se hizo palpable de nuevo y fue muy doloroso. Pero ahora, este no era mi hogar; ya no pertenecía aquí.—¿Estás bien? —preguntó Ana, con un atisbo de preocupación en su voz.Asentí, esforzándome por mantener la calma. Necesitaba que ella pensara que todo estaba bien, o no me la quitaría de encima.—Solo quiero descansar un poco. Si necesitas hacer algo, ve, yo me quedaré aquí descansando —le dije, tratando de ocultar mi urgencia.Necesitaba que ella se fuera para poder buscar a esa anciana. Ella era mi última esperanza en este momento. Debía regresar y proteger a mi hijo de la perra de Gytha.—¿Estás segura? —insistió Ana, no completamente convencida.—Sí, solo quiero dormir un poco. Ayer fue muy intenso y me duele un poco el cuerpo —
La anciana me arrastró con ella hasta que entramos a una pequeña habitación oscura. Me soltó y buscó algo entre sus pertenencias.—Si ella ya ha logrado lo que se proponía, ¿qué crees que suceda después? —le pregunté.—Ese mundo está ligado a este; ese es nuestro pasado. Las brujas que murieron son nuestras maestras, nuestras guías. Ahora entiendo por qué no puedo sentirlas —me dijo—. Gytha planeó esto. Tú eres la última Imperial en este tiempo, y por eso te necesitábamos. Otra no hubiera resistido —me dijo.Me quedé fría. ¿Cómo carajo era yo una Imperial? ¿De qué mierda está hablando?—Estás loca. Se supone que yo también soy una bruja —le dije.La anciana se dio la vuelta y sonrió.—Lo eres, una muy especial —me dijo.Su tono no me gustó en lo más mínimo, y lo que me dijo, muchísimo menos.—¿Por qué crees que Gytha te envió allí? Ella quiere cambiar el pasado para poder hacer un mejor futuro para nosotras, o al menos eso nos dijo a todas. Quería exterminar a todos los Imperials de u