Capítulo Treinta y Cinco

Ha llegado el día de partir a Sicilia.

La boda es en dos días, y hay mucho que preparar. Puedo sentir el ambiente festivo, mientras mis esperanzas mueren poco a poco.

—¿Sam? —cierro los ojos cuando Renzo entra a la habitación de avión privado.

—¿Si? —Murmuro de mala gana sin apartar la vista de mis libros.

Había corrido a la habitación a penas subimos al avión. Y pensé que estaría segura.

Como pasa últimamente, me equivoque.

—Esto no puede seguir así.

Lo miro de soslayo.

—Tú fuiste el que marco la distancia. Tú. Eres el que está haciendo esto difícil—. Ladeó la cabeza— Tú, eres el que está huyendo de lo que siente.

Estoy siendo directa y no me importa.

Su gesto se cierra más, cuando digo lo último.

—Soy consiente —asiente con gesto ceñudo. —Pero, debes cumplir con tu parte del trato.

—Mi parte del trato, en verme a tu lado feliz y radiante— comento en tono seco. —Lo estaba haciendo perfecto hasta que arruinarte todo.

—¿Yo? —se inclina un poco— ¿Yo lo arruiné? —niega —Tú eres la que se
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