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CAPÍTULO VEINTISÉIS

Alejandro no iba a resistir que una prostituta como ella le hablara de esa manera. Haciendo hervir su sangre, Alejandro la golpeó como ya había hecho un par de veces.

—En la vida, en la vida te atrevas a decirme eso porque vas a pagar muy caro cada palabra, cada letra que pronuncies. Te lo juro, Amelia.

Amelia ni siquiera sintió el golpe. — ¿Y crees que me importa lo que pase después si algo le pasa a Natalia? ¡Natalia estaba a punto de dar la vida por ti!

—No me amenaces, Amelia, no lo hagas porque hay algo con lo que te puedo destruir, hay algo que no cambia y los dos estamos tan unidos en esto como tú lo quieras ver.

— ¿De qué hablas, imbécil?

—Hablo de que estás tan hundida como yo por el simple hecho de que tú apareces como la principal asesina de Asunción, gracias a mí sigues aquí porque yo, he logrado cubrir todas las pruebas. Tú decides si decides callar o decides reclamarme todo esto, Puedes ir a la cárcel —se burló.

Amelia no pudo creer esas palabras.

Y fue justamente en ese
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