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CAPÍTULO TREINTA Y UNO

Sin hacer mucho ruido, no queriendo interrumpir el sueño de quien había sido interrumpida la vida entera desde el momento en que llegó a ella ese hombre del que ahora estaba esperando un bebé, Amelia entró en la habitación de su amiga.

Las vendas seguían estando en sus ojos, no parecía haber muchos cambios, no parecía simplemente haber vida en ese lugar.

—Natalia —dijo ella de manera casi silenciosa mientras se iba hincando a lado de su cama paso a paso —. Natalia, Natalia, hay tanto que me gustaría decirte. Hay tanto que me gustaría demostrarte, decirte lo arrepentida que estaba al aceptar ese maldito contrato, nunca, nunca debí de haber entrado en la vida de estas personas, nunca debí de haber aceptado acercarme al hombre que ya estaba siendo feliz con otra persona, una persona de la que me acusan su asesinato. Natalia, yo no la maté, yo… no la maté, juro que yo no la maté, lo juro.

Y una vez más, eran las lágrimas que empañaban la mano de su amiga, la amiga que poco a poco com
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