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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Sin dejar de pensar en las palabras que le había dicho su padre esa mañana, Víctor se sentó en su lugar, él no era igual que él simplemente que nunca pensó que su padre fuera capaz de tanto.

Y si ahora lo pensaba un poco más, su padre siempre fue un monstruo, nunca fue la persona que él debía de admirar o por quien debía de sentir un poco siquiera de respeto, él había hecho cosas muy malas en su juventud y una de ellas había sido comprar a una pequeña de nombre Amelia, hacerla trabajar en aquellos lugares, ¡claro!, después de haber sido él quien disfrutara de una pequeña.

Su padre era un monstruo. Pero por otro lado sabía que todo lo que él había logrado, había sido por él, ahora era como estar entre la espada y la pared. No sabía lo que debía de hacer, no sabía si debía de alertar a esa mujer que le había robado la atención o simplemente, dejarlo ser pero claro, él no metería ni un solo dedo en aquellos planes.

A Amelia siempre la había visto como una mujer fuerte, una mujer capaz, a
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