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CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

Cuando escuchó la puerta abrir no dudó un segundo más se levantó con ese aire de grandeza que solo era de él. El momento que él había estado esperando había llegado junto con la presencia de aquella mujer.

—La verdad es que pensé que nunca ibas a llegar, Amelia, dime ¿te divertías mucho con Víctor? —preguntó Santiago al momento de saber que Amelia podía estar con ese hombre.

Ella solo tenía que aceptarlo de una vez por todas. Él estaba tan enamorado de ella como ella lo estaba de él. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me esperas?

— ¿No te lo he dicho ya?

—Es por Víctor, ¿verdad?

—Es por él y por cualquier otro hombre, Amelia. Esto no es un juego, el matrimonio no es un juego.

—Hasta que por fin coincidimos en algo, Santiago.

—No entiendo de qué hablas.

—Tienes toda la razón, el matrimonio no es un juego o el casamiento no solo es una boda a la que invitamos a la gente para celebrar nuestra felicidad, una felicidad que puede ser momentánea, ¿no lo crees?

En ese momento Santiago pareció preo
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