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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Y por cada vez que Natalia hablaba de esa manera, el odio en el corazón de Amelia crecía y crecía.

—Deberíamos dejar descansar a Natalia, ¿por qué no vienes conmigo, Amelia? Hay unas cosas que tengo que hablar contigo.

— ¡Sí, por supuesto, voy para allá!

En esa semana, ellos no habían hecho más que ocuparse de Natalia, ocuparse del asunto de la empresa, Santiago con tantas cosas en la cabeza pues Tatiana había sido encerrada en un hospital psiquiátrico.

Juntos bajaron hasta el despacho.

Al momento que Santiago había llegado, Amelia dijo: — ¿Qué es lo que quieres? —Preguntó ella.

—Han pasado tantas cosas en esta semana que me ha sido muy difícil preguntarte lo que este momento te voy a preguntar.

—Habla ya, Santiago, no tengo mucho tiempo.

— ¡Debe ser que no tienes mucho tiempo porque vas a ir a ver a Víctor, acaso! Porque te recuerdo que firmaste un contrato con él —dijo Santiago en el momento que dejaba caer un folder amarillo.

Amelia solo se cruzó de brazos no tenía ganas de discuti
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