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CAPÍTULO VEINTISIETE

Caminando a través de las calles desoladas, escuchando en su cabeza una y otra vez las palabras que Alejandro le había dicho, Amelia se mantuvo caminando por un tiempo más.

Y como si el destino lo hubiera predicho, un auto color negro de detenía justamente en donde era marcada la línea que separaba una avenida de otra y solo bastó que dirigiera su mirada a aquel lugar para darse cuenta que la mujer que no tenía mucho de haber visto era la misma que caminaba desolada.

—Amelia —, murmuró orillando el auto. Ella parecía caminar sin sentido alguno. Inmediatamente Víctor se quitó el cinturón de seguridad y salió.

¿Qué había de la mujer poderosa que había visto hace no mucho? Ahora todo lo que quedaba de ella era una mujer destruida, una mujer que no valía más ante un mundo lleno de dolor.

— ¡Amelia! —Gritó.

Ella se detuvo. Quien fuera la persona que acaba de gritar su nombre había llegado en el momento correcto. Era como un milagro que había llegado en el momento justo.

Los caminos es
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