LEA
Un año después.
La alarma de mi despertador hace que despierte de golpe, aun con los ojos soñolientos me obligo a levantarme, pienso en revisar mi celular pero olvido que por la noche no he cargado la batería y de mala gana lo pongo en carga automática, me dirijo la baño y me tomo el tiempo de darme una ducha caliente que termina por despertarme, hoy era el gran día, no solo por el hecho de que fuera mi cumpleaños, sino, porque hoy había decidido perder mi virginidad con Corban.
Luego de cinco años estaba segura que era la mejor decisión, después de todo no había sido de la noche a la mañana, Corban era el único hijo de una familia muy poderosa y rica, las empresas Smith eran textiles y su mercado se estaba expandiendo, a él lo había conocido gracias a que mi madre nos presentó en una reunión en donde asistieron los ex alumnos de su generación, como era de esperarse rápidamente mi progenitora no tardó en darle a mi hermana mayor; Sophia, en bandeja de plata.
El problema es que Corban se interesó por mí, pero de cualquier modo, yo no estaba con él por su dinero, lo amaba con locura, e indudablemente era el amor de mi vida, el hombre con el que quería pasar el resto de mis días, estaba tan enamorada de él, que pensar en un futuro sin estar a su lado, era desastroso. Teníamos nuestros problemas como cualquier pareja, pero siempre los resolvíamos.
Termino de alistarme para ir a la universidad y enciendo mi móvil. De forma rápida me llegan mil mensajes de Alana, entro a su chat, tecleo una respuesta corta, cuando la llamada entrante de Corban hace que en mi rostro se dibujé una sonrisa que va de oreja a oreja.
—Buenos días princesa —me dice con voz melosa y seductora—. Estoy ansioso.
—Yo igual —salgo de mi habitación y tomo mis cosas—. ¿Ya tienes todo listo?
—Eh...sí, sobre eso...
Frunzo el ceño mientras salgo y me dirijo a la estación del metro.
—¿Lo olvidaste? —la pregunta brota de mi garganta sin poder evitar sentir una descarga de electricidad.
—¿Cómo puedes pensar eso de mí? Lea, llevo cinco putos años esperando este momento, sigue en pie, es solo que hubo un ligero cambio de planes, pero no te preocupes —su tono de voz hizo que pensara todo lo contrario, pero no dije nada más y me convencí de confiar en él—. Todo saldrá tal y como lo planeaste, será tu noche mágica.
Eso me tranquilizó, aunque mi felicidad no duró mucho.
Diez horas más tarde...
El ambiente que nos rodeaba no podía ser más tenso del que ya estaba, sofoqué un grito sorpresivo al ver qué nos había llevado a esto, es decir, una chica virgen a los veinte años no es algo que se lleve presumiendo por la vida, y mucho menos si eres hombre y se trata de tu chica. Pero ahora, Corban; mi novio de hace cinco años, estaba frente a mí colocándose con manos diestras, un condón. Quise decirle que ese condón que él guardaba desde hace seis meses con tanto esmero en su billetera para cuando ocurriera este momento, se veía de dudosa procedencia, pero al anclar mis enormes ojos azules sobre su miembro erecto, las palabras simplemente no lograron brotar de mi garganta.
Era como si alguien me hubiera robado las cuerdas vocales. Los nervios hicieron que se disparara por todo mi sistema, la adrenalina retenida durante horas, provocando que mi corazón comience a galopar frenético, impasible, tuve que colocar la palma de mi mano sobre mi pecho desnudo temerosa de que se saliera, pero obviamente no fue así.
—Te la quiero meter toda, Lea —musitó Corban y sus palabras solo incrementaron mi miedo.
—Tal vez deberías cambiar de condón —frunzo el ceño y me obligo a pensar en otra cosa, manteniendo la mente fría—. Incluso tal vez sea mejor que esperemos y lo hagamos en un lugar... menos ruidoso.
La música que se escuchaba de fondo no era la más romántica, ni mucho menos, de hecho había pensado en otra cosa para mi primera vez, estábamos en la fiesta de uno de sus amigos, la típica en donde asisten solo los más privilegiados, pero en cuanto Corban me vio con aquel vestido rojo que se ajustaba a mis caderas haciéndome ver con cuerpo de sirena, me arrebató de la mano de mi mejor amiga Alana, y me llevó a la habitación en la que estábamos ahora. El resto es historia...
—Ni de coña, eso debiste haberlo pensado antes de ponerte ese vestido rojo tan sexy —se coloca encima de mí y abre mis piernas con cero delicadeza—. Me prendes tanto, Lea, eres tan caliente y toda mía.
La voz de Corban se volvió áspera y llena de urgente necesidad. Cuando pegó su cuerpo al mío, estaba sudoroso, y una mirada llena de hambre sexual le atravesó el rostro, me permití admirarlo unos segundos, era tan apuesto y varonil que me sentía flotando sobre las nubes cada que me presumía ante el mundo como suya. Y lo mejor de todo; él me amaba con tanta intensidad como lo hacía yo.
—¿Me amas? —ya sabía la respuesta pero de igual manera quería escucharlo en este momento tan importante de mi vida.
—Lo que tú digas, sí —Corban deslizó su mano entre nosotros guiando la redonda cabeza de su miembro mientras se empujaba en mi abertura—. También te amo.
Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, me embargó una sensación extraña, fue cuando Corban se hundió en mí sin premura ni vacilación, sin esperar a que mi cuerpo se acostumbrara a él, solo lo hizo y solté un chillido.
—¡Ay! —Intenté empujarlo con mis manos pero era pesado y se aferró a mis hombros—. Me duele Corban, joder, duele.
—Lo siento nena —Corban se detuvo y me miró con sus hermosos ojos avellana, para después regalarme una cálida sonrisa que terminó por ahuyentar mi miedo—. No pude resistirme, te sientes tan bien.
M****a amaba esa sonrisa.
—Está bien, solo... hazlo lento —el tono de mi voz apenas fue audible pero bastó eso para que Corban asintiera con la cabeza.
—Como tú digas nena —se inclinó para volverme a besar.
La sensación de sus labios sobre los míos me tranquilizó, al momento que él salió de mí y volvió a deslizarse dentro, me puse rígida mientras me estiraba interiormente, hasta que golpeó con la barrera que creí que ya había roto, dándome a entender que no había invadido mis profundidades. Abrí los ojos y lo miré, nuestras miradas conectaron y supe en ese momento que nunca amaría a nadie ni la mitad de lo que amaba a Corban Smith.
—Ahora voy en serio, Lea —susurró con su voz ronca—. Ya no hay marcha atrás, eres mía.
—Siempre seré tuya, Corban —dije sintiendo en mi pecho una explosión de emociones que solo él podía despertar.
Corban se empujó en mí, y esta vez grité de verdad, el dolor que rasgaba entre mis piernas era insoportable. Quise soltarme de su agarre pero nuevamente él me tenía inmovilizada con sus caderas mientras me quedaba sin aliento. Luego se retiró y cuando intenté recuperar el aliento, empujó de nuevo dentro de mí, con rudeza, movimientos duros y nada tiernos como me lo había imaginado o tontamente vi en películas románticas. ¡Pura b****a! —Mierda, estás tan apretada Lea —musitó entre dientes. Corban comenzó a bombear en mi cuerpo una y otra vez, sin descanso, sin pensar en mí placer o dolor, y sí que dolía y ardía, llegando a un punto en el que se movió más rápido y mi mente viajaba en dirección a las grandes expectativas que tenía; es decir, no era tonta... pero esperaba para este mome
LEA Meto la última prenda que me falta dentro de la maleta y la cierro con destreza, pero noto que mis manos son invadidas por un ligero temblor. Me muerdo el labio inferior y comienzo a sentir un sabor amargo en mi garganta, corro hacia el baño, levanto la tapa y comienzo a vomitar. ¡Joder! Después de un aseo bucal a conciencia, me preparo mentalmente para darle la noticia a Corban, Alana había investigado acerca de su paradero y tenía en mis manos la dirección, así como una cita con él, con otro nombre claro está, y por supuesto la foto de una modelo rusa que no tenía ni idea de quién era, pero hacer eso me facilitó enormemente las oportunidades para encararlo. Ya me había hecho a la idea de que no pensaba ni quería regresar con él, lo único que le pediría a cambi
De las cosas que podían pasarme en el trayecto, me sucedió la que menos pensaba que podría ocurrirme, un gran chubasco me hizo la visibilidad de la carretera poco práctica, temía que las llantas se derraparan y ocasionaran que me accidentara. Por lo que me vi en la penosa necesidad de estacionarme en la siguiente gasolinera, que para mí buena suerte, estaba al lado de un pequeño restaurante de comida rápida. —Bien bebé, comeremos algo antes de volver a ponernos en marcha —digo en voz alta tocándome el vientre que aún no está nada abultado—. Mamá te protegerá de cualquier peligro, aunque ese sea tu padre. Tomo mi bolso y le echo un vistazo rápido a mi billetera, contaba con exactamente 400 dólares, no era mucho pero de algo me servirían, prácticamente eran mis ahorros de cuatro meses, y entre los cuales estaba la renta del departamento
—¡Zorra! —gritó el hombre pero no me importó. Cuando estuve en el interior, el calor, el humo a cigarrillo, alcohol y marihuana, inundaron mis fosas nasales provocándome ligeras arcadas. El lugar estaba repleto de varias mesas redondas rodeadas de hombres llenos de tatuajes, sin camisa, otros de traje oscuro, algunos jugando póker, otros bebiendo y firmando papeles. Nadie me prestó la mínima atención, era como si no existiera. —¡Maldita zorra, te dije que no podías pasar! —el hombre obeso me tomó del brazo ejerciendo fuerza bruta en su agarre, me zarandeó a tal grado que abrí los ojos al sentir como estampaba su mano contra mi mejilla. Inmediatamente la música se detuvo, perdí el equilibrio cayendo de bruces sobre el suelo de madera, y todo el sitio fue envuelto en un silencio ensor
ENZO El recuerdo de aquella chica no deja de rondar por mi mente y siento deseos de follarla, darle tan duro hasta que sangre, sus pechos, sus curvas, todo me había llamado la atención desde el momento en el que la vi detrás de la puerta, rogando bajo la lluvia porque alguien le preste atención. Sin duda alguna sus ojos azules y su cabello oscuro pegado a su perfecto rostro de muñeca, habían hecho que no solo se robara mi atención sin ser consciente, sino, que mi polla anhelara estar dentro de su boca, probar el límite de su garganta ¿aguantará mi longitud? —Deja de pensar en ese culo caliente —enfatiza Preppy, mi mejor amigo—. Es un poco menor para los gustos tan extravagantes que tienes. Solo es una niña. Asiento en silencio, él me conocía tan bien que podía oler
—Lo siento, no puedo aceptar nada de ti —finaliza aclarándose la garganta. Enarco una ceja con incredulidad, ¿acaso está ciega? Usualmente logro obtener un sí de las mujeres, solo basta con ver mi atractivo o los lujos que les puedo ofrecer, pero parece que ella es inmune a mis encantos. —¿Puedo saber por qué? —me aparto de ella como si su tacto me quemara. Ella parece recobrar la postura, su mirada parece más fiera y siento curiosidad de saber qué es lo que pasa por su cabeza. —No lo sé, déjame pensar... —suelta un largo suspiro de exasperación—. Porque no te conozco, no sé si eres un violador, un secuestrador sexy, o simplemente eres de esos tipos que buscan follar. Touché
—¿No piensas probar bocado? —inquiero limpiando las comisuras de mis labios con una servilleta de lino, para luego inclinarme hacia delante, ladeando una ligera sonrisa solo para ella. —Es difícil hacerlo cuando te miran fijamente —responde en un tono apenas audible. Borro todo rastro de diversión en mi rostro, termino de masticar rápidamente el pedazo de carne medio crudo, y fijo mi mirada en ella, Lea debe saber que es una mujer muy guapa, aun siendo ocho años menor que yo estoy seguro que debe tener a media Universidad a sus pies. Entonces, la idea de que uno o varios hombres la acechen o que incluso ella folle con otro tipo, hace que se retuerza mi estómago, era posesivo con mis presas, y ella estaba a solo un cruce de la línea delgada que separa un simple gusto de una obsesión sexual.
CORBAN La junta me tenía agotado y solo podía pensar en la guapa modelo que estaba a punto de follar, se había retrasado por veinte minutos pero solo recordar sus curvas hizo que el mal humor desapareciera. —Por esa sonrisa debo suponer que te parecieron bien los nuevos proyectos —la voz monótona de mi vieja secretaria me da una sensación de escalofríos. —Recuérdame por qué soy el único que no tiene una sexy y atractiva asistente —saqué al hijo de puta que llevaba por dentro. Verónica, una mujer de cincuenta años, madre soltera, con dos hijos que apenas y le apoyan, y una nieta que cuida como si fuera suya debido a la irresponsable de su hija menor que por lo que me había comentado, vivía bajo la vagancia y protec