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Capítulo 1

LEA

Un año después.

La alarma de mi despertador hace que despierte de golpe, aun con los ojos soñolientos me obligo a levantarme, pienso en revisar mi celular pero olvido que por la noche no he cargado la batería y de mala gana lo pongo en carga automática, me dirijo la baño y me tomo el tiempo de darme una ducha caliente que termina por despertarme, hoy era el gran día, no solo por el hecho de que fuera mi cumpleaños, sino, porque hoy había decidido perder mi virginidad con Corban.

Luego de cinco años estaba segura que era la mejor decisión, después de todo no había sido de la noche a la mañana, Corban era el único hijo de una familia muy poderosa y rica, las empresas Smith eran textiles y su mercado se estaba expandiendo, a él lo había conocido gracias a que mi madre nos presentó en una reunión en donde asistieron los ex alumnos de su generación, como era de esperarse rápidamente mi progenitora no tardó en darle a mi hermana mayor; Sophia, en bandeja de plata.

El problema es que Corban se interesó por mí, pero de cualquier modo, yo no estaba con él por su dinero, lo amaba con locura, e indudablemente era el amor de mi vida, el hombre con el que quería pasar el resto de mis días, estaba tan enamorada de él, que pensar en un futuro sin estar a su lado, era desastroso. Teníamos nuestros problemas como cualquier pareja, pero siempre los resolvíamos.

Termino de alistarme para ir a la universidad y enciendo mi móvil. De forma rápida me llegan mil mensajes de Alana, entro a su chat, tecleo una respuesta corta, cuando la llamada entrante de Corban hace que en mi rostro se dibujé una sonrisa que va de oreja a oreja.

—Buenos días princesa —me dice con voz melosa y seductora—. Estoy ansioso.

—Yo igual —salgo de mi habitación y tomo mis cosas—. ¿Ya tienes todo listo?

—Eh...sí, sobre eso...

Frunzo el ceño mientras salgo y me dirijo a la estación del metro.

—¿Lo olvidaste? —la pregunta brota de mi garganta sin poder evitar sentir una descarga de electricidad.

—¿Cómo puedes pensar eso de mí? Lea, llevo cinco putos años esperando este momento, sigue en pie, es solo que hubo un ligero cambio de planes, pero no te preocupes —su tono de voz hizo que pensara todo lo contrario, pero no dije nada más y me convencí de confiar en él—. Todo saldrá tal y como lo planeaste, será tu noche mágica.

Eso me tranquilizó, aunque mi felicidad no duró mucho.

Diez horas más tarde...

El ambiente que nos rodeaba no podía ser más tenso del que ya estaba, sofoqué un grito sorpresivo al ver qué nos había llevado a esto, es decir, una chica virgen a los veinte años no es algo que se lleve presumiendo por la vida, y mucho menos si eres hombre y se trata de tu chica. Pero ahora, Corban; mi novio de hace cinco años, estaba frente a mí colocándose con manos diestras, un condón. Quise decirle que ese condón que él guardaba desde hace seis meses con tanto esmero en su billetera para cuando ocurriera este momento, se veía de dudosa procedencia, pero al anclar mis enormes ojos azules sobre su miembro erecto, las palabras simplemente no lograron brotar de mi garganta.

Era como si alguien me hubiera robado las cuerdas vocales. Los nervios hicieron que se disparara por todo mi sistema, la adrenalina retenida durante horas, provocando que mi corazón comience a galopar frenético, impasible, tuve que colocar la palma de mi mano sobre mi pecho desnudo temerosa de que se saliera, pero obviamente no fue así.

—Te la quiero meter toda, Lea —musitó Corban y sus palabras solo incrementaron mi miedo.

—Tal vez deberías cambiar de condón —frunzo el ceño y me obligo a pensar en otra cosa, manteniendo la mente fría—. Incluso tal vez sea mejor que esperemos y lo hagamos en un lugar... menos ruidoso.

La música que se escuchaba de fondo no era la más romántica, ni mucho menos, de hecho había pensado en otra cosa para mi primera vez, estábamos en la fiesta de uno de sus amigos, la típica en donde asisten solo los más privilegiados, pero en cuanto Corban me vio con aquel vestido rojo que se ajustaba a mis caderas haciéndome ver con cuerpo de sirena, me arrebató de la mano de mi mejor amiga Alana, y me llevó a la habitación en la que estábamos ahora. El resto es historia...

—Ni de coña, eso debiste haberlo pensado antes de ponerte ese vestido rojo tan sexy —se coloca encima de mí y abre mis piernas con cero delicadeza—. Me prendes tanto, Lea, eres tan caliente y toda mía.

La voz de Corban se volvió áspera y llena de urgente necesidad. Cuando pegó su cuerpo al mío, estaba sudoroso, y una mirada llena de hambre sexual le atravesó el rostro, me permití admirarlo unos segundos, era tan apuesto y varonil que me sentía flotando sobre las nubes cada que me presumía ante el mundo como suya. Y lo mejor de todo; él me amaba con tanta intensidad como lo hacía yo.

—¿Me amas? —ya sabía la respuesta pero de igual manera quería escucharlo en este momento tan importante de mi vida.

—Lo que tú digas, sí —Corban deslizó su mano entre nosotros guiando la redonda cabeza de su miembro mientras se empujaba en mi abertura—. También te amo.

Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, me embargó una sensación extraña, fue cuando Corban se hundió en mí sin premura ni vacilación, sin esperar a que mi cuerpo se acostumbrara a él, solo lo hizo y solté un chillido.

—¡Ay! —Intenté empujarlo con mis manos pero era pesado y se aferró a mis hombros—. Me duele Corban, joder, duele.

—Lo siento nena —Corban se detuvo y me miró con sus hermosos ojos avellana, para después regalarme una cálida sonrisa que terminó por ahuyentar mi miedo—. No pude resistirme, te sientes tan bien.

M****a amaba esa sonrisa.

—Está bien, solo... hazlo lento —el tono de mi voz apenas fue audible pero bastó eso para que Corban asintiera con la cabeza.

—Como tú digas nena —se inclinó para volverme a besar.

La sensación de sus labios sobre los míos me tranquilizó, al momento que él salió de mí y volvió a deslizarse dentro, me puse rígida mientras me estiraba interiormente, hasta que golpeó con la barrera que creí que ya había roto, dándome a entender que no había invadido mis profundidades. Abrí los ojos y lo miré, nuestras miradas conectaron y supe en ese momento que nunca amaría a nadie ni la mitad de lo que amaba a Corban Smith.

—Ahora voy en serio, Lea —susurró con su voz ronca—. Ya no hay marcha atrás, eres mía.

—Siempre seré tuya, Corban —dije sintiendo en mi pecho una explosión de emociones que solo él podía despertar.

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