De las cosas que podían pasarme en el trayecto, me sucedió la que menos pensaba que podría ocurrirme, un gran chubasco me hizo la visibilidad de la carretera poco práctica, temía que las llantas se derraparan y ocasionaran que me accidentara. Por lo que me vi en la penosa necesidad de estacionarme en la siguiente gasolinera, que para mí buena suerte, estaba al lado de un pequeño restaurante de comida rápida.
—Bien bebé, comeremos algo antes de volver a ponernos en marcha —digo en voz alta tocándome el vientre que aún no está nada abultado—. Mamá te protegerá de cualquier peligro, aunque ese sea tu padre.
Tomo mi bolso y le echo un vistazo rápido a mi billetera, contaba con exactamente 400 dólares, no era mucho pero de algo me servirían, prácticamente eran mis ahorros de cuatro meses, y entre los cuales estaba la renta del departamento en el que vivía, y el dinero de la luz, el agua y mis gastos básicos de la escuela y personales.
Me puse mi chaqueta de cuero sintético, y salí a la tormenta, eran exactamente las tres de la tarde y tenía que estar con Corban a las seis, así que solo esperaba llegar a tiempo, corrí y al llegar a la entrada principal, intenté empujar la puerta de vidrio pero esta estaba cerrada, habiendo colgado un pequeño letrero que decía; CLOSED.
—Mierda —resoplé y toqué con la palma de mi mano al ver a varias personas que no pude distinguir bien, pero que pese a las distancias cortas, el sonido gutural de risas, platicas y música suave, llegó a mis oídos como torbellino.
Pero nadie acudía a mi ayuda y temía que por estar empapada fuera a agarrar un resfriado o peor aún, una jodida pulmonía.
—¡Eh, por favor, necesito pasar! —exclamo llena euforia y temor.
Nadie contestó a mi llamado.
—¡Por favor, solo un momento, necesito el servicio! —hice un segundo intento pero nada, la música incluso se escuchaba más nítida.
Joder.
No podía rendirme, así que seguí tocando la puerta temerosa de que el vidrio se rompiera, hasta que un tipo obeso que tenía pinta de cocinero, lleno de grasa por todo el cuerpo y oliendo a cebollas y especies, salió con el ceño fruncido y una espátula en la mano, con la cual me señaló.
—Este no es un sitio para niñas ¡largo! —su grito me hizo dar un respingo.
—No soy una niña, está lloviendo, solo necesito pasar al baño y comer algo, me iré pronto —mi voz suena delgada y tensa, como un hilo a punto de romperse.
El tipo me observó de pies a cabeza, no fue agradable, porque en sus ojos pude ver la llamarada de la lujuria e instintivamente me agarré el vientre.
—Por favor...
—No es un buen momento, niña, busca posada en otra parte porque este chubasco va para un buen y largo tiempo —hizo un movimiento desdeñoso con la mano—. Ándate a joder a otra parte, zorrita.
Arrugué la nariz al escuchar su insulto, pero lo dejé pasar, no estaba en las circunstancias para darle un buen taco. Por lo que antes de que pudiera cerrar nuevamente la puerta, se lo impedí colocando un pie entre el marco del umbral.
—Por favor, entonces solo permítame pasar al baño —se me encoge la garganta al sentir mi jodida vejiga llena ¿quién dijo que estar embarazada era rosas y flores?
El hombre frunció el ceño.
—Escucha niña, aunque quisiera dejarte pasar, no puedo, aquí adentro están personas arreglando asuntos que no te conciernen, te estoy haciendo un favor, así que...
Cansada de su actitud tan arrogante, saqué todas las fuerzas que me quedaban y terminé empujándolo haciendo que se cayera de bruces, me importaba una reverenda m****a si el papa estaba aquí mismo o Dios, esto era una puta emergencia.
—¡Zorra! —gritó el hombre pero no me importó. Cuando estuve en el interior, el calor, el humo a cigarrillo, alcohol y marihuana, inundaron mis fosas nasales provocándome ligeras arcadas. El lugar estaba repleto de varias mesas redondas rodeadas de hombres llenos de tatuajes, sin camisa, otros de traje oscuro, algunos jugando póker, otros bebiendo y firmando papeles. Nadie me prestó la mínima atención, era como si no existiera. —¡Maldita zorra, te dije que no podías pasar! —el hombre obeso me tomó del brazo ejerciendo fuerza bruta en su agarre, me zarandeó a tal grado que abrí los ojos al sentir como estampaba su mano contra mi mejilla. Inmediatamente la música se detuvo, perdí el equilibrio cayendo de bruces sobre el suelo de madera, y todo el sitio fue envuelto en un silencio ensor
ENZO El recuerdo de aquella chica no deja de rondar por mi mente y siento deseos de follarla, darle tan duro hasta que sangre, sus pechos, sus curvas, todo me había llamado la atención desde el momento en el que la vi detrás de la puerta, rogando bajo la lluvia porque alguien le preste atención. Sin duda alguna sus ojos azules y su cabello oscuro pegado a su perfecto rostro de muñeca, habían hecho que no solo se robara mi atención sin ser consciente, sino, que mi polla anhelara estar dentro de su boca, probar el límite de su garganta ¿aguantará mi longitud? —Deja de pensar en ese culo caliente —enfatiza Preppy, mi mejor amigo—. Es un poco menor para los gustos tan extravagantes que tienes. Solo es una niña. Asiento en silencio, él me conocía tan bien que podía oler
—Lo siento, no puedo aceptar nada de ti —finaliza aclarándose la garganta. Enarco una ceja con incredulidad, ¿acaso está ciega? Usualmente logro obtener un sí de las mujeres, solo basta con ver mi atractivo o los lujos que les puedo ofrecer, pero parece que ella es inmune a mis encantos. —¿Puedo saber por qué? —me aparto de ella como si su tacto me quemara. Ella parece recobrar la postura, su mirada parece más fiera y siento curiosidad de saber qué es lo que pasa por su cabeza. —No lo sé, déjame pensar... —suelta un largo suspiro de exasperación—. Porque no te conozco, no sé si eres un violador, un secuestrador sexy, o simplemente eres de esos tipos que buscan follar. Touché
—¿No piensas probar bocado? —inquiero limpiando las comisuras de mis labios con una servilleta de lino, para luego inclinarme hacia delante, ladeando una ligera sonrisa solo para ella. —Es difícil hacerlo cuando te miran fijamente —responde en un tono apenas audible. Borro todo rastro de diversión en mi rostro, termino de masticar rápidamente el pedazo de carne medio crudo, y fijo mi mirada en ella, Lea debe saber que es una mujer muy guapa, aun siendo ocho años menor que yo estoy seguro que debe tener a media Universidad a sus pies. Entonces, la idea de que uno o varios hombres la acechen o que incluso ella folle con otro tipo, hace que se retuerza mi estómago, era posesivo con mis presas, y ella estaba a solo un cruce de la línea delgada que separa un simple gusto de una obsesión sexual.
CORBAN La junta me tenía agotado y solo podía pensar en la guapa modelo que estaba a punto de follar, se había retrasado por veinte minutos pero solo recordar sus curvas hizo que el mal humor desapareciera. —Por esa sonrisa debo suponer que te parecieron bien los nuevos proyectos —la voz monótona de mi vieja secretaria me da una sensación de escalofríos. —Recuérdame por qué soy el único que no tiene una sexy y atractiva asistente —saqué al hijo de puta que llevaba por dentro. Verónica, una mujer de cincuenta años, madre soltera, con dos hijos que apenas y le apoyan, y una nieta que cuida como si fuera suya debido a la irresponsable de su hija menor que por lo que me había comentado, vivía bajo la vagancia y protec
ENZO —No te ves con buena cara —me preguntó Preppy; uno de los hombres que se encargaban de cuidar mi espalda y también mi mejor amigo, entrando al carro y tomando el lugar en el que hasta hace apenas cinco minutos, estaba Lea. No respondí, guardé silencio, esto apestaba, jamás me había sucedido una cosa así, se supone que una vez cerrados los tratos en aquel sitio, iba a follar a Alicia, una sexy rubia con caderas de infarto aunque de pechos pequeños, a la que le metía la verga de vez en cuando, era mi puta favorita porque me hacía buenas mamadas, pero cuando vi a Lea, con aquellos ojos azul zafiro llenos de incertidumbre, temor y salvajismo, algo se detonó en mi interior. No era que me pareciera la mujer más hermosa del planeta, porque había visto y follado a mejo
LEA No puedo apartar la mirada sobre los ojos de Corban, esos que en el pasado cuando me abrazaba, albergaban calidez, momentos bonitos, pero que ahora se habían convertido en un par de ojos extraños, transformando la mirada del chico que amé y que aun amaba, en algo siniestro y lleno de rabia, incluso de odio. —¿Qué m****a haces aquí, Lea? Ok, eso duele. —Yo... —trago duro. —¡Mierda! —Suelta un manotazo sobre el escritorio—. ¡Se supone que nunca nos íbamos a volver a ver! Vale, eso me dolió más de lo que pensé. —Escucha —suelto un
Tomo el cheque y lo rompo lanzándole los pequeños pedazos en sus narices. —Hasta nunca, Corban Smith. Sin esperar a que me dijera más, salgo de su oficina y al dirigirme al ascensor, termino chocando contra alguien. —¡Puaj! —una chica pelirroja, de ojos oscuros y pecas visibles con cuerpo de sirena, me mira con repugnancia de pies a cabeza—. Fíjate por donde caminas. —Lo siento —murmuro una disculpa. —Como sea —la chica puso los ojos en blanco, giro sobre sus talones y enseguida se dirigió hacia la secretaria que estaba a las afueras de la oficina de Corban. Me detuve e ignorando al mundo entero, apreté el botón del ascensor.<