—¡Zorra! —gritó el hombre pero no me importó.
Cuando estuve en el interior, el calor, el humo a cigarrillo, alcohol y marihuana, inundaron mis fosas nasales provocándome ligeras arcadas. El lugar estaba repleto de varias mesas redondas rodeadas de hombres llenos de tatuajes, sin camisa, otros de traje oscuro, algunos jugando póker, otros bebiendo y firmando papeles. Nadie me prestó la mínima atención, era como si no existiera.
—¡Maldita zorra, te dije que no podías pasar! —el hombre obeso me tomó del brazo ejerciendo fuerza bruta en su agarre, me zarandeó a tal grado que abrí los ojos al sentir como estampaba su mano contra mi mejilla.
Inmediatamente la música se detuvo, perdí el equilibrio cayendo de bruces sobre el suelo de madera, y todo el sitio fue envuelto en un silencio ensordecedor.
Mi enfado era poco menos que apocalíptico, el sonido de pasos hizo que levantara la mirada y ante mí apareció un hombre joven, puede que cuatro o cinco años mayor que yo, cabello rubio alborotado con algunos mechones oscuros sueltos, tez clara y unos ojos verdes de los que emanaban el salvajismo y la lujuria, una ligera aparición de barba y un aura que inspiraba respeto, el tipo estaba bueno pero todo en él olía a peligro.
Sin decir nada se dirigió al hombre obeso, quien estaba tan quieto como una maldita estatua y enseguida le dio un bofetón que le hizo voltear el rostro.
—¿Acaso no te enseñó tu madre que a las mujeres no se les golpea? —dijo el tipo rubio de portada de revista play boy, su voz era profunda y masculina, refinada pero fría como el hielo.
—Yo... lo siento señor... esta chiquilla ha entrado sin permiso y... —balbuceó el obeso.
—No soy una chiquilla, imbécil —exclamo por instinto y me cubro la boca cuando me doy cuenta que muchos pares de ojos están puestos sobre mí.
—Ve a lo que me refiero, está toda empapada, se nota que ha escapado de casa —el obeso me lanza miradas llenas de desdén, enfado y asco, como si yo fuera una asquerosa cucaracha que está dispuesto a aplastar en cualquier momento.
—No soy una jodida pordiosera, solo me detuve porque necesito un maldito baño —bufé—. Un poco de amabilidad no hará que mueras de hambre, idiota.
El tipo guapo estiró su mano en mi dirección para ayudarme a ponerme de pie, pero rechacé su ayuda dándole un ligero manotazo y haciéndolo por mi cuenta, una vez de pie, mis ojos viajaron por su cuerpo bien esculpido, llevaba puestos unos vaqueros oscuros, una playera del mismo color, y una chamarra de cuero que hacía juego con su outfit
de funeral.—Siento las molestias, lo que necesites puedes tomarlo —me dice en un tono que detonó su incredulidad ante algo invisible para mí, aunque más bien en su voz había un tono ligero de rabia.
Tuve que contener la risa, el tipo tenía mala cara pero un brillo de diversión en los ojos.
—Pero señor...
—Largo, después hablaremos.
El hombre obeso se alejó cabizbajo y me mordí la lengua para no reírme de él.
—Así que tú eres el jefe —dije sintiéndome más tranquila cuando la música volvió y las personas regresaron su atención a lo que estaban haciendo antes de mi interrupción—. Deberías contratar a mejores empleados.
El tipo ladeó una sonrisa de media luna.
—Y tu deberías tener cuidado de lo que sale de tu filosa boca, y de qué lugares frecuentas —el chico rudo se acarició la barbilla con pasmosidad.
—¿Por qué lo dices? —enarco una ceja con incredulidad.
—Mira a tu alrededor, estás rodeada de hombres malos, así que te recomiendo que vayas y hagas lo que sea que tengas que hacer, y te largues, Todor, tiene razón, este no es un sitio para una niña buena e inocente como tú —señala tomando un mechón de mi cabello mojado y sin darme tiempo me taja el mechón con una navaja.
—¡Pero que...! —ladro al ver mi cabello.
—Es para el recuerdo, colecciono mechones de cabello de mujeres —me dice encogiendo los hombros.
Bicho raro.
—Supongo que debes tener una colección larga, si le haces eso a las mujeres...
Las palabras se me atragantaron en la garganta cuando se acercó hasta mi oído, olía tan bien como lo estaba él.
—Solo a las guapas —ronronea y la piel se me pone de gallina.
Me quedo en total estado vegetativo y me obligo a regresar a la realidad, la voz de la razón viene hasta mí como vendaval, y es cuando recuerdo que estoy embarazada, y no puedo permitirme entrar en peligro.
—Sí... bueno lo que sea, gracias —me aclaro la garganta y giro sobre mis talones dispuesta a entrar al baño pero me detengo en seco al no saber a dónde m****a tengo que dirigirme.
—Izquierda, segundo pasillo y vuelta a la derecha, primera puerta —la voz ronca a mis espaldas me causa escalofríos pero no volteo, solo asiento en señal de agradecimiento.
Seguí las instrucciones al pie de la letra, y cuando terminé de hacer mis necesidades fisiológicas, ahogué un grito al ver mi rostro, el rímel lo tenía corrido, mi cabello empapado y sin color en mis labios, solo me daba el aspecto de una zorra pordiosera como lo había mencionado el tipo obeso.
Busqué en mi bolso el poco maquillaje que había metido y me arreglé. Estando lista salí a toda prisa con toda la intención de seguir mi camino, pero al hacerlo el alma se me cayó a los pies cuando divisé a lo lejos que el auto de mi amiga no estaba.
¡No, no, no, por favor no, esto debe ser una pesadilla!
Con el corazón martilleando mi pecho, salí sin importar volverme a mojar, corrí hasta el sitio en donde había aparcado pero no había nada.
ENZO El recuerdo de aquella chica no deja de rondar por mi mente y siento deseos de follarla, darle tan duro hasta que sangre, sus pechos, sus curvas, todo me había llamado la atención desde el momento en el que la vi detrás de la puerta, rogando bajo la lluvia porque alguien le preste atención. Sin duda alguna sus ojos azules y su cabello oscuro pegado a su perfecto rostro de muñeca, habían hecho que no solo se robara mi atención sin ser consciente, sino, que mi polla anhelara estar dentro de su boca, probar el límite de su garganta ¿aguantará mi longitud? —Deja de pensar en ese culo caliente —enfatiza Preppy, mi mejor amigo—. Es un poco menor para los gustos tan extravagantes que tienes. Solo es una niña. Asiento en silencio, él me conocía tan bien que podía oler
—Lo siento, no puedo aceptar nada de ti —finaliza aclarándose la garganta. Enarco una ceja con incredulidad, ¿acaso está ciega? Usualmente logro obtener un sí de las mujeres, solo basta con ver mi atractivo o los lujos que les puedo ofrecer, pero parece que ella es inmune a mis encantos. —¿Puedo saber por qué? —me aparto de ella como si su tacto me quemara. Ella parece recobrar la postura, su mirada parece más fiera y siento curiosidad de saber qué es lo que pasa por su cabeza. —No lo sé, déjame pensar... —suelta un largo suspiro de exasperación—. Porque no te conozco, no sé si eres un violador, un secuestrador sexy, o simplemente eres de esos tipos que buscan follar. Touché
—¿No piensas probar bocado? —inquiero limpiando las comisuras de mis labios con una servilleta de lino, para luego inclinarme hacia delante, ladeando una ligera sonrisa solo para ella. —Es difícil hacerlo cuando te miran fijamente —responde en un tono apenas audible. Borro todo rastro de diversión en mi rostro, termino de masticar rápidamente el pedazo de carne medio crudo, y fijo mi mirada en ella, Lea debe saber que es una mujer muy guapa, aun siendo ocho años menor que yo estoy seguro que debe tener a media Universidad a sus pies. Entonces, la idea de que uno o varios hombres la acechen o que incluso ella folle con otro tipo, hace que se retuerza mi estómago, era posesivo con mis presas, y ella estaba a solo un cruce de la línea delgada que separa un simple gusto de una obsesión sexual.
CORBAN La junta me tenía agotado y solo podía pensar en la guapa modelo que estaba a punto de follar, se había retrasado por veinte minutos pero solo recordar sus curvas hizo que el mal humor desapareciera. —Por esa sonrisa debo suponer que te parecieron bien los nuevos proyectos —la voz monótona de mi vieja secretaria me da una sensación de escalofríos. —Recuérdame por qué soy el único que no tiene una sexy y atractiva asistente —saqué al hijo de puta que llevaba por dentro. Verónica, una mujer de cincuenta años, madre soltera, con dos hijos que apenas y le apoyan, y una nieta que cuida como si fuera suya debido a la irresponsable de su hija menor que por lo que me había comentado, vivía bajo la vagancia y protec
ENZO —No te ves con buena cara —me preguntó Preppy; uno de los hombres que se encargaban de cuidar mi espalda y también mi mejor amigo, entrando al carro y tomando el lugar en el que hasta hace apenas cinco minutos, estaba Lea. No respondí, guardé silencio, esto apestaba, jamás me había sucedido una cosa así, se supone que una vez cerrados los tratos en aquel sitio, iba a follar a Alicia, una sexy rubia con caderas de infarto aunque de pechos pequeños, a la que le metía la verga de vez en cuando, era mi puta favorita porque me hacía buenas mamadas, pero cuando vi a Lea, con aquellos ojos azul zafiro llenos de incertidumbre, temor y salvajismo, algo se detonó en mi interior. No era que me pareciera la mujer más hermosa del planeta, porque había visto y follado a mejo
LEA No puedo apartar la mirada sobre los ojos de Corban, esos que en el pasado cuando me abrazaba, albergaban calidez, momentos bonitos, pero que ahora se habían convertido en un par de ojos extraños, transformando la mirada del chico que amé y que aun amaba, en algo siniestro y lleno de rabia, incluso de odio. —¿Qué m****a haces aquí, Lea? Ok, eso duele. —Yo... —trago duro. —¡Mierda! —Suelta un manotazo sobre el escritorio—. ¡Se supone que nunca nos íbamos a volver a ver! Vale, eso me dolió más de lo que pensé. —Escucha —suelto un
Tomo el cheque y lo rompo lanzándole los pequeños pedazos en sus narices. —Hasta nunca, Corban Smith. Sin esperar a que me dijera más, salgo de su oficina y al dirigirme al ascensor, termino chocando contra alguien. —¡Puaj! —una chica pelirroja, de ojos oscuros y pecas visibles con cuerpo de sirena, me mira con repugnancia de pies a cabeza—. Fíjate por donde caminas. —Lo siento —murmuro una disculpa. —Como sea —la chica puso los ojos en blanco, giro sobre sus talones y enseguida se dirigió hacia la secretaria que estaba a las afueras de la oficina de Corban. Me detuve e ignorando al mundo entero, apreté el botón del ascensor.<
ENZO En aquella noche había algo diferente, la oscuridad que cubría aquel departamento tenía un matiz que me erizaba el vello, me maldije mil veces por haber tomado esa decisión, estaba cubierto de sangre pero me importaba una m****a, necesitaba saber qué era de ella, si esa cita se trataba de alguien importante, pero cuando la vi salir de aquel edificio con mirada triste y actitud derrotista, lo supe, ese tipo no era nadie importante. Puede que incluso me mintiera, debía investigarla para descartar que tenía alguna relación cercana con los Smith, Lea Davis tenía un poder casi sobrenatural que me sobrepasaba y que me obligó en menos de cinco segundos, tomar la decisión de seguirla en cuanto regresé para ver qué había sido de ella, me dije mil veces que tenía que alejarme, pero al parecer mi verga y yo no estábamos sin